Muchos han atentado contra mi existencia sin éxito, los centinelas están clamando por ver mi cabeza rodar, deleitándose con la posibilidad de ver mi sangre oscura, derramarse. ¡Yo soy el último nacido del linaje maldito! El último Dios de una obra corrompida, enviado con el único propósito de desatar y esparcir mi maldición por la tierra, algo que inicialmente me negaba, pero que terminé por aceptar. En mi mente sigue persistiendo un nombre y su dueño es a quien quiero erradicar de una vez por todas y para siempre de este mundo, ¡matarlo hasta que no quede restos de su asquerosa existencia! Adrián, mi enemigo jurado, heredero de la sangre de nuestros antiguos y peores adversarios: los centinelas. Ellos son cazadores infecciosos que se hacen llamar guerreros de la luz sobre el mal. Los centinelas asesinaron en mí la humanidad cuando me arrancaron a Estefanía, la indujeron a otro sendero lejos de mí, provocando que ella misma acabara con su vida, llevándose con ella el fruto qu
Kalia Palacios. No había sido una tarea fácil abandonar la presencia de Tristán; la sensual proscrita, esbozó una sonrisa triunfal cuando se le escabulló. Si de algo podía hacer alarde, era de esa exquisita capacidad de desaparecer sigilosamente entre la noche. Kalia se envolvió en la neblina nocturna y emprendió su camino hacia la casa de Victoria. Al llegar, se refugió entre los arbustos que rodeaban la casa, se elevó y cayó en el balcón de Alberto Montesinos con agilidad. A través del cristal lo contempló mientras dormía plácido. Kalia sonrió y sus colmillos de marfil resplandecían bajo la luz de la luna. —Un pedazo de tu alma… “Reencarnación de Estefanía” —exclamó la malvada hija de la noche con satisfacción al percibir el noble individuo que Victoria amaba como progenitor. —Tu voluntad será desvanecida, cada lágrima de sangre que he derramado te las cobraré con la vida de cada ser humano que ames —reflexionaba mientras se deleitaba con la mirada que le brindaba el cri
Todos los perros comenzaron a aullar de manera desgarradora, Abby empezó a murmurar unas palabras en arameo, logrando que Luthzer se le crispara el rostro pálido. Vi sus intenciones, la iba a lastimar. Me interpuse y me abalancé sobre él, cayendo los dos lejos de Abby. Luthzer me agarró del cuello y me lanzó contra el suelo fácilmente. —¿Crees que dispone de la capacidad para enfrentarme? —La ten… tendré —dije con dificultad. Luthzer me acercó a él y me tomó por los cabellos como si me fuera a arrancar el cuero cabelludo. —No la tendrás —me aseguró—. En aquel momento coloqué mis palmas en su pecho y permití que mi naturaleza recién adquirida hiciera lo suyo, quemándole la piel lechosa
Victoria.Días después. Mi abuela me brindó ayuda para comprender mi nueva naturaleza y me prohibió ir al Renacer para enfrentarme a Kalia. Esta petición me costó obedecerla, pero Tristán estaba desaparecido y me aturdía. Parecía que Arantxa había llegado a un paréntesis de tranquilidad en el que se había asignado la tarea de escabullirse. Abby me indicaba que la tranquilidad aparente se originó en la revelación de Alyan en la noche en la que nos rescató de Luthzer. Asimismo, me indicó que era fundamental que me alejara de los bandos y luchar por alejarme, aunque sea un poco mi afecto hacia Adrián, con el propósito de comprender los designios. En ese momento, mi pregunta era… ¿Sería capaz de comprender los designios? ¿De qué manera lo conseguía? Salí de casa y me senté en la grama del enorme patio trasero, absorbiendo el olor de los preparados de mi abuela que me tocaban desde lejos. Me fui recostando hasta que mi vista quedó fija en el cielo azul. Dentro de mis pensamientos s
Fuimos al patio trasero, que era bastante amplio y aislado; ahí no llegaban los curiosos. —¿Lista? —Eso opino… —Agnes sonrío y me guiño el ojo. —Sé que algunos del bando contrario ya te han dado un introductorio, pero en defensa yo quiero que te concentres y resaltes los dones que posees —puso en marcha su clase. La expresión de Agnes fue cambiando repentinamente y la tenses borró de golpe la sonrisa que adornaba su cara. Se levantó del suelo con la rapidez de un leopardo. Comencé a mirar furtivamente por todo el patio, mi padre aún estaba internado en el despacho, y ni siquiera se veían rastros de Alexandra y Abby. —¿Qué sucede Agnes? —le pregunté rápidamente. —Estoy sintiendo la presencia de un hijo de la noche, ¡de un asqueroso hereje! —declaró. Los ojos experimentaron una alteración, evidenciando una actitud perspicaz. —No te ofusques, bájale; no siento que sea maligno —le aseguré, sabiendo dentro de mí que se trataba de Tristán, pero mis palabras, aunque
Me quedé observando a ambas con una sonrisa amplia, sorprendida por cómo mi sangre no solo había hecho psíquica a Abby, sino que además le había permitido dominar el español con tanta rapidez y fluidez. Abby tomó la iniciativa tras las palabras de Alexandra y comenzó a arreglar un morral con ropa suficiente para una noche.—Voy encendiendo el carro —anunció Alexandra, dejándome a solas con Abby.Abby apenas esperó a que Alexandra saliera para girarse hacia mí con expresión seria.—Ni se te ocurra —dijo, con un tono que no admitía discusión.—¿Ni se me ocurra qué, Abby?—Darle más sangre a Tristán.La intensidad de sus palabras me dejó helada.—¿Por qué dices eso? —pregunté, desconcertada.—Porque puedo ver cosas que tú no —respondió, como si fuera lo más evidente del mundo—. Y sé que, aunque te lo diga, vas a ignorarme y lo harás de todos modos.—Abby, el sol empieza a dañarlo. No puedo quedarme sin hacer nada.—Lo entiendo —respondió con un suspiro, pero su voz no perdió firmeza—. Aun
—Lo intento, pero no puedo… Victoria, aunque no lo creas, no soy de piedra. A veces las emociones, muchas de ellas oscuras, me arrastran. Cuando te veo, lo primero que percibo es tu amor por el centinela, aunque sé que para estar juntos les espera un largo camino.—No vine aquí para hablar de él… Entre Adrián y yo no puede haber nada.—Eso no te lo crees ni tú misma. Puedo sentir el fuego que llevas dentro; te consume. Adrián, te quema, aunque no lo admitas.—¡Si vas a seguir con eso, será mejor que regresemos!—No te enojes. A mí me gusta que sientas amor; es lo que te mantiene arraigada a la humanidad. Siempre me preocuparé por aquello que intente apagarte.—Aun así, te pido que no lo menciones más.—Solo intento distinguir qué es borroso y qué es claro.—Tristán, ya no busques el dolor en mí.Esta vez fui yo quien acarició su rostro. Su piel, cálida y suave bajo mis dedos, parecía contradecir la fuerza que emanaba de él. Pero, mientras lo hacía, las imágenes de Kalia y Romina irrum
—¡Victoria, corre! ¡Los buitres ya vienen! Han estado acechando, esperando el momento en que bajemos la guardia. Tenías razón… No habrá piedad. Ha llegado la hora de pagar.—¿Y crees que voy a huir y dejarte aquí solo? ¡Estás delirando!—¡Vete! Yo sé cómo enfrentar esto.—¡Cállate, Tristán! —le grité, aferrándome con fuerza a su pecho. En ese instante, la lluvia comenzó a caer con furia, y el paisaje, antes sereno, se tornó hostil y amenazante.—Si perdemos la confianza en nosotros, entonces si estaremos perdidos… —susurré, mis labios apenas rozando los suyos.—No tienes idea de lo que nos espera… No sé si podré soportarlo. Pero hay algo de lo que sí estoy seguro: vale la pena… Por ti, todo, Victoria. —Su voz tembló por un instante, y luego su expresión cambió. Sus ojos reflejaron algo oscuro, un rastro de temor que no había visto antes. Algo lo alteraba. El mal estaba cerca.—Se están acercando… Nos quieren a los dos, puedo sentir sus garras. ¡Debes huir ahora!—¡No lo haré! ¿Qué par