El corazón de Cloe dio un vuelco, y sus manos comenzaron a temblar. Con dificultad, apretó los puños, y tensó la mandíbula. —Estoy asustada porque estar aquí, rodeada de seres que nunca creí que existieran, no es fácil para mí. Tienen poderes que no entiendo y no sé qué será de mí. Como esa…— señaló a la hechicera—, que me acaba de poner una maldición.Vadim, que no toleraba la insubordinación, dirigió su mirada a la hechicera, que sonrió como si nada sucediera. —Líder de los Hechiceros, lo que hiciste está mal. Retira tu hechizo.La hechicera, sin despojarse de su actitud arrogante, se levantó de su silla y se acercó a Cloe nuevamente. Sin una palabra, formó una luz dorada sobre su brazo, pero esta vez el brillo cambió, se suavizó. Y cuando la luz se desvaneció, Cloe miró su piel con alivio al confirmar que la marca había desaparecido.Más tarde, en la manada, cuando Cloe intentó desmontarse de la camioneta, Ethan la detuvo, tirando suavemente de su mano para que volviera a caer e
Pero Ethan ni la miró. Se adelantó, sin decir palabra, directamente hacia Xiomara.Sin previo aviso, la agarró del brazo con tal brusquedad que la hizo sobresaltarse. Sus ojos dorados resplandecieron con furia. Ethan la sujetaba con una fuerza tan intensa que Xiomara no podía ni intentar zafarse.—¿Qué te pasa? —gritó Xiomara, vibrando de sorpresa y desafío, pero Ethan no cedió. Caleb y Ryan intentaron acercarse, pero Ethan, con un solo movimiento de su brazo, los hizo detenerse.—Si se acercan, no tendré piedad con ustedes — les advirtió en un bramido que resonó en todo el castillo, haciendo que las paredes temblaran ligeramente. —Ya me estoy cansando de soportarlo, solo porque son familia, nunca castigo sus imprudencias y muchas veces ignoro sus atrevimientos, pero esta vez esta mujer fue muy lejos. Cloe, parada a una distancia, sintió sus piernas flaquear, temblando como una palomita asustada.—Pero Ethan, ¿debes explicarte? ¿Qué hizo Xiomara? — preguntó Caleb, tragándose su o
Desde que amaneció, el castillo estaba más agitado que nunca. Cloe observaba por la ventana, con el ceño fruncido, cómo iban y venían los sirvientes en un ajetreo inusual. Los sonidos de pasos apresurados y voces agitadas llenaban el aire. Algo claramente estaba ocurriendo, pero nadie parecía dispuesto a explicárselo.Ethan se encontraba frente al espejo ajustándose los botones de su chaleco oscuro. Con su semblante distante, como si su mente estuviera a kilómetros de allí. —Ethan, acordamos que me permitirías ir a mi spa. Tengo días que no voy, y estar encerrada aquí es un aburrimiento total. Sé que me estás protegiendo, lo entiendo, pero esto… esto no es vida. Ethan giró la cabeza hacia ella, con una mirada dura, aunque sus labios formaron una línea delgada, como si se contuviera.—Si aceptaras mi marca de reclamación, todo sería más fácil.Cloe soltó una risa cargada de amargura y cruzó los brazos. —¿Eso otra vez? Pero Ethan no respondió, sino que caminó hacia la puerta, pero
—No es que te sorprendas, amiga, es que Ethan pidió que no consumiéramos este licor — le dijo Samira a Cloe, casi como si temiera que un mal presagio se estuviera cerniendo sobre ellas. —Resulta que es tan fuerte que puede embriagar a un hombre lobo, y ni siquiera sabemos qué efecto podría tener en un humano común como tú... o como yo.Cloe, con una sonrisa de desdén, alzó las manos, como si las palabras de Samira fueran simples advertencias vacías. —Mira, sigo perfectamente normal. No estoy borracha, ni muriendo, ni nada.Antes de que pudiera decir algo más, Cloe se adentró al salón, pero al pasar frente a un grupo de desconocidos, un torrente de gruñidos y miradas feroces la golpeó. Eran ojos que la devoraban, llenos de rabia y ferocidad contenida, los de hombres y mujeres que nunca había visto antes. De repente, Cloe se sintió más pequeña que nunca, como una simple humana perdida en medio de bestias.Se detuvo en seco, incapaz de dar un paso más. El terror comenzó a subir como un
Las palabras fueron como cuchillos, y Cloe sintió que su alma se quebraba. Sin embargo, el calor la invadió de manera extraña, casi como si estuviera perdiendo el control sobre su propio cuerpo. Los ojos le comenzaron a pesar y, sin saber por qué, el mundo parecía girar a su alrededor.—Como dije, no cambiaré de opinión. Mi luna es Cloe —. La frialdad en su tono dejó claro que no aceptaría discusión alguna. —Como alfa supremo, les ordeno que levanten barreras en sus territorios, impidiendo tanto la entrada como la salida al pasar por la fase que ocurrirá mañana. Y cuando este ciclo termine, yo cumpliré con el ritual de reclamación con mi luna.La sala estalló en un caos de protestas, gritos y desconfianza. Los murmullos eran una tormenta, un mar de voces que no podían comprender lo que Ethan estaba dispuesto a arriesgar. La incertidumbre se sentía como una presión que ahogaba el aire.—Si no piensa cambiar de opinión, ¿qué espera para completar el ritual? ¿Será que está esperando la a
Cloe estaba tan cachonda que no podía pensar en nada más que en sexo y sus sentidos estaban abrumados por el deseo, con sus cachetes sumamente rojos.Ethan apretaba los dientes mientras aguantaba los saltos de su lobo, que agitaba la cola en su interior. Solo con oír que Cloe le había dicho que estaba excitada, se había calentado, y exigía a gritos que cumpliera con el deseo de su futura luna, aunque eso significara olvidarse esa noche de la barrera o los preparativos.(Noa, Kael, encárguense de poner todo en orden. Ahora déjenme solo), pidió a su beta y su delta a través del enlace mental.Ellos, conocedores de las intenciones de su alfa, pidieron a Samira que los acompañara fuera del salón, mientras, internamente, ambos rogaban a la diosa que esa noche se diera la marca entre su supremo y Cloe.Aunque, al igual que todos los demás lobos, tenían poca fe en que alguien tan débil como Cloe podría ser el ancla de un lobo oscuro, siniestro y tan poderoso como Ferus, sabían que a Ethan n
En el momento en que Ethan atravesó el umbral de la puerta del baño, Cloe se enroscó sobre él en un movimiento desesperado. Pero se le cortó la respiración cuando él tiró de su cabellera con firmeza y le metió la lengua en la boca de una forma tan exigente que fue imposible seguirle el ritmo.Cuando Ethan se sentó en la cama. Cloe clavó de lleno su cadera y encontró lo que había estado buscando. Su pene estaba duro y dilatado, aplastado contra su zona inflamada y sensible, y solo las capas de ropa que no lograban ocultar el calor que él exudaba los separaban.—Maldita sea, ¿acaso quieres matarme? —gruñó él en voz alta al notar que la humedad del deseo de Cloe empapaba sus pantalones.Puso los brazos por debajo de sus rodillas, la tiró hacia arriba y las separó, abriendo sus piernas antes de que su boca aterrizara brutalmente sobre su sexo.Cloe gritó cuando sus labios suaves y hambrientos se arrastraron sobre su sexo. Imitando el movimiento que él había deseado en sus labios. La super
«¿Qué está sucediendo?». Su mente gritaba, pero su cuerpo no podía reaccionar. Fue entonces cuando lo sintió: los colmillos largos y afilados de Ferus se estaban clavando con fuerza en su piel, profundamente, en un punto específico de su cuello.Cloe quiso gritar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. No veía, no entendía qué estaba ocurriendo, pero el dolor le atravesaba el alma. El alfa supremo había marcado su cuello con la ferocidad de una bestia, sin ningún tipo de permiso, como si su voluntad fuera una orden inquebrantable.Tanto Ethan como Ferus esperaban que el cuerpo de Cloe reaccionara, que algo en su interior respondería de una forma única, transformadora… pero algo no estaba funcionando. Algo estaba fallando.A pesar de la fuerza con la que Ferus la mordió, el vínculo que él esperaba no se formó. No hubo un destello de luz, no hubo conexión alguna. El vínculo no se forjó como él había anticipado. En cambio, lo que sucedió fue completamente diferente: un g