Desde que amaneció, el castillo estaba más agitado que nunca. Cloe observaba por la ventana, con el ceño fruncido, cómo iban y venían los sirvientes en un ajetreo inusual. Los sonidos de pasos apresurados y voces agitadas llenaban el aire. Algo claramente estaba ocurriendo, pero nadie parecía dispuesto a explicárselo.Ethan se encontraba frente al espejo ajustándose los botones de su chaleco oscuro. Con su semblante distante, como si su mente estuviera a kilómetros de allí. —Ethan, acordamos que me permitirías ir a mi spa. Tengo días que no voy, y estar encerrada aquí es un aburrimiento total. Sé que me estás protegiendo, lo entiendo, pero esto… esto no es vida. Ethan giró la cabeza hacia ella, con una mirada dura, aunque sus labios formaron una línea delgada, como si se contuviera.—Si aceptaras mi marca de reclamación, todo sería más fácil.Cloe soltó una risa cargada de amargura y cruzó los brazos. —¿Eso otra vez? Pero Ethan no respondió, sino que caminó hacia la puerta, pero
—No es que te sorprendas, amiga, es que Ethan pidió que no consumiéramos este licor — le dijo Samira a Cloe, casi como si temiera que un mal presagio se estuviera cerniendo sobre ellas. —Resulta que es tan fuerte que puede embriagar a un hombre lobo, y ni siquiera sabemos qué efecto podría tener en un humano común como tú... o como yo.Cloe, con una sonrisa de desdén, alzó las manos, como si las palabras de Samira fueran simples advertencias vacías. —Mira, sigo perfectamente normal. No estoy borracha, ni muriendo, ni nada.Antes de que pudiera decir algo más, Cloe se adentró al salón, pero al pasar frente a un grupo de desconocidos, un torrente de gruñidos y miradas feroces la golpeó. Eran ojos que la devoraban, llenos de rabia y ferocidad contenida, los de hombres y mujeres que nunca había visto antes. De repente, Cloe se sintió más pequeña que nunca, como una simple humana perdida en medio de bestias.Se detuvo en seco, incapaz de dar un paso más. El terror comenzó a subir como un
Las palabras fueron como cuchillos, y Cloe sintió que su alma se quebraba. Sin embargo, el calor la invadió de manera extraña, casi como si estuviera perdiendo el control sobre su propio cuerpo. Los ojos le comenzaron a pesar y, sin saber por qué, el mundo parecía girar a su alrededor.—Como dije, no cambiaré de opinión. Mi luna es Cloe —. La frialdad en su tono dejó claro que no aceptaría discusión alguna. —Como alfa supremo, les ordeno que levanten barreras en sus territorios, impidiendo tanto la entrada como la salida al pasar por la fase que ocurrirá mañana. Y cuando este ciclo termine, yo cumpliré con el ritual de reclamación con mi luna.La sala estalló en un caos de protestas, gritos y desconfianza. Los murmullos eran una tormenta, un mar de voces que no podían comprender lo que Ethan estaba dispuesto a arriesgar. La incertidumbre se sentía como una presión que ahogaba el aire.—Si no piensa cambiar de opinión, ¿qué espera para completar el ritual? ¿Será que está esperando la a
Cloe estaba tan cachonda que no podía pensar en nada más que en sexo y sus sentidos estaban abrumados por el deseo, con sus cachetes sumamente rojos.Ethan apretaba los dientes mientras aguantaba los saltos de su lobo, que agitaba la cola en su interior. Solo con oír que Cloe le había dicho que estaba excitada, se había calentado, y exigía a gritos que cumpliera con el deseo de su futura luna, aunque eso significara olvidarse esa noche de la barrera o los preparativos.(Noa, Kael, encárguense de poner todo en orden. Ahora déjenme solo), pidió a su beta y su delta a través del enlace mental.Ellos, conocedores de las intenciones de su alfa, pidieron a Samira que los acompañara fuera del salón, mientras, internamente, ambos rogaban a la diosa que esa noche se diera la marca entre su supremo y Cloe.Aunque, al igual que todos los demás lobos, tenían poca fe en que alguien tan débil como Cloe podría ser el ancla de un lobo oscuro, siniestro y tan poderoso como Ferus, sabían que a Ethan n
En el momento en que Ethan atravesó el umbral de la puerta del baño, Cloe se enroscó sobre él en un movimiento desesperado. Pero se le cortó la respiración cuando él tiró de su cabellera con firmeza y le metió la lengua en la boca de una forma tan exigente que fue imposible seguirle el ritmo.Cuando Ethan se sentó en la cama. Cloe clavó de lleno su cadera y encontró lo que había estado buscando. Su pene estaba duro y dilatado, aplastado contra su zona inflamada y sensible, y solo las capas de ropa que no lograban ocultar el calor que él exudaba los separaban.—Maldita sea, ¿acaso quieres matarme? —gruñó él en voz alta al notar que la humedad del deseo de Cloe empapaba sus pantalones.Puso los brazos por debajo de sus rodillas, la tiró hacia arriba y las separó, abriendo sus piernas antes de que su boca aterrizara brutalmente sobre su sexo.Cloe gritó cuando sus labios suaves y hambrientos se arrastraron sobre su sexo. Imitando el movimiento que él había deseado en sus labios. La super
«¿Qué está sucediendo?». Su mente gritaba, pero su cuerpo no podía reaccionar. Fue entonces cuando lo sintió: los colmillos largos y afilados de Ferus se estaban clavando con fuerza en su piel, profundamente, en un punto específico de su cuello.Cloe quiso gritar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. No veía, no entendía qué estaba ocurriendo, pero el dolor le atravesaba el alma. El alfa supremo había marcado su cuello con la ferocidad de una bestia, sin ningún tipo de permiso, como si su voluntad fuera una orden inquebrantable.Tanto Ethan como Ferus esperaban que el cuerpo de Cloe reaccionara, que algo en su interior respondería de una forma única, transformadora… pero algo no estaba funcionando. Algo estaba fallando.A pesar de la fuerza con la que Ferus la mordió, el vínculo que él esperaba no se formó. No hubo un destello de luz, no hubo conexión alguna. El vínculo no se forjó como él había anticipado. En cambio, lo que sucedió fue completamente diferente: un g
Cloe se quedó inmóvil frente al espejo, con su ceño fruncido y su mente atrapada en un torbellino de emociones que no lograba ordenar. El nombre que Ethan había dicho con tanta fuerza aún resonaba en sus pensamientos: Isabella. Y la manera en que salió corriendo de la habitación, dejando un aire lleno de tensión y silencio, le parecía insoportable.Se esforzaba por comprender por qué Ethan, después de todos esos días durmiendo a su lado, había reaccionado de ese modo. Pero al mismo tiempo, su mente volvía insistentemente a lo sucedido entre ellos horas atrás.Se miró en el reflejo, con los ojos cargados de frustración. —Actué como una tonta. Como una mujer que no reconoce ni su propio valor— murmuró entre dientes. No podía evitar reprenderse. Recordaba con claridad todo lo que había prometido no hacer, todo lo que había jurado mantener bajo control: no entregarse, no suplicar por la atención de Ethan. Y, sin embargo, lo había hecho.Cloe soltó un grito contenido, enterrando el rost
Ethan dio un paso atrás.—¿Y por qué aceptar algo que sabías que detestaría? Si dices que la sangre de vampiro fue una decisión desesperada, ¿por qué esconderte? ¿Por qué no regresar en el instante en que despertaste? —Él formulaba las preguntas tras preguntas, aunque fueran parecidas, solo buscaba entender.—¡Porque sabía que hubieras preferido verme morir!— gritó Isabella, llena de dolor. —Sabía que no querrías verme así, Ethan. Y en ese momento, todo lo que tenía en mi mente era la confusión y el vacío de haber perdido a nuestro hijo.La mención de su hijo cayó como una bomba en el salón, dejando a todos en un silencio sepulcral. El pecho de Ethan subió y bajó con fuerza. Hasta que, finalmente, giró hacia su beta, Noa.—Preparen un espacio para la ex luna— ordenó con voz fría, evitando mirar a Isabella nuevamente.Mientras tanto, en el jardín, Cloe trataba de calmarse con ejercicios de respiración. Pero su momento de tranquilidad fue interrumpido por la voz de Liora, que llegó carga