Narra Tessa
Tres de la mañana.
Las luces de mi casa estaban apagadas.
Theo y yo nos detuvimos en el pórtico de la casa, mientras me buscaba las llaves en uno de los bolsillos. Mis manos no dejaban de temblar al revivir en mi mente una y otra vez lo que habíamos pasado esa noche; nunca antes me había asustado tanto, a cómo lo había hecho en ese trayecto de tiempo.
Casi habíamos sido atrapados por la policía, pero entonces Mason me ordenó —sí, el muy idiota no me pidió, ¡Me ordenó! —, que condujera en zic zac. Por un breve momento había sentido las manos engarrotadas y el corazón a punto de detenerse ante la adrenalina de saber que estaba conduciendo en sentido opuesto, aún podía sentir en mis oídos el constante ruido de las bocinas de los otros autos, cada vez que invadía su carril. Pero ahora que lo pensaba, si no lo hubiese hecho así, justo ahora estuviéramos los tres, metidos en una f
Narra Tessa—¡Tessa Gabriella Brown!Se preguntarán, ¿Qué carajos fue ese grito? Porque sí, desgraciadamente para mí y para mis tímpanos, fue uno de los peores gritos que le había escuchado a mi padre. ¿El motivo para que dijera mi nombre completo? Nada importante, sólo le había comunicado en su estudio —claro, después de llevarle una taza de café, unas galletas que "tomé prestadas" de la cafetería de Robert más el periódico— que me iría con mi novio por una semana completa a Tennessee. Nada del otro mundo en realidad, pero al notar su nariz roja y su respiración irregular, asumí que no le había caído bien la noticia.—¿Cómo puedes venir a decirme así sin más que vas a irte por una semana completa con tu novio, sepa Dios quien sabe a dónde?Lo miré a los ojos... esas enormes pupilas marrones me veían con furia, mientras que yo trataba de sonreír de la manera más dulce posible. Miré el p
Hacía años había dejado la manía de morderme las uñas; por lo general sólo lo hacía cuando estaba nerviosa, o cuando iba a presentar un examen en el instituto, pero un día dije que quería madurar al decidir dejar esa horrible manía en el pasado. Pero como todo tiene su fin, hasta esta noche me había llegado el gusto de tener mis uñas largas.Mis dedos se veían horrendos, me sentía incapaz de alejar mis ahora cortas uñas de la amenaza que resultaban ser mis dientes. Mi corazón se sentía desbocado, y un hormigueo no dejaba de recorrer mi cuerpo mientras Mason estacionaba frente a una enorme casa de campo. ¡Y yo que pensaba que mi casa era grande! Ésta bien podía triplicar el tamaño de la mía, ¿Cuántas habitaciones tenía? ¿15?La casa contaba con gigantescos jardines con árboles frutales en ellos, incluso, aún con la poca luz que teníamos, podía observar una gran fuente en el centro del jardín. El sitio se encontraba a las afueras de la ciudad,
—¿Todo está bien? —pregunta Mason en cuanto regresa del baño, secando las gotas de agua que se pasean por su bien torneado pecho, hasta desaparecer en el dobladillo de su pijama gris. Sacudo la cabeza y me obligo a levantar mi mirada, una maliciosa sonrisa se dibuja en sus labios, pasa la toalla por su cabello rubio y luego la tira a mi rostro.Me rio y se la lanzo de regreso, a lo que él la esquiva y me la vuelve a lanzar. Giro sobre la cama para esquivarla, y lo que consigo es caerme envuelta en las sábanas, golpeando mi espalda.—Ow, ow, ow. Lo siento bebé —se disculpa, poniéndose serio.Pateo las cobijas para quitármelas de encima, y él se acerca a ayudarme a levantarme. Tomo la mano que me ofrece para después darle un jalón, consiguiendo con ello que caiga sobre mí, soltando una carcajada.Colocó sus manos a cada lado de mi rostro, impidiendo con ello que su peso aplastara mi cuerpo por completo. Su mirada se clavó en mis labios,
Mason me ama... él lo dijo otra vez, no lo soñé. Lo dijo con su hermosa boca.Desde ese momento, mis mariposas dragones no habían dejado de revolotear en mi estómago. Porque sí, ya las dichosas mariposas habían mutado, y ya no eran unas simples y tiernas maripositas que rondaban mi estómago. Ahora se habían convertido en dragones que amenazaban con hacerme saltar sobre Mason cada vez que lo tenía cerca.Después de haber llorado tanto, había vuelto a la normalidad y se había quedado dormido, sosteniéndome en sus brazos. No me importó el hecho de que había ocasiones en las que me apretaba con tanta fuerza que amenazaba con romperme algún musculo. No es que sea masoquista, pero sabía que me necesitaba. Y yo estaría ahí, para él.Esta mañana cuando desperté, me encontraba sola, con una nota en su almohada que decía, "Estoy en el corral". Así que me duché lo más rápido que pude para ir en su búsqueda. Solo necesitaba cerc
—¿Qué miras? —le pregunto a Caleb.Lo observo con curiosidad al notar la manera en la que se apoya con sus pequeñas manos en la hierba de bajo de un árbol de melocotones en el jardín delantero de la casa. Mantiene su cabeza hacia atrás, mirando detenidamente hacia las nubes. Señala con su índice hacia el cielo, sin molestarse en abrir su boca para contestar.—¿El cielo? —él solo asiente en respuesta.Sonrío de medio lado sin despegar mi mirada de él. Me agrada este niño, aún no había escuchado su voz, pero es tan diferente, que me hace sentir un cariño especial hacia él. No es que no sintiera cariño hacia Gael, pero es que ese pequeño rubio no me había quitado la mirada de encima desde que nos sentamos aquí, lo que comenzaba a ponerme nerviosa.—¿Te gusta el cielo?Él vuelve a asentir.Me vuelvo hacia Gael, dándome por vencida con Caleb, nunca iba a hablarme, así me pusiera a ha
Podría vivir para siempre en un lugar como éste.El simple hecho de sentir la fresca brisa del viento que sopla entre los árboles, mientras me encuentro acostada bajo la sombra de uno de ellos escuchando "I Dont want to miss a thing de Aerosmith" en el IPod de Anthony, me hace no querer regresar pronto a casa. Lo que a la vez me hace pensar en cómo se encontrarían mis seis bellos chicos que dejé de ver hace tres días. No había recibido ninguna llamada de ellos. Era como si solo se hubieran esfumado, o simplemente me estaban dejando abandonar el nido a cómo muchas veces se los pedí.Una sonrisa surca mis labios en cuanto sus rostros aparecen en mi mente. A pesar de ser una pobre niña sin madre, no había sido nada infeliz.La vida nunca ha sido ni será perfecta, pero siempre hay personas en nuestro camino que tratan de volverla lo más agradable que les es posible para vernos felices. Aunque muchas veces persona importa
Dos horas después, los cuatro nos encontrábamos sentados en una mesa cerca de los grandes ventanales de vidrio de una heladería con estilo rústico. El lugar es agradable, las paredes y el piso son de madera de caoba, pintadas de color verde agua. Gente charla en las mesas cercanas, sobre caballos, haciendas gigantes; en el centro del sitio está ubicada una rockola que reproduce una canción del estilo country, lo que hace que me transporte a una de esas viejas películas de vaqueros del oeste.—¿Qué tipo de helado te gusta? —le pregunto a Caleb, inclinándome hacia él. Él me observa fijamente, tomándose su tiempo en contestar.Curiosamente había notado que el pequeño rubio de ojos negros había permitido que su tío lo tomara de la mano cuando bajó del auto. Me resultó extraño, puesto que Caleb había estado escapando de su tío cada vez que éste se le acercaba.—De limón —contestó en voz baja.—¿Y
Ya eran cerca de la 1 de la mañana, no podía dejar de dar vueltas de un lado a otro en la cama sin poder conciliar el sueño. Había perdido la cuenta de todas las veces que había visto el reloj, además de las repetidas veces en las que me levanté para ir a ver por la ventana. No podía dejar de morderme las uñas, mientras que mi corazón no dejaba de latir de una manera desenfrenada, amenazando con salirse de mi pecho. En mi cerebro se reproducían muchas imágenes de lo que le pudo haber ocurrido después de que se había ido.Nos dejó en el parque a eso de las 4 de la tarde. ¿A dónde había ido? ¿Qué lo hacía tardar tanto? Aún estaba dolida por el hecho de que no había logrado que me dijera algo, pero eso no me quitaba esa incomodidad que sentía al no saber nada de él; ¡Ni siquiera contestaba el puto teléfono!Salí de la cama como por enésima vez, pero en esta ocasión, caminé directo al pasillo hacia la habitación de Anthony. Llamo a su puerta y e