—Cuando me levantaste temprano, no tenía en mente que era para esto. —Serena hizo un mohín—. Tienes suerte de que te amé o te lanzaría debajo de los autos. Vincenzo soltó una carcajada y tiró de Serena para que entraran en el rocódromo. —Ha pasado un tiempo desde que salimos a escalar y… —No el suficiente como para que empiece a gustarme. —Creí que te ayudaría relajarte —continuó Vincenzo sin dejar de sonreír. Serena se quejaba cada vez que iban a escalar, pero para cuando terminaban siempre tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro. Vincenzo había aprendido a escalar desde muy joven. Era una de las actividades favoritas de su padre, quien le había inculcado su pasión. Con el tiempo, la escalada se convirtió también en una manera de ayudarle a despejar su mente cada vez que se sentía sobrepasado por algo. —No estoy segura de esto —dijo Serena mirando la pared frente a ella mientras Vincenzo la ayudaba a colocarse el arnés de seguridad—. Puedo quedarme en el suelo y animart
Vincenzo acababa de llegar al juzgado cuando su celular empezó a sonar. —¿Angelo? —preguntó bajando del auto. —Tenemos problemas. Durante la noche alguien intentó entrar al refugio en el que Dania se está quedando. Soltó una maldición. —¿Tenemos certeza de que iban por Dania? —No. Los guardias no lograron capturar a nadie y sabemos que al menos la mitad de las mujeres del refugio están huyendo de alguien peligroso. —Sí, pero no todos cuentan con el dinero de Cosimo. Actuaremos como si él fuera el responsable, y pondrás a un par de hombres a vigilar a Dania. También investiga a los empleados. Hemos tomado todas las precauciones para que nadie sepa que Dania está allí. Si iban por ella, alguien debió revelar su paradero. —Estamos en ello. —Si descubres algo, ponme al tanto de inmediato. ¿Cómo van las investigaciones sobre Cosimo? —Aún no hemos encontrado nada que sea de mucha utilidad. El maldito se aseguró de ocultar bien todos sus trapos sucios. Nerea está escarbando tanto c
—¡Por la victoria! —gritó uno de sus colegas alzando su vaso en alto y todos los imitaron—. ¡Salud!Vincenzo bebió el contenido de su copa de un solo trago y disimuladamente miró el reloj en su muñeca.—Tienes una racha impresionante —comentó alguien. —Y espero mantenerme así —respondió, sonriendo.—Debo admitirlo —dijo otro—. Cuando te contrataron, tenía mis dudas de tus habilidades.Vincenzo no se tomó el comentario como ofensa. No era la primera vez fue una persona ponía en duda su capacidad. Era fácil para la gente asumir que estaba donde estaba, gracias a sus contactos. Y lo cierto era que nadie le había regalado nada. Había terminado la facultad de derecho con honores y había trabajado tan duro como cualquier otro por obtener el puesto.Su familia tenía el dinero para que él abriera su propio bufete, si eso era lo que quería, pero él había elegido trabajar bajo la dirección de alguien más, obtener experiencia y ganar reconocimiento.El licor no dejó de circular mientras muchos
Vincenzo esperó en silencio a que Serena dijera algo. Le había contado todo, desde el incidente cuando atrapó a Grazia antes de que se cayera hasta el momento en el que ella lo besó.Su relación apenas estaba fortaleciéndose, y temía que Serena dejara que sus miedos ganaran. Él le había demostrado que podía confiar en él, y en serio esperaba que lo hiciera esta vez.Si hubiera seguido de largo, en lugar de ofrecerse a llevarla, no se habría visto metido en aquel lío.—¡La voy a dejar sin cabello! —Serena se puso de un salto.El movimiento fue repentino y él no tuvo tiempo de detenerla. Serena se alejó rumbo a la habitación hecha una furia.Vincezo se apresuró a darle alcance. Cuando llegó a la habitación ella estaba colocándose un abrigo mientras despotricaba en contra de Grazia. Él no pudo entender la mayoría de cosas porque estaba hablando demasiado rápido. —Pecas…Serena se giró hacia él con un dedo en alto. —Ni una palabra.Sabía que sonreír solo le traería problemas, así que
—Tengo algo para ti —anunció Angelo del otro lado del teléfono.Vincenzo dejó de lado sus documentos y centro toda su atención en él.—¿De qué se trata?—Como sospechábamos, los rumores acerca de Cosimo no eran simples especulaciones. Hemos localizado a otra mujer, Priscilla. Ella tuvo la mala suerte de cruzarse con él hace unos tres años. Intentó presentar una denuncia por abuso sexual en su contra. Sin embargo, la policía se comportó de manera agresiva, presionándola hasta lograr que retirara la denuncia.—¿Entonces no hay ningún registro?—No. De no ser por algunos comentarios dispersos, jamás habríamos tenido conocimiento de esto. El resto de la información la obtuve de un oficial que, al parecer, carece de resistencia al alcohol.—¿Saben dónde está ella ahora?—Sí. Una camioneta se encuentra estacionada frente a su casa, vigilándola constantemente.—Mantenlo así, pero asegúrate de que nadie se acerque a ella. No queremos asustarla. Aún desconocemos los detalles exactos de lo que
El niño les dedicó una sonrisa y pronunció algunas palabras que a Vincenzo le resultaron un tanto incomprensibles.—Sí, mi amor. Son amigos. —Priscilla los miró—. Siéntense, por favor.Vincenzo y su esposa se acomodaron en el pequeño sofá y Priscilla se sentó frente a ellos. El pequeño empezó a inquietarse en brazos de su madre y ella no tuvo más opción que dejarlo en el suelo.El niño se permaneció en el mismo lugar durante unos instantes, como si estuviera evaluándolos con curiosidad Luego, comenzó a acercarse lentamente, extendiendo sus bracitos en dirección a Serena con una sonrisa encantadora. —¿Puedo? —preguntó Serena, mirando a Priscilla. La tensión persistía en el ambiente y no iba a arriesgarse a que ella los echara a la calle antes de que tuvieran oportunidad de explicarle porque estaban allí. —Sí.Serena no esperó que se lo repitiera, levantó al pequeño encantador y lo acomodó sobre sus piernas.—Oh, eres tan lindo —dijo Serena tocando la punta de su nariz con un dedo—
—No hay manera de que te deje ir, es peligroso —dijo Vincenzo después de que Serena le explicó su plan. —Tú no conoces la casa de mis padres como yo. —Pero seguro si me explicas donde está cada cosa, podré orientarme. —Quizás, pero no tienes una excusa válida para subir al segundo piso. Nada va a sucederme, no contigo cerca. —No lo suficiente para intervenir a tiempo. —Estaré bien. Vincenzo se resignó, sabía que no había nada que pudiera decir para hacerla cambiar de opinión, en especial porque ella estaba en lo cierto. —Aquí vamos —dijo estacionando el auto frente a la casa de los Castelli—. Te daré tanto tiempo como o pueda, pero procura no demorar mucho. Serena asintió. Un mayordomo los llevó hasta la sala donde los esperaba Alegra. —Qué sorpresa —dijo Alegra, sonriendo—. No esperaba vuestra visita. —Pasábamos por aquí cerca y pensé en venir a saludarlos. Ha pasado un tiempo desde que estuve en casa —dijo Serena. —Siempre tan impulsiva. Vincenzo miró a Alegra con cens
Minutos antes, Serena se quedó completamente petrificada mientras la puerta de la habitación de sus padres se abría. Debió suponer que, dada su mala suerte, sería su padre quien la atraparía. Él permaneció de pie en el umbral de la puerta, observándola con ojos de halcón.—Papá —saludó y se las arregló para sonreír, aun cuando por dentro era un manojo de nervios.—¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió él, escudriñando la habitación.—Vine a recoger mis pertenencias —explicó, acercándose a su maleta y mostrándosela—. Sin embargo, no pude encontrar algunas cosas. Pensé que mi mamá podría haberlas guardado aquí, ya que al parecer ha hecho algunos cambios en mi habitación.—¿Qué cosas?—Un juego de joyas que Vincenzo me regaló hace unos años. ¿Los has visto? Es un collar y una pulsera a juego. Su padre continuó sin mostrar ninguna expresión. Él se aproximó y extendió la mano.Serena sabía lo que quería y, sin titubear, le entregó su maleta. No es que allí fuera a encontrar nada que la del