—Así que este es el famoso Gabriel —miró a Isabela y le dedicó una sonrisa claramente forzada que no ocultaba su desdén—. No puedo creer que hayas logrado encontrar a alguien después de… todo lo sucedido.Isabela sintió que la rabia comenzaba a burbujear peligrosamente en su interior ante el comentario malintencionado, pero Gabriel, percibiendo su tensión, la tomó de la mano con firmeza, dándole un apretón tranquilizador que le recordaba que ya no estaba sola—. Es un placer conocerte, Gabriel —añadió, con una sonrisa calculada que no alcanzaba a iluminar sus ojos fríos y calculadores.—El gusto es mío, señora —respondió Gabriel con una cortesía impecable mientras presionaba suavemente la mano de aquella mujer.—Bueno, como ya estamos todos reunidos, propongo que pasemos a la mesa —anunció, intentando disipar la tensión que se había formado en el ambiente. El mayordomo, que había servido a la familia durante décadas, comenzó a indicar sutilmente el camino hacia el comedor principal.Er
El silencio en la mesa se volvió tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Todos los familiares permanecían callados, procesando la brutal honestidad de las palabras de Isabela.—Isabela, ¿es que aún te duele que me haya casado con Rafa? Hablas con tanto resentimiento que, deja claro que aún estás dolida.—Por favor, que te diga las verdades no quiere decir que estoy dolida, querida hermana —hizo una pausa y miró a Rafael con una sonrisa.—Yo de ti, mejor le preguntaría a tu esposo si me ha superado.Los familiares cubrieron la boca para no murmura y reírse ahí mismo—. Porque yo, lo he superado completamente —aseguró con convicción.—Pues no parece —dijo su padre furioso esperando que ese tema se cerrará.—Lo que sucedió es algo que ya no me causa ni el más mínimo dolor o perturbación —dirigió una mirada llena de amor hacia Gabriel, quien permanecía en silencio—, pero siempre es saludable refrescar la memoria de aquellas que se consideran moralmente superiores cuando en realidad
La importante reconstrucción Victoria continuó avanzando según lo planeado, y paralelamente, la fascinante historia sobre Elizabeth y su arquitecto también seguía desenvolviéndose.Ahora Isabela se deleitaba escuchando esa romántica historia que Gabriel compartía con pasión en cada momento oportuno, encontrando paralelos sorprendentes con su propia historia de amor.Durante esa misma semana, poco antes de las celebraciones de año nuevo, Gabriel viajó a Madrid por compromisos profesionales. Aprovechó para reunirse con su hermano, con quien discutió extensamente sobre nuevos y prometedores proyectos empresariales, y juntos consideraron la posibilidad de pasar las festividades de fin de año en familia.La temporal ausencia de Gabriel mantenía a Isabela en un estado de constante inquietud y añoranza. Para empeorar la situación, Daniel no cesaba en sus persistentes intentos por conseguir una nueva oportunidad con ella. Como parte de su estrategia, había inaugurado estratégicamente una sucu
Las horas pasaron lentas mientras transformaba su café en un rincón navideño. Colocó pequeños abetos en las mesas, colgó estrellas doradas del techo y dispuso velas aromáticas estratégicamente. Poco a poco el local iba dando una forma mágica navideña.Cuando llegó al último tramo de luces para el escaparate, ya eran casi las nueve de la noche. Fue entonces, mientras ajustaba la última sección de luces, cuando lo vio en el reflejo del cristal: un hombre alto y abrigo negro, con una bufanda blanca y muy abrigada envuelta en su cuello. Aquel extraño se había detenido al otro lado de la ventana y quién sabe desde cuándo la estaría contemplando. En cualquier otra circunstancia, quizás se habría sentido intimidada por un desconocido observándola a esa hora, y de esa forma, pero había algo en su mirada que la mantuvo inmóvil e hipnotizada.En el momento que sus ojos se encontraron a través del reflejo, Helena sintió una extraña conexión, como si alguien dentro de ella hubiera presionado un b
Mientras preparaban el local para abrir, Helena le contó a María sobre Marcos, sobre la conexión instantánea que sintió, sobre la manera en que hablaron como si se conocieran de toda la vida.—¿Y dices que volverá hoy? —preguntó María, arreglando los pasteles en la vitrina.—Eso dijo —respondió Helena, intentando que su voz no revelara la ansiedad que sentía—. Aunque probablemente solo estaba siendo cortés. Que yo haya sentido esa conexión, no quiere decir que él también —suspiró.—Pues, lo descubriremos al finalizar el día.La mañana transcurrió con el ajetreo habitual. El café se llenó de clientes que buscaban refugiarse del frío. El aroma a pan recién horneado y chocolate caliente que flotaba en el aire los invitaba a adentrarse a ese local.Helena se mantuvo ocupada entre pedidos y preparaciones. Pero en los momentos que tenía descanso, no podía evitar mirar con ansiedad hacia la puerta en el momento que sonaba la campanilla.Cerca del mediodía, mientras Helena decoraba unas galle
—¿Vamos a entrar? ¿Es legal? —inquirió Helena, mirando a su alrededor.—Completamente legal —aseguró él, abriendo una puerta lateral—. Soy el arquitecto a cargo de la restauración.El interior del palacio era un testimonio del esplendor pasado de Madrid. Incluso en la penumbra, Helena podía distinguir los elaborados frescos en los techos y las molduras doradas que adornaban las paredes.Marcos encendió algunas luces, revelando un espacio que parecía sacado de un cuento de hadas.—Es increíble —murmuró Helena, girando sobre sí misma para absorber cada detalle—. Nunca pensé que estaría a esta hora de la noche en este lugar..—Espera a ver la mejor parte —dijo, tomándola suavemente de la mano y guiándola por una escalera.El contacto de sus manos envió un hormigueo por el brazo de Helena.Subieron hasta el último piso, donde Marcos abrió una puerta que daba acceso a una terraza. La vista que los recibió dejó a Helena sin aliento.Madrid se extendía ante ellos como un mar de luces, con la
Antes de la víspera del viaje de Marcos a Barcelona, Helena decidió preparar algo especial. Invitó a Marcos a quedarse mientras ella cocinaba.—¿Me vas a revelar finalmente los secretos de tu abuela? —preguntó Narcos, sentado en la barra de la cocina, observándola moverse entre ollas y especias.—Mejor —respondió Helena, sacando ingredientes—. Te voy a enseñar a hacerlo.—Excelente, siempre quise aprender a hacer mi propio chocolate.La cocina pronto se llenó de aromas: chocolate derritiéndose, canela, un toque de chile, y algo más que Marcos no podía identificar. Helena le explicaba cada paso con la paciencia de quien ha enseñado esta receta muchas veces antes.—El secreto —dijo mientras removía la mezcla—, no está solo en los ingredientes. Es en el tiempo que le dedicas, y la intención que pones.Marcos se acercó por detrás, mirando por encima de su hombro.—¿Y qué intención estás poniendo ahora?Helena sintió su presencia, cálida y sólida a sus espaldas.—¿Cuál crees tú? —le miró s
Al ver a su hermano observando a Helena, que los miraba con intriga, Marcos se acercó y le susurró a su hermano.—Ella es mía, la que está a su lado, está disponible —Gabriel comprendió lo que ocurría, y sonrió.—Tranquilo, que no vine a buscar una aventura, porque hay alguien que me espera allá.—¿En serio? ¿Y por qué no la trajiste? Hubiéramos salido los cuatro y pasado muy bien.—Bueno, porque ella es una mujer muy trabajadora, y no le gusta faltar a sus compromisos, además, quería que este momento solo fuera de nosotros dos —Gabriel miró de nuevo a Helena que seguía sin saber quién era quien— ¿Cuánto tiempo llevas con ella? —Marcos dirigió la mirada a Helena— Supongo que no mucho, para que no te reconozca aún.—Pues sí, en realidad la conozco desde que regresé a Madrid, solo que no me había atrevido a hablarle, ni acercarme.—¿Por qué?—La vi tronar con alguien, luego llorar y llorar, y creía que no era el momento.Gabriel sonrió y se levantó, para calmar la angustia de Helena. Es