—¿Qué te pasa con esa expresión? —preguntó Bella, frunciendo el ceño.Elena sacudió la cabeza. —No es nada. Laura vendrá más tarde; dijo que te acompañaría a ver a Carlos.Bella sintió un calorcito en el corazón. —Laura debe estar preocupada de que el hermano de Carlos me haga sentir incómoda. Es muy atenta.No pasó mucho tiempo antes de que Laura llegara.Bella expresó su deseo de ir a ver a Carlos de inmediato.Laura dudó un poco y se miró con Elena.—¿Qué pasa? ¿Por qué están tan raras las dos? —preguntó Bella, con desconfianza.—No es nada, vamos —dijo Laura, apoyando una mano en el brazo de Bella.Aunque Bella sintió que algo no estaba bien, decidió que preguntaría después de ver a Carlos.Cuando Bella y Laura llegaron a la puerta de la habitación.Notaron que había menos gente que el día anterior, lo que le daba un aire de tranquilidad al ambiente.Laura tocó la puerta y se oyó la voz de Fabiola desde adentro. —Pasa.Después de casi una semana, finalmente podría hablar con Carlos
Laura miraba a Bella, que tenía los ojos muy abiertos y estaba inmóvil, cuando estaba a punto de hablar...—Lo siento, señorita Fernández —interrumpió Fabiola con suavidad.»Carlos ha despertado, pero su situación aún no es buena. El médico dice que necesita descansar mucho, así que hay algunas cosas que no he podido informarle a tiempo.Después de un breve momento de shock, Bella comenzó a calmarse.Cuando ella despertó, también había olvidado lo que sucedió en el accidente debido a la conmoción cerebral; quizás Carlos estaba en la misma situación.—No te preocupes.Dijo Bella, conteniendo las emociones que burbujeaban en su interior y tratando de que su tono sonara tranquilo. —Soy yo quien no ha considerado bien la situación; no debí interrumpirlo en este momento.»Carlos, descansa bien. Laura y yo nos iremos primero —añadió Bella.Justo cuando terminó de hablar, Carlos frunció el ceño. —Aún no me has respondido, ¿qué pasó con nuestro accidente?Al mencionar el accidente, Bella sinti
Diego asintió de manera simbólica, mientras que Ignacio, sin rodeos, preguntó: —¿Qué haces aquí?—He oído que Carlos ha despertado, vine a verlo —respondió Bella con sinceridad.Ignacio, con un tono frío, dijo: —Señorita Fernández, deberías saber cómo está Carlos en este momento.»No vamos a discutir lo que pasó entre tú y Carlos, pero espero que no vuelvas a interrumpirlo y que cortes todo vínculo con él de una vez por todas.—¡Tío Sánchez, Ignacio!Saludó Laura antes de que Bella pudiera decir algo.Al ver a Laura, la actitud de Ignacio se suavizó un poco, y el rostro de Diego se iluminó con una sonrisa cariñosa. —¿Laura, has venido a ver a Carlos?»Mira, Carlos ha olvidado tantas cosas, pero de ti se acuerda perfectamente, lo que significa que en su corazón aún tienes un lugar —bromeó Diego.Laura miró a Bella y, con un tono un poco juguetón, respondió: —Tío Sánchez, no puedes seguir haciéndome esas bromas. Carlos no ha perdido completamente la memoria; es normal que recuerde esas c
Elio dejó el regalo que traía y, con un tono muy considerado, dijo: —He escuchado a Laura hablar sobre su situación. Acabo de ver a Carlos y pensé en pasar a verte.Bella agradeció a Elio y, tras invitarlo a sentarse, no pudo evitar preguntar: —¿Cómo está Carlos? ¿Se encuentra bien?Debido a que Carlos no la recordaba y la familia Sánchez no le permitía visitarlo, Bella no había podido ver a Carlos en persona durante estos días.Elio respondió: —Se podría decir que está más o menos bien. Tiene varias lesiones, y sus manos y piernas están un poco limitadas. Además, sufre de dolores de cabeza frecuentes y su estado de ánimo es bastante inestable.—¿Debería poder reconocerte, verdad?Bella hizo la pregunta intencionadamente.Por supuesto que podía suponer que Carlos reconocía a Elio.Sin embargo, quería saber si Carlos aún guardaba algún tipo de animosidad hacia él. En lugar de preguntar directamente, optó por esta formulación.Elio percibió el pensamiento de Bella y sonrió. —Carlos ha ol
—Si tantas ganas tienes de morir, ¿por qué no te apuñalas a ti misma o haces un truco como saltar de un edificio? —sugirió un hombre con frialdad y repugnancia.—¿Yo quiero apuñalarme …?De repente, Bella Fernández notó algo raro en las palabras de Pedro Romero.¿Cuándo había expresado ella que quería saltar de un edificio?—Señora, por fin, ha recuperado la conciencia. —preguntó Fiona, la criada, acercándose a ella con agua y medicinas—. ¿Le duele la cabeza? El médico le ha dicho que tiene síntomas de una conmoción cerebral leve y le ha indicado estos medicamentos. ¿Quiere tomarlas ahora?Bella no le contestó, ya que se quedó sorprendida al descubrir que se encontraba tumbada en un amplio dormitorio. A juzgar por la decoración de la casa, parecía tratarse de la antigua mansión de la familia Romero. No había regresado a aquella vivienda, desde hacía dos años, específicamente, desde que la habían ingresado en el hospital psiquiátrico. Fue por esto que, en un principio, creyó que a lo m
—Bella, basta. ¿Cuándo dejarás de armar escándalo? —le reprochó Pedro con la voz cargada de ira, pero con completa indiferencia a su persona.Frente a su reproche, Bella se rio quedamente. Le parecía ridículo que ella era su esposa, pero la actitud de Pedro hacia ella era peor que la que le tendría hacia una extraña.—Pedro, no seas tan brusco con Bella —dijo Ana, cuando Bella abrió la boca para responder—. Bella, Pedro no fue específicamente a celebrar mi cumpleaños. Fue mi padre quien lo invitó a mi casa para disfrutar de una comida casera, porque no se habían visto en mucho tiempo. No esperaba causar tal malentendido y que resultaras herida. Realmente siento mucho todo esto, por eso procedo a explicarlo todo. No te enfades con él. Bella respondió con tono suave, le dedicó una cálida sonrisa y le pidió disculpas sinceras.Bella recordó que hacía tres años, Anna también había ido a casa y le había dado la misma explicación. Sin embargo, en aquella ocasión, todo había ocurrido en el d
Su abuelo era la persona que más cariño le tenía. En su día anterior coma ni siquiera lo había visto antes de que él falleciera. Por esto, en este momento estaba decidida a acompañarlo y a no decepcionarlo de nuevo. Sin embargo, como todavía estaba herida, no se atrevió a ir a verlo, por el momento. Solo podía reprimir la emoción y el ansia, y quedó con su abuelo en visitarlo dentro de unos días.Después de colgar el teléfono, Bella se sentó en la terraza, recordando los acontecimientos de su vida pasada. A los dieciocho años, como Pedro la había salvado en una ocasión, se había enamorado de él. La joven, que había empezado a ansiar el amor, hizo todo lo posible para enamorar a Pedro, pero no importaba cuánto hiciera, no lo lograba. Cuando ella se graduó de la universidad, la abuela de Pedro, Lucía López, sabía lo que ella estaba pensando y trató de arreglar que Pedro y Bella obtuvieran un certificado de matrimonio, por lo que, desde ese momento, se había convertido en la señora Rom
Al percatarse esto, Bella no perdió tiempo, se dio media vuelta y la encaró:—¡Quién te ha dado permiso de tirarlo, recógelo!—Ahórrate el esfuerzo —le respondió la recepcionista sin miedo—, de todas formas, el presidente no lo verá, siempre nos ordena que tiremos todo lo que le envías.Anteriormente, a Bella le preocupaba que Pedro trabajara demasiado, por lo que no se cansaba de enviarle comida, ropa y juguetes para aliviar su estrés. También se había acostumbrado a escribirle cartas para contarle sus sentimientos. Sin embargo, pese a que era consciente del rechazo que Pedro sentía hacia ella, jamás había llegado a imaginar que era así como trataba su sinceridad y cuidado. Incluso, una recepcionista se había atrevido a deshacerse de sus cosas a su antojo. —No me importa si lo ve o no, no tienes derecho a tirar mis cosas, ¡ahora recógelas! —le ordenó bella lanzándole una fría mirada a la recepcionista.—Bueno —respondió la recepcionista con desprecio—, está bien, pero no finjas ser l