Vincenzo se acomodó en su silla y recogió el documento que reposaba sobre su escritorio.—Carta de renuncia —murmuró en voz alta mientras hojeaba el papel. Luego marcó la extensión de su secretaria en el teléfono—. Grazia, por favor, ven a mi oficina.La respuesta no se hizo esperar, y Grazia apareció unos minutos después.—¿Señor? —inquirió su secretaria desde la puerta.—Pasa y toma asiento —respondió Vincenzo, esperando que ella siguiera sus órdenes antes de continuar—. Supongo que sabes lo que tengo en mis manos.—Así es. Es mi carta de renuncia. Por supuesto, es solo un aviso preliminar para dar tiempo de encontrar a mi remplazo.—¿Tu decisión es definitiva? —preguntó Vincenzo con seriedad.—Sí.—Es una lástima, pero comprendo tu decisión. Por favor, informa a recursos humanos para que comiencen las entrevistas cuanto antes y asegúrate de dejar todo en orden para que tu reemplazo no tenga problemas. Me aseguraré de que recibas una bonificación adecuada por tu tiempo de servicio y
—¿Señora?Serena levantó la mirada al escuchar la voz de Camelia.—¿Qué sucede? —preguntó.—Tiene una llamada en el intercomunicador.—Está bien, iré a ver qué sucede.Cerró su laptop y salió del despacho. Desde la sala pudo escuchar las risas de Priscilla y Massimo provenientes de su habitación. Le habría gustado pasar la mañana con su hermano, pero estaba trabajando en un proyecto para su próxima clase. Esperaba terminar pronto para jugar con él después de su siesta.—¿Hola?—Señora Serena, buenos días. La contacté porque su madre está aquí en el vestíbulo e insiste en subirla a ver.Casi soltó una maldición. ¿Qué hacía su madre allí? ¿Y si se había enterado de Priscilla y de su hijo?«No, imposible», pensó de inmediato.—¿Señora?—No se preocupe, me haré cargo. Pásele el teléfono, por favor.—Por supuesto.—Serena, ¿puedes decirles a estos hombres que me dejen subir? Por Dios, soy tu madre. ¿Qué grosería es esta?—Hola, mamá. No era su intención ofenderte de ninguna manera, solo es
Desde el interior de su automóvil, Serena contempló el imponente edificio de Volkov. Durante el trayecto, había tenido tiempo para reflexionar sobre la mejor manera de abordar el tema que tenía en mente y se había cuestionado si sería capaz de convencerlo.Su guardaespaldas le abrió la puerta y Serena inhaló profundamente antes de salir del automóvil.—Señorita, buenas tardes —la saludó la mujer detrás del recibidor con amabilidad—. ¿En qué puedo ayudarla?—Buenas tardes. Estoy aquí para encontrarme con el señor Kassio Volkov.—¿Tiene una cita programada?—No, pero dígale que Serena Morelli está aquí para verlo —dijo con seguridad—. Él me recibirá. —O al menos eso esperaba. Eran algo parecido a amigos, después de todo. La mujer asintió con una sonrisa y levantó su teléfono. Serena permaneció en silencio mientras los segundos transcurrían lentamente.—Está bien —dijo la mujer después de un momento, devolviendo el teléfono a su lugar—. Puede pasar. El señor Volkov la recibirá. Su ofic
—¿Qué quería tu madre? —preguntó Vincenzo, retirándose el saco. Dirigió la mirada hacia su esposa, que estaba sentada en la cama.—Mi ayuda, si acaso se le puede llamar así —añadió, la última parte impregnada de un toque de ironía.—¿Tu ayuda con qué?Serena se levantó y se acercó a su esposo. Le ayudó a retirarse la corbarta y, mientras le desabrochaba la camisa le contó todo lo que su madre había dicho, sin guardarse nada.—Cuando creo que no puedo detestar más a tus padres, ellos salen con algo nuevo. ¿Cómo es posible que te quisieran usar como moneda de cambio? No puedo esperar más a acabar con ellos.—Ella me amenazó para hablar con Kassio.—¿Así que por eso fuiste a verlo?—Sí y no. Cuanto más pensaba en todo lo que mi madre me contó, una idea se me ocurrió. Algo que podría ayudarme a mi y a mi hermano. Si logramos que mi padre vaya a la cárcel…—Lo cual haremos —dijo Vincenzo, seguro.—Bueno, cuando lo hagamos, él perderá la confiabilidad de los demás accionistas. Algunas accio
Serena no podía esperar a que la farsa llegara a su fin. No toleraba pasar tiempo con sus padres y fingir lo contrario no era nada fácil. Pensó en todas las cosas que podría haber hecho en lugar de cenar con ellas y todas parecían de lejos mucho más atractivas.—Dentro de dos semanas tendremos un almuerzo con algunas de mis amigas, también estarán algunas de tus amigas. —dijo su madre sacándola de sus pensamientos—. Todas se mueren por verte. Reunirse con otras mujeres para presumir sobre alguna nueva y costosa adquisición no era su idea de diversión. Además, no recordaba ninguna amiga en el círculo de su madre y dudaba mucho que alguna de las hijas de las amigas de su madre quisiera verla en realidad.—Revisaré mi agenda.—Seguro encontrarás el tiempo.La advertencia implícita en las palabras de su madre resonó en sus oídos—El doctor me contactó ayer para informarme que había estado aquí —continuó su madre, con una sonrisa calculadora y se giró hacia Vincenzo—. Espero que todo sal
—¿Está hecho? —preguntó Vincenzo en cuanto Giacomo tomó asiento.—Sí.El juicio de Dania contra Cossimo se iba a llevar a cabo dentro de una semana y, como habían planeado, Giacomo esperó hasta ese día para presentar todas las pruebas ante el juzgado.—¿Eso quiere decir que mi padre ya sabe sobre Priscilla y mi hermano? —preguntó Serena.—Debe estarse enterando en este mismo instante. —Giacomo miró a Priscilla antes de continuar—. Él intentará llegar a ti por cualquier medio para intimidarte. Debes permanecer aquí por tu propia seguridad y si él encontrara la forma de contactarte, tienes que informárnoslo de inmediato.—Hay hombres vigilando el edificio las veinticuatro horas, Cossimo no se acercará a ella —aseguró.—También hemos tomado las medidas necesarias para el día del juicio —intervino su padre—. Habrá un equipo de seguridad contigo y Massimo en todo momento. No dejaremos que nada les suceda, pero no podremos evitar que eventualmente tú y Cossimo estén frente a frente, tienes
—No esperaba a nadie a mi lado —comentó Dania. —¿Dónde más estaríamos? —comentó Serena con una sonrisa—. Y nos quedaremos hasta que esto acabe. ¿Cómo te sientes? Dania tomó una inhalación profunda antes de responderle. —Extrañamente segura. Gracias por estar aquí, significa mucho para mí. Serena no había tenido de conocer a Dania en persona antes, pero si habían hablado a través de video llamadas, la primera vez fue cuando Vincenzo le presentó a Priscilla. Esta última no estaba allí en ese momento, por su seguridad llegaría en el momento preciso para dar su testimonio. —Están aquí —informó Vincenzo, después de darle un vistazo a su celular. Serena, al igual que sus suegros y Dania, miraron en dirección al pasillo. Un instante después sus padres aparecieron lado a lado seguidos por unos cuantos hombres. Reconoció a uno de ellos como el abogado de su padre, un hombre de edad que siempre le hacía pensar en un ave rapiña. Su madre llevaba un conjunto recatado, digno de una esposa
—¿Deseas algo de beber?—No tengo tiempo que perder. ¿Para que me pediste que viniera?Serena no respondió de inmediato. Aunque a primera vista su madre lucía tan impecable como siempre, si la observaba detenidamente, podía notar algunas marcas en su rostro. Era la primera vez en muchos años que podía decir que aparentaba cada uno de los años que tenía.—Tenemos una propuesta para ti —dijo, por fin.—A menos que vayas a retirar los cargos en contra de tu padre, no estoy interesada.—No soy yo quien lo denunció, así que no hay nada que pueda hacer al respecto.—Entonces no tengo nada que hacer aquí.—Puedes marcharte cuando quieras, no estás obligada a quedarte. Sin embargo, creo que mi propuesta te interesará cuando veas el contenido de ese sobre. —Serena el sobre que descansaba sobre el escritorio.Su madre dudó un instante antes de inclinarse y tomar el sobre de papel. Lo abrió y sacó el contenido de su interior.—¿Qué es esto? —preguntó. Su rostro se tornó pálido a medida que iba h