Podría vivir para siempre en un lugar como éste.
El simple hecho de sentir la fresca brisa del viento que sopla entre los árboles, mientras me encuentro acostada bajo la sombra de uno de ellos escuchando "I Dont want to miss a thing de Aerosmith" en el IPod de Anthony, me hace no querer regresar pronto a casa. Lo que a la vez me hace pensar en cómo se encontrarían mis seis bellos chicos que dejé de ver hace tres días. No había recibido ninguna llamada de ellos. Era como si solo se hubieran esfumado, o simplemente me estaban dejando abandonar el nido a cómo muchas veces se los pedí.
Una sonrisa surca mis labios en cuanto sus rostros aparecen en mi mente. A pesar de ser una pobre niña sin madre, no había sido nada infeliz.
La vida nunca ha sido ni será perfecta, pero siempre hay personas en nuestro camino que tratan de volverla lo más agradable que les es posible para vernos felices. Aunque muchas veces persona importa
Dos horas después, los cuatro nos encontrábamos sentados en una mesa cerca de los grandes ventanales de vidrio de una heladería con estilo rústico. El lugar es agradable, las paredes y el piso son de madera de caoba, pintadas de color verde agua. Gente charla en las mesas cercanas, sobre caballos, haciendas gigantes; en el centro del sitio está ubicada una rockola que reproduce una canción del estilo country, lo que hace que me transporte a una de esas viejas películas de vaqueros del oeste.—¿Qué tipo de helado te gusta? —le pregunto a Caleb, inclinándome hacia él. Él me observa fijamente, tomándose su tiempo en contestar.Curiosamente había notado que el pequeño rubio de ojos negros había permitido que su tío lo tomara de la mano cuando bajó del auto. Me resultó extraño, puesto que Caleb había estado escapando de su tío cada vez que éste se le acercaba.—De limón —contestó en voz baja.—¿Y
Ya eran cerca de la 1 de la mañana, no podía dejar de dar vueltas de un lado a otro en la cama sin poder conciliar el sueño. Había perdido la cuenta de todas las veces que había visto el reloj, además de las repetidas veces en las que me levanté para ir a ver por la ventana. No podía dejar de morderme las uñas, mientras que mi corazón no dejaba de latir de una manera desenfrenada, amenazando con salirse de mi pecho. En mi cerebro se reproducían muchas imágenes de lo que le pudo haber ocurrido después de que se había ido.Nos dejó en el parque a eso de las 4 de la tarde. ¿A dónde había ido? ¿Qué lo hacía tardar tanto? Aún estaba dolida por el hecho de que no había logrado que me dijera algo, pero eso no me quitaba esa incomodidad que sentía al no saber nada de él; ¡Ni siquiera contestaba el puto teléfono!Salí de la cama como por enésima vez, pero en esta ocasión, caminé directo al pasillo hacia la habitación de Anthony. Llamo a su puerta y e
Narra Mason¿Por qué demonios se me ocurrió hacer esa tontería?Un interminable dolor atraviesa mi cabeza, gracias a la resaca. Nunca he sido bueno para tomar, había roto mi record de dos años sin embriagarme a como lo había hecho en la noche; pero como siempre, lo bueno no dura para siempre, fue solo cuestión de reunirme con Corbin nuevamente, para caer en la tentación; el idiota de mi ex mejor amigo me había persuadido con facilidad para que lo acompañara a tomarse unos tragos. De algo estaba seguro, no lo volvería hacer.No me acordaba de nada de lo que había sucedido la noche anterior, lo único que sé, es que me desperté esta mañana en la cama de Anthony, mientras que él estaba en el piso, envuelto en un montón de cobijas, balbuceando el nombre de Isabella. ¿Quién carajos es Isabella? Y ¿Por qué amanecí en la habitación de mi hermano?Salgo de la cocina sosteniendo una bolsa de hi
-Cuida de ella -Mason me apretó a su cuerpo justo después de que mi padre abriera la puerta de mi casa y me observara con el brazo enyesado-. ¿Ésta es la definición que tienes de cuidar de ella?-Lo siento mucho, señor. No fue mi intención.Hundí mi rostro en el cuello de mi novio, conteniéndome de las ganas de reír, mientras éste no hacía otra cosa que disculparse con mi padre una y otra vez a la vez que retrocedía, aun sosteniéndome en sus brazos.Después de una dolorosa despedida, habíamos vuelto a Kentucky esa mañana; Mason no dejó de hablar durante todo el camino sobre lo mal que la iba a pasar en cuanto mi padre y mis hermanos me viesen con el brazo así, por lo que, cuando estacionó frente a mi casa, insistió en cargarme hasta la puerta -no porque quisiese verse como algo romántico- si no, porque el muy cretino quería usarme como escudo. Y ahora, al ver la manera en la que mi padre apretaba su maletín de doctor, a la vez que lo fulminaba con la mirada, sabía
¿Dos dedos? No, no entraban.¿Tal vez uno? Casi... ya casi estaba.Dejé escapar un sonoro suspiro de alivio cuando pude sentir esa pequeña incomodidad disminuir... pero un solo dedo no me fue suficiente para llegar hasta el lugar indicado, puesto que la picazón que sentía bajo el yeso que aún llevaba en mi brazo, había arremetido con mucha más fuerza.Escuché una carcajada burbujear de los labios de Trevor mientras caminaba en mi dirección. Yo me encontraba sentada en un solitario pasillo, tratando de calmar el ardor que sentía en mi brazo, mientras a unos salones más allá, mi clase de Historia Egipcia se llevaba a cabo. Trevor se dejó caer a mi lado, tomó mi mano y la alejó de mi yeso, viéndome con el entrecejo fruncido.—No hagas eso, linda Tessa.—Me pica —hice un mohín, tratando de alejar mi mano de la suya, para volver en mi propio rescate.—Déjame ayudarte; aunque debo de
Seis meses después No podía dejar de carcajearme mientras escuchaba a Allan lanzarme maldiciones a través de su puerta cerrada. Retrocedí, hasta pegar mi espalda contra la puerta de mi habitación, sintiéndome orgullosa de haber logrado mi objetivo.—¡Maldita sea, Gabriella! ¡Abre la puta puerta! ¿Acaso pretendes que no llegue a tiempo a tomar el vuelo? —refunfuñó, sin dejar de mover la perilla de su puerta.Puse los ojos en blanco mientras me giraba a abrir mi puerta; estaba verdaderamente molesto, puesto que nunca solía llamarme por mi segundo nombre.—Cuando dejes de ser un cretino, entonces te dejaré salir.—¡Tessa! ¿Sí recuerdas que yo también estoy aquí? —gritó Teresa, golpeando la pared con ambos puños.Una sonrisa llena de satisfacción recorrió mi rostro. Así era justo como deseaba verlos, completamente encerrados hasta que lograran resolver sus broncas.
Sus labios recorrían mi cuello, mientras yo enredaba mis dedos en su cabello. Mordí mi labio inferior, sintiendo como mi cuerpo era recorrido por un sinfín de espasmos por sus caricias.Mi espalda se encontraba presionada contra la pared al lado de los escalones, mientras que mis piernas rodeaban su cintura. Él daba pequeños pasos intentando llegar al piso superior inútilmente. Sus manos encontraron el dobladillo de mi camisa, donde la arrastró con desesperación hacia arriba, levanté mis brazos sobre mi cabeza, permitiendo que terminara por sacarla.Sus ojos barrieron mi cuerpo con lentitud, a la vez que una enorme sonrisa se abría paso en sus hinchados labios. Le regresé la sonrisa con un deje de timidez, mientras escuchaba a mi estúpido teléfono sonar en mis pantalones.Sus dedos recorrieron mi mandíbula, mientras sus oscuras piedras volcánicas continuaban observando mi cuerpo.—¿No contestarás? —arguyó mien
Ladee la cabeza incapaz de poder alejar mi mirada de la suya. Nunca la había visto, pero algo me hacía sentir que conocía esos ojos grises de toda la vida.La mujer continuaba observándome, sin perderse de cada detalle de mi rostro como si temiera que fuese a desaparecer en cualquier segundo. Tragué saliva con fuerza, mientras me sostenía del respaldo de la silla que estaba frente a ella. De pronto, mis extremidades habían dejado de funcionar, intentando casi lanzarme al suelo. No era posible, eso tenía que ser una gran casualidad.Sí. El simple hecho de que sus ojos y sus rasgos eran prácticamente idénticos a los míos, debía de ser mera casualidad.—¿Quién es usted? —argüí con voz ronca.—Soy la persona que crees que soy, Tessa —continuó hablando de forma natural—. Y necesito que me permitas hablar contigo. ¿Podemos ir a otro lugar?Negué con la cabeza una y otra vez, sintiendo de pronto como mis pulmones comenzaban a picar ante la es