—¿Todo está bien? —pregunta Mason en cuanto regresa del baño, secando las gotas de agua que se pasean por su bien torneado pecho, hasta desaparecer en el dobladillo de su pijama gris. Sacudo la cabeza y me obligo a levantar mi mirada, una maliciosa sonrisa se dibuja en sus labios, pasa la toalla por su cabello rubio y luego la tira a mi rostro.
Me rio y se la lanzo de regreso, a lo que él la esquiva y me la vuelve a lanzar. Giro sobre la cama para esquivarla, y lo que consigo es caerme envuelta en las sábanas, golpeando mi espalda.
—Ow, ow, ow. Lo siento bebé —se disculpa, poniéndose serio.
Pateo las cobijas para quitármelas de encima, y él se acerca a ayudarme a levantarme. Tomo la mano que me ofrece para después darle un jalón, consiguiendo con ello que caiga sobre mí, soltando una carcajada.
Colocó sus manos a cada lado de mi rostro, impidiendo con ello que su peso aplastara mi cuerpo por completo. Su mirada se clavó en mis labios,
Mason me ama... él lo dijo otra vez, no lo soñé. Lo dijo con su hermosa boca.Desde ese momento, mis mariposas dragones no habían dejado de revolotear en mi estómago. Porque sí, ya las dichosas mariposas habían mutado, y ya no eran unas simples y tiernas maripositas que rondaban mi estómago. Ahora se habían convertido en dragones que amenazaban con hacerme saltar sobre Mason cada vez que lo tenía cerca.Después de haber llorado tanto, había vuelto a la normalidad y se había quedado dormido, sosteniéndome en sus brazos. No me importó el hecho de que había ocasiones en las que me apretaba con tanta fuerza que amenazaba con romperme algún musculo. No es que sea masoquista, pero sabía que me necesitaba. Y yo estaría ahí, para él.Esta mañana cuando desperté, me encontraba sola, con una nota en su almohada que decía, "Estoy en el corral". Así que me duché lo más rápido que pude para ir en su búsqueda. Solo necesitaba cerc
—¿Qué miras? —le pregunto a Caleb.Lo observo con curiosidad al notar la manera en la que se apoya con sus pequeñas manos en la hierba de bajo de un árbol de melocotones en el jardín delantero de la casa. Mantiene su cabeza hacia atrás, mirando detenidamente hacia las nubes. Señala con su índice hacia el cielo, sin molestarse en abrir su boca para contestar.—¿El cielo? —él solo asiente en respuesta.Sonrío de medio lado sin despegar mi mirada de él. Me agrada este niño, aún no había escuchado su voz, pero es tan diferente, que me hace sentir un cariño especial hacia él. No es que no sintiera cariño hacia Gael, pero es que ese pequeño rubio no me había quitado la mirada de encima desde que nos sentamos aquí, lo que comenzaba a ponerme nerviosa.—¿Te gusta el cielo?Él vuelve a asentir.Me vuelvo hacia Gael, dándome por vencida con Caleb, nunca iba a hablarme, así me pusiera a ha
Podría vivir para siempre en un lugar como éste.El simple hecho de sentir la fresca brisa del viento que sopla entre los árboles, mientras me encuentro acostada bajo la sombra de uno de ellos escuchando "I Dont want to miss a thing de Aerosmith" en el IPod de Anthony, me hace no querer regresar pronto a casa. Lo que a la vez me hace pensar en cómo se encontrarían mis seis bellos chicos que dejé de ver hace tres días. No había recibido ninguna llamada de ellos. Era como si solo se hubieran esfumado, o simplemente me estaban dejando abandonar el nido a cómo muchas veces se los pedí.Una sonrisa surca mis labios en cuanto sus rostros aparecen en mi mente. A pesar de ser una pobre niña sin madre, no había sido nada infeliz.La vida nunca ha sido ni será perfecta, pero siempre hay personas en nuestro camino que tratan de volverla lo más agradable que les es posible para vernos felices. Aunque muchas veces persona importa
Dos horas después, los cuatro nos encontrábamos sentados en una mesa cerca de los grandes ventanales de vidrio de una heladería con estilo rústico. El lugar es agradable, las paredes y el piso son de madera de caoba, pintadas de color verde agua. Gente charla en las mesas cercanas, sobre caballos, haciendas gigantes; en el centro del sitio está ubicada una rockola que reproduce una canción del estilo country, lo que hace que me transporte a una de esas viejas películas de vaqueros del oeste.—¿Qué tipo de helado te gusta? —le pregunto a Caleb, inclinándome hacia él. Él me observa fijamente, tomándose su tiempo en contestar.Curiosamente había notado que el pequeño rubio de ojos negros había permitido que su tío lo tomara de la mano cuando bajó del auto. Me resultó extraño, puesto que Caleb había estado escapando de su tío cada vez que éste se le acercaba.—De limón —contestó en voz baja.—¿Y
Ya eran cerca de la 1 de la mañana, no podía dejar de dar vueltas de un lado a otro en la cama sin poder conciliar el sueño. Había perdido la cuenta de todas las veces que había visto el reloj, además de las repetidas veces en las que me levanté para ir a ver por la ventana. No podía dejar de morderme las uñas, mientras que mi corazón no dejaba de latir de una manera desenfrenada, amenazando con salirse de mi pecho. En mi cerebro se reproducían muchas imágenes de lo que le pudo haber ocurrido después de que se había ido.Nos dejó en el parque a eso de las 4 de la tarde. ¿A dónde había ido? ¿Qué lo hacía tardar tanto? Aún estaba dolida por el hecho de que no había logrado que me dijera algo, pero eso no me quitaba esa incomodidad que sentía al no saber nada de él; ¡Ni siquiera contestaba el puto teléfono!Salí de la cama como por enésima vez, pero en esta ocasión, caminé directo al pasillo hacia la habitación de Anthony. Llamo a su puerta y e
Narra Mason¿Por qué demonios se me ocurrió hacer esa tontería?Un interminable dolor atraviesa mi cabeza, gracias a la resaca. Nunca he sido bueno para tomar, había roto mi record de dos años sin embriagarme a como lo había hecho en la noche; pero como siempre, lo bueno no dura para siempre, fue solo cuestión de reunirme con Corbin nuevamente, para caer en la tentación; el idiota de mi ex mejor amigo me había persuadido con facilidad para que lo acompañara a tomarse unos tragos. De algo estaba seguro, no lo volvería hacer.No me acordaba de nada de lo que había sucedido la noche anterior, lo único que sé, es que me desperté esta mañana en la cama de Anthony, mientras que él estaba en el piso, envuelto en un montón de cobijas, balbuceando el nombre de Isabella. ¿Quién carajos es Isabella? Y ¿Por qué amanecí en la habitación de mi hermano?Salgo de la cocina sosteniendo una bolsa de hi
-Cuida de ella -Mason me apretó a su cuerpo justo después de que mi padre abriera la puerta de mi casa y me observara con el brazo enyesado-. ¿Ésta es la definición que tienes de cuidar de ella?-Lo siento mucho, señor. No fue mi intención.Hundí mi rostro en el cuello de mi novio, conteniéndome de las ganas de reír, mientras éste no hacía otra cosa que disculparse con mi padre una y otra vez a la vez que retrocedía, aun sosteniéndome en sus brazos.Después de una dolorosa despedida, habíamos vuelto a Kentucky esa mañana; Mason no dejó de hablar durante todo el camino sobre lo mal que la iba a pasar en cuanto mi padre y mis hermanos me viesen con el brazo así, por lo que, cuando estacionó frente a mi casa, insistió en cargarme hasta la puerta -no porque quisiese verse como algo romántico- si no, porque el muy cretino quería usarme como escudo. Y ahora, al ver la manera en la que mi padre apretaba su maletín de doctor, a la vez que lo fulminaba con la mirada, sabía
¿Dos dedos? No, no entraban.¿Tal vez uno? Casi... ya casi estaba.Dejé escapar un sonoro suspiro de alivio cuando pude sentir esa pequeña incomodidad disminuir... pero un solo dedo no me fue suficiente para llegar hasta el lugar indicado, puesto que la picazón que sentía bajo el yeso que aún llevaba en mi brazo, había arremetido con mucha más fuerza.Escuché una carcajada burbujear de los labios de Trevor mientras caminaba en mi dirección. Yo me encontraba sentada en un solitario pasillo, tratando de calmar el ardor que sentía en mi brazo, mientras a unos salones más allá, mi clase de Historia Egipcia se llevaba a cabo. Trevor se dejó caer a mi lado, tomó mi mano y la alejó de mi yeso, viéndome con el entrecejo fruncido.—No hagas eso, linda Tessa.—Me pica —hice un mohín, tratando de alejar mi mano de la suya, para volver en mi propio rescate.—Déjame ayudarte; aunque debo de