Michelle se abstuvo se soltar una carcajada al ver a los hermanos de Laila flanqueándolos. No se sorprendió cuando, tan pronto les habló de la fiesta, dijeron que los acompañarían. Ambos eran bastante protectores con su hermana menor.—¿Si quiera tienen una invitación? —preguntó curioso mientras se dirigían a la puerta del Singer Palace Hotel. —Sí, recibí la invitación hace un par de semanas. En otras circunstancias habría enviado a alguien en mi lugar. Cloe y yo preferimos quedarnos en casa.—Si estoy en la ciudad, suelo ser el remplazo —acotó Piero—. Nunca la cita de mi hermano. Seguro que nos divertiremos bailando.Fabrizio le lanzó una mirada de advertencia a su hermano que este fingió no ver.Entraron al vestíbulo y le dieron sus nombres a una mujer que estaba parada a un lado de la puerta. Ella les dio la bienvenida y los invitó a pasar.El salón estaba lleno de personas, todas ataviadas en atuendos elegantes perfectos para la ocasión. Michelle, al recordar su propia vestimenta
Michelle debió notar que algo la sucedía porque la recibió con un abrazo. Inhaló profundo dejando que su reciente encuentro con Nicol quedara en el olvido. Durante unos segundos el ruido y las personas alrededor suyo desaparecieron. Michelle era como una barrera entre ella y el resto del mundo.—¿Qué sucedió?—Me encontré con Nicol en el baño. Ella estaba fuera de sí y lanzó algunos gritos.Michelle la observó preocupado.—¿Te hizo daño?—No. —Sonrió para tranquilizarlo. No tenía sentido preocuparlo por nada.Michelle se inclinó y le dio un rápido beso en los labios.—Son demasiado tiernos, pero jamás me acostumbraré a eso. —El comentario de Piero le recordó que no estaban a solas.Sus hermanos estaban sentados en un par de taburetes. Piero tenía un vaso de alguna bebida en la mano.Se giró en brazos de Michelle quedando de espaldas a él. De inmediato Michelle envolvió los brazos en su cintura y apoyó el mentón sobre su hombro.—¿Entonces? ¿Ya nos piensas decir cómo es eso de que sali
Piero se sentó y tomó algunos pancakes del plato que estaba sobre la isla. Michelle se abstuvo de arrebatárselos. Se suponía que eran para Laila, pero había suficiente para todos. Había aumentado la cantidad tan pronto aparecieron frente a su puerta.—Está delicioso —alabó Piero y se llevó a la boca otro.Se cruzó de brazos y apoyó la cadera en la encimera.—No los esperaba tan temprano, pero sé porque están aquí a estas horas.—Solo nos aseguramos de que nada le suceda. Trajimos algunos hombres con nosotros para reforzar la seguridad de tu casa, se quedarán aquí hasta que todo esto pase.Asintió. Sabía que era lo mejor, nunca se podía ser demasiado precavido cuando te volvías en el blanco de algunos sujetos peligrosos. El artículo sobre Franco había salido a la luz por fin. Él lo había leído apenas se levantó y era claro que los hermanos de Laila también lo habían hecho.Franco era el menor de sus problemas. Al dejar al descubierto sus secretos, se había revelado también el nombre de
Laila dejó a un lado el libro que estaba leyendo al escuchar el sonido de su celular. Casi una semana había pasado desde que Franco había sido capturado. No había recibido muchas llamadas desde entonces. Con frecuencia eran sus padres para saber como estaba. Miró el identificador durante un tiempo, al darse cuenta que era un número desconocido. ¿Quién podría ser? Y lo más importante: ¿Sería seguro contestar? Su padre, hermanos y novio le habían dicho que Franco, o alguien relacionado a él, podría tratar de contactarla para lanzar amenazas, así que era mejor evitar las llamadas de alguien que no fuera parte de su familia. Dudó un instante y de último segundo decidió contestar. Si lo que oía no le gustaba, igual podía cortar la llamada. Del otro lado de la línea lo único que se podía escuchar era una respiración suave. —¿Con quién hablo? —preguntó. No recibió respuesta y empezó a temer lo peor. —Voy a colgar si no dices nada. —Laila, soy yo —dijo alguien cuando comenzaba a alejar
—¿Seguro que quieres ir? —preguntó Michelle mirando a Laila. Estaba apoyado en el umbral de la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho.Ella lo miró a través del espejo con aquella sonrisa encantadora que tanto amaba. Se veía hermosa esa mañana, al igual que todas las mañanas.—La verdad es que no, pero me agrada menos la idea de quedarme aquí sin hacer nada.—Entonces puedes ir al trabajo conmigo.—No creo que ninguno de tus trabajadores este muy contento con ello. Soy un riesgo potencial cada vez que estoy en una cocina o cerca de ella.—No me importa si no les gusta, puedo despedir a cualquiera que se atreva a decir algo.Laila soltó una carcajada. Dejó su labial sobre la encimera del baño y se dio la vuelta.—¿Es enserio? —Ella caminó hasta él. Tomó sus brazos y los descruzó para luego hacer que la abrazara—. No puedes despedir a nadie.—¿Quién dice que no? Soy el dueño. —Estuvo a punto de hacer un puchero que lo haría ver como un niño y no como el hombre adulto que era.—Dé
Laila subió a la parte de atrás de su vehículo lista para ir al trabajo de Michelle. Después de estar una semana en casa, se sentía estimulante volver al trabajo, aunque no tanto como pasar tiempo con Michelle.Salió de sus pensamientos al darse cuenta que Alec se alejaba para responder una llamada. Podía presentir que algo no iba a bien, pero trató de convencerse de que solo era su imaginación.Alec dio por terminada la llamada después de algunos minutos y dio la vuelta. Le hizo una señal al guardaespaldas parado junto a su puerta y ambos se subieron en la parte de adelante del coche.—¿Qué sucede? —preguntó al ver que Alec no arrancaba de inmediato.Él la miró a través del espejo retrovisor y en sus ojos pudo ver cierta vacilación.—¿Alec? —insistió.—Se trata del señor.Al escuchar sus palabras un escalofrío la recorrió y fue como si su corazón dejara de latir.—¿Michelle? ¿Qué sucede con él?—Lo están trasladando al hospital en estos momentos.—¿Por qué? ¿Qué pasó?Contuvo el alie
—La bala no dañó ningún órgano importante, pero si causó un daño considerable. El Señor Ranieri perdió bastante sangre y tuvimos que realizarle una transfusión sanguínea. Logramos sacar la bala intacta y ahora todo depende del señor Ranieri. Él permanece inconsciente por el momento. Las primeras horas serán las decisivas para su recuperación, por lo cual permanecerá en cuidados intensivos bajo estricta observación. Laila se sentía débil. Se inclinó hacia su padre, quien pasó un brazo por sus hombros. —¿Podemos verlo? —preguntó. —Por el momento solo puede pasar una persona. Miró a Salvatore, aunque quería ir ella, los dos eran buenos amigos después de todo. —Está bien, ve tú. Él se alegrará de escuchar tu voz. Laila asintió agradecida y se giró para seguir al doctor. Más allá de las puertas había un largo corredor. Tomaron la segunda salida a la derecha y luego a la izquierda. Atravesaron otra puerta y se detuvieron. El doctor le entregó una bata, gorra y botas antes de guiarla ha
Michelle estaba confundido y débil. Él médico le explicó que se debía a la pérdida de sangre que había sufrido y a toda la medicación que estaba recibiendo, luego procedió a hacerle algunas preguntas mientras le revisaba. —¿Cuánto —se aclaró la garganta, la tenía demasiado seca—... cuánto tiempo más tomará esto? Necesitaba ver a Laila otra vez. La única imagen que había logrado obtener de ella antes de que la sacaran de la habitación lo había puesto nervioso. Ella seguro lo había pasado mal las últimas horas. Necesitaba asegurarse de que estaba bien. Él médico sonrió como si supiera el motivo de su apuro. —Solo unos minutos más. Necesito asegurarme de que todo está bien antes de ordenar que te trasladen. Asintió y dejó que el médico continuara con su evaluación. En cuanto el hombre terminó, le dio la orden al enfermero que contactara a uno de sus colegas para que lo lleven a otra habitación. —Aquí tiene —dijo una de las enfermeras que lo había ayudado a instalarse al mismo tiempo