CAPÍTULO 15

—Así que este es el famoso Gabriel —miró a Isabela y le dedicó una sonrisa claramente forzada que no ocultaba su desdén—. No puedo creer que hayas logrado encontrar a alguien después de… todo lo sucedido.

Isabela sintió que la rabia comenzaba a burbujear peligrosamente en su interior ante el comentario malintencionado, pero Gabriel, percibiendo su tensión, la tomó de la mano con firmeza, dándole un apretón tranquilizador que le recordaba que ya no estaba sola—. Es un placer conocerte, Gabriel —añadió, con una sonrisa calculada que no alcanzaba a iluminar sus ojos fríos y calculadores.

—El gusto es mío, señora —respondió Gabriel con una cortesía impecable mientras presionaba suavemente la mano de aquella mujer.

—Bueno, como ya estamos todos reunidos, propongo que pasemos a la mesa —anunció, intentando disipar la tensión que se había formado en el ambiente. El mayordomo, que había servido a la familia durante décadas, comenzó a indicar sutilmente el camino hacia el comedor principal.

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