Michelle no había tenido suficiente de Laila y quizás nunca lo tendría, aunque seguro que disfrutaría intentándolo.La noche anterior había tenido que contenerse para no despertarla y hacerle el amor otra vez. Pero si ella seguía mirándolo con aquel fuego en los ojos no estaba seguro de poder resistir mucho más. Serían tan placentero transformar aquella mirada en una de pasión.—¿Piensas quedarte parado allí para siempre?—Preciosa, no quieres saber lo que pienso en estos momentos. —Dio un paso hacia ella y sonrió al verla retroceder—. Aunque puedo compartirlas contigo si así lo deseas. Sin embargo, tendrá que esperar hasta después de que hayas comido algo. Preparé el desayuno, debes estar hambrienta.—No esperarás que me siente a comer envuelta en una toalla.—Por supuesto que no, dejé algo de ropa encima de la cama antes de entrar. Pero si prefieres puedes bajar desnu…—Nos vemos abajo.Michelle le guiñó un ojo y salió del baño antes de que Laila le lanzará algo. Estaba tentando dem
Laila apagó su grabadora y la metió en su bolso. Luego devolvió la mirada hacia Franco. No había indicios del moretón que había esperado ver en su rostro, probablemente porque estaba usando maquillaje. Franco se preocupaba demasiado por la apariencia. Ni un pelo fuera de lugar. —Eso es todo, gracias por tu tiempo. —Intentó sonar lo más educada posible mientras hablaba. —Laila… —Si llegara a tener alguna pregunta, me pondré en contacto contigo. Eso, por supuesto, no iba a suceder. Y no porque no quería seguir manteniendo contacto él, nunca dejaría que sus asuntos personales interfirieran con su trabajo. Durante toda la entrevista, Franco había evitado responder muchas de sus preguntas, en especial aquellas que estaban relacionadas a la verdad de los rumores que circulaban sobre él. Si no tenía nada que esconder, habría sido más claro al respecto. Franco no era el hombre que aparentaba. No había llegado a dónde estaba con esfuerzo. Se levantó de su asiento, casi de inmediato él tam
Michelle observó al lugar que Laila lo había llevado. Había escuchado hablar antes de aquel club y aunque había recibido una invitación del dueño, nunca había tenido la oportunidad de ir hasta ese momento. No estaba tan mal, la música era buena y el ambiente bastante animado. Luces tenues de diferentes colores iluminaban el lugar lo necesario. —¿Qué hacemos aquí? —preguntó alzando la voz para que Laila lo escuchara sobre la música. Ella estaba demasiado atenta a todo lo que sucedía a su alrededor, así que era claro que no estaban allí solo por diversión. Estaban en la zona VIP y desde donde estaban se podía ver casi todo el lugar. —Estoy investigando algo. Al menos esta vez no se había aventurado a ir sola. Solo Dios sabía en qué clase de problemas podría meterse Laila. —No me digas, no me habría dado cuenta si no me lo decías. Laila se volvió hacia él con los ojos entrecerrados. Él le dio una de sus mejores sonrisas antes de ponerse de pie, luego estiró una mano hacia ella. Ya
Laila despertó al sentir algunos rayos de sol en su rostro. Debía ser alrededor de las ocho de la mañana, pero aún no tenía muchos ánimos de levantarse. Se giró y sonrió al ver a Michelle aún dormido. Era el quinto día consecutivo que despertaba a su lado. Desde la primera vez que habían pasado la noche juntos, él se las había ingeniado para convencerla de quedarse a dormir con él. No es que necesitara insistir demasiado. Disfrutaba pasar las noches con él. Había descubierto que hacer el amor con él era en cada ocasión una experiencia diferente y magnífica. Aunque también le gustaba aquellas noches que se quedaban hasta muy entrada la noche hablando sobre cualquier cosa. Michelle no tenía reparos en compartir su vida con ella y Laila quería ser igual de abierta con él. Estiró la mano y acarició su mejilla. Disfrutó de la sensación de su incipiente barba contra la mano y se quedó allí durante algunos minutos. Cuando intentó alejar la mano para levantarse, él la sujetó por la muñec
Michelle guardó silencio mientras observaba la cabaña unos metros más allá. El lugar pertenecía a una pareja y podías encontrar muchas otras cabañas más pequeñas si seguías por el sendero que estaba a su derecha. En ellas se albergaban a visitantes todos los días del año.Había pasado un tiempo desde la última vez que visitó el lugar, pero todo se sentía igual. Aquel sitio había convertido en el favorito de Aurora desde que Salvatore y él la llevaron durante un fin de semana para celebrar sus cumpleaños.—¿Estás bien? Si no te gusta, podemos irnos. —Laila se escuchaba bastante insegura.Sonrió y se giró a verla.—Claro que me gusta. —No estaba segura si querrías venir, pero luego de nuestra conversación sobre Aurora, me di cuenta que no tuviste tiempo para llorar su pérdida. Estabas demasiado ocupado cuidando de los tuyos. Y pensé que quizás necesitabas pasar algo de tiempo en un lugar que te hiciera sentir cerca de ella. —Laila hablaba a toda velocidad casi sin respirar—. Así que
Laila recorrió con la mirada la oficina en la que se encontraba. Era demasiado… seria. Los colores predominantes eran el marrón —presente en todos los muebles de madera pulida— y el blanco. Era muy parecida al de su padre, solo que sin las fotos familiares o las manualidades de niños.La oficina era un claro reflejo de su dueño. Bruno Mancini era un hombre intimidante con una mirada que parecía ocultar demasiados secretos. No estaba segura como Michelle podía tener algún tipo de conexión con un hombre como él. Era difícil ver que podrían tener en común.—¿Así que es ella? —preguntó el hombre evaluándola con la mirada. Se abstuvo de removerse en su lugar. Era como estar sentada frente a su padre después de haber hecho una travesura. Solo que no conocía a Bruno, ni lo que podía esperar de él.—Siempre tan animado —comentó Michelle. Estaba sentado a su lado luciendo por completo relajado. Bruno sacudió la cabeza.—Recuérdame porque aún nos mantenemos en contacto.—Ya sabes, no puedes
Michelle escuchó sin interrumpir mientras Laila le contaba a su familia sobre su reciente trabajo. Se dio cuenta que ella había evitado mencionar que conocía a Franco de antes o la relación que habían tenido, pero no intervino. Incluso si quería que le dieran una paliza al imbécil de Franco, no era su historia para contar.—Es por eso que estabas interesado en él —le dijo Fabrizio era obvio que no se trataba de una pregunta. Michelle asintió.—Necesitaba tomar mis precauciones para mantener a Laila a salvo.—¿Qué es lo que quieres hacer? —le preguntó Alessandro a su hija.—Primero necesito comprobar la veracidad de la información que obtuve, eso no tomará mucho tiempo. Después quiero sacarlo a la luz.Alessandro asintió.—Si es lo que tienes que hacer, hazlo.Los hermanos de Laila asintieron de acuerdo.Michelle comenzaba a comprender que era lo que suponía tener el apoyo incondicional de tus padres.—Esto podría ponerlos en riesgo —explicó Laila.—Estamos al tanto —dijo Alessandro—.
Laila llamó a la puerta del despacho de su jefe.—Adelante.Inhaló profundo y entró. Su jefe estaba al teléfono y sobre su escritorio estaba el borrador del artículo que le había entregado una hora atrás. La noche anterior, dos días después de recibir la información por parte de Bruno, lo había terminado de escribir.—Te devolveré la llamada por la tarde para confirmarte —dijo su jefe a la persona con la que estaba hablando, luego colocó su celular sobre la mesa y levantó el documento.Era difícil saber lo que pasaba por su mente. En su expresión no se reflejaba ninguna emoción y por un instante temió que Angelo se negara a publicar su artículo.—¿Comprobaste todo? No necesitamos enfrentar cargos por difamación.Sus palabras le dieron esperanza.—Sí, señor. Como puede ver en las copias que adjunté, tengo pruebas de todo lo que escribí.Una sonrisa ladina se extendió por el rostro de su jefe.—Nunca me decepcionas.Laila se tomó un tiempo para procesar el significado de sus palabras.—