Carlos rechazó la oferta con una mirada de fastidio.Bella le insistió: —Acabo de comer y estoy un poco llena, bébelo tú, no vamos a desperdiciarlo.Carlos la miró con intención: —Si tú me lo das de comer, quizás lo considere.Bella le lanzó una mirada irritada. —Tu herida no te impide coger la cuchara y servírtelo tú mismo.Carlos resopló. —Bella, no creas que no sé lo que estás tramando. ¿Crees que no soy capaz de darle la vuelta a la situación?Bella se quedó sin palabras.Molesta, Bella se bebió el caldo ella misma. —Laura, el caldo estaba delicioso, es una lástima que cierta persona no sepa apreciar las cosas.Laura no pudo evitar soltar una risita. —Bella, estás siendo un poco inmadura....—Bueno, he venido solo a echar un vistazo, ya que parece que todo está bien, me voy. —Laura se despidió.Bella la acompañó a la salida.Ya en el pasillo, Laura fue directa: —Bella, de verdad he renunciado a Carlos, no tienes que ayudarme así.—¿Fue por tu causa que esta vez Carlos resultó heri
Bella dijo: —Desde que nos conocimos, ¿cuándo no te he visto rodeado de mujeres en bares y clubes? ¿Acaso no has tenido tus deslices?Al oír esto, Carlos no respondió, simplemente la miró fijamente con sus ojos rasgados.Bella se sintió desconcertada. —¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?—No, no has dicho nada malo.La expresión de disgusto desapareció del apuesto rostro de Carlos, que esbozó incluso una leve sonrisa. —Es cierto que en el pasado he tenido algunas aventuras, pero eso fue todo, nada serio.Bella no se lo creía. —¿Y qué me dices de aquella chica tan guapa con la que saliste cuando estuviste en Marelia? ¿También fue solo un juego?La sonrisa de Carlos se ensanchó y sus ojos se iluminaron.Bella lo miró perpleja.¿Acaso era motivo de orgullo para él?Carlos acercó su rostro al de Bella y le preguntó: —Bella, ¿te molesta?Fue entonces cuando Bella se dio cuenta de que se había metido en un terreno peligroso al preguntarle por sus relaciones pasadas.—No, no me malinterpretes, so
En ese momento, Carlos tenía una expresión seria, sus ojos brillaban, y aunque Bella se consideraba a sí misma alguien ajeno a los sentimientos, por dentro se había conmovido un poco.Bella sabía que, aunque Carlos parecía cínico en la superficie, cuando se ponía manos a la obra era alguien muy principista y jamás usaría los sentimientos como una herramienta para manejar a Pedro.Debía de gustarle de verdad.A diferencia del cariño puramente fraternal que sentía por Darío, esta sincera declaración de Carlos sí lograba conmover a Bella.No obstante, Bella tampoco estaba preparada psicológicamente para iniciar una nueva relación.Tras pensarlo un poco, le dijo: —Carlos, dame un poco de tiempo.Al oír esto, Carlos no se entristeció, sino que se alegró: —¿Bella, eso significa que tengo una oportunidad?Bella le lanzó una mirada. —¿Ya puedo tomar la sopa?Carlos asintió. —¡Claro que sí!Cuando Elena se enteró de la noticia, prácticamente quería organizar un desfile de fuegos artificiales pa
Darío, con voz suave, le dijo: —No voy a presionarte ni te pido que me des una respuesta ahora mismo. Simplemente quiero que sepas que aquí estaré.Bella sabía que Darío la había querido durante años, y si no le dejaba claras sus intenciones, él seguiría esperando. Bella se sintió un poco culpable.—Lo siento, Darío. He hecho una promesa a otra persona y debo considerar sus sentimientos.Ante la sinceridad de Bella, la sonrisa de Darío se tornó agridulce. —Estoy seguro de que la persona que hayas elegido debe ser alguien excepcional....Por la tarde, Bella llevaba consigo el broche de diamantes, el colgante de esmeralda que la abuela Romero le había obsequiado por su cumpleaños y algunos perfumes que había preparado para ella, y se dirigió a la antigua residencia de la familia Romero.Al llegar en coche, Bella redujo la velocidad.En la entrada del patio había un jardín rocoso con una pequeña fuente.Allí, una joven delgada estaba agachada, mirando algo, mientras un sirviente intentab
—Antes de mi divorcio con Pedro, no pude devolvértelo a tiempo. Hoy que tengo la oportunidad, he venido a traértelo. —explicó Bella con calma.—Bella, si ya me lo habías dado, ¿por qué lo devuelves ahora? —le recriminó con cariño la abuela Romero.—Gracias por tu generosidad, abuela, pero este collar era un regalo que tenías pensado para la futura esposa de Pedro. No es apropiado que yo lo conserve.Luego, Bella sacó una cajita de terciopelo con un broche de diamantes. —Y también me gustaría que le entregaras esto a Pedro.La abuela Romero, al ver de nuevo ese broche que su nieto ya se había llevado, imaginó lo que debía haber pasado entre Bella y Pedro.Tomando las manos de Bella, le dijo con cariño: —Bella, no sé qué ha ocurrido entre ustedes, pero sé que Pedro debe haberte hecho sufrir de nuevo.»No voy a aconsejarte nada, solo que no te distancies de mí. Este era un regalo para ti, no para su futura esposa.»Eres una chica tan buena, y has soportado tantas dificultades en vuestro m
—¡Muchacho, ¿a qué viene esa actitud? ¡Ven a saludar a Bella! —dijo la abuela Romero.Susana dejó las frutas y se fue a la cocina.Pedro se acercó a ellas a paso lento.Miró a Bella con la mirada algo apagada y movió apenas los labios, pero no dijo nada.—¿Dónde has estado estos días? ¡Pareces un enfermo, tan desanimado! —preguntó la abuela Romero, confundida.—Abuela, tuve un imprevisto en el país de Taloria y él resultó herido por ayudarme. —explicó Bella»Aún no se ha recuperado del todo, así que no lo regañe por mi culpa.Su nieto ayudó a Bella, pero su relación seguía siendo muy mala. Debían haber pasado muchas cosas en el medio.La abuela Romero suspiró en silencio, y decidió no recriminarle nada.—Abuela, tengo unos amigos en el hospital a los que debo ir a ver, así que no me quedaré a cenar. —dijo Bella.Ella había pensado que Pedro no volvería, por eso decidió quedarse a comer, pero ahora que había regresado, Bella prefería evitar tener mucho contacto con él.La abuela Romero
Bella se puso un poco alerta. —No puedes llamarme más de tres veces al día.Carlos dijo: —Tres es muy poco, mejor cinco.Bella dijo: —Cuatro, no puede ser más. Eso es el límite.Carlos no respondió.En ese momento, Elena entró y los sorprendió en plena negociación. Tuvo que contener la risa. —Bella, ven un momento, necesito hablar contigo.Bella salió al pasillo.Se sentaron en un rincón tranquilo.—¿Les he interrumpido? —preguntó Elena con ojos pícaros.Bella sabía a qué se refería. Le lanzó una mirada de fastidio. —Jefa Elena, si tienes tanto tiempo libre, podrías apuntarte al equipo de chismosos.Elena sonrió. —Genial. ¿Me recomiendas alguno?Bella le echó otra mirada irritada. —Venga, dime para qué me has hecho salir.Elena entonces le contó: —He recibido la información de que Pedro va a venir a nuestro hospital a rehabilitarse. ¡Los directivos andan ajetreados buscándole la mejor habitación y los mejores médicos!Bella frunció un poco el ceño.Acababa de ver a Pedro en la mansión
Elena también lo había visto.—Vamos a hablar dentro de la habitación. —le dijo a Bella.—Elena. —la llamó Julio.—Tú habla con ella, yo me adelanto. —dijo Bella.—Señorita Fernández. —la detuvo también Julio.Bella se sorprendió un poco, ya que Julio, que normalmente evitaba las interacciones sociales innecesarias, se había dirigido a ella por propia iniciativa.—Me han dicho los compañeros de Elena que tu amigo ha resultado herido. Si hay algo en lo que pueda ayudar, dímelo. —le comentó Julio.Bella se sorprendió aún más, pero aun así asintió cortésmente. —Gracias.Bella se dirigió a la habitación de Carlos, mientras Elena miraba a Julio con tranquilidad. —¿Qué quieres?—Acabo de pasar por la unidad de cuidados intensivos y, al saber que ustedes están aquí, he venido a visitarles. —se excusó Julio, temeroso de haber molestado a Elena.—No era necesario —respondió Elena—. Julio, tienes mucho trabajo, no deberías perder el tiempo aquí.Julio se quedó un poco sin palabras, pero aun así