Cloe estaba tan cachonda que no podía pensar en nada más que en sexo y sus sentidos estaban abrumados por el deseo, con sus cachetes sumamente rojos.Ethan apretaba los dientes mientras aguantaba los saltos de su lobo, que agitaba la cola en su interior. Solo con oír que Cloe le había dicho que estaba excitada, se había calentado, y exigía a gritos que cumpliera con el deseo de su futura luna, aunque eso significara olvidarse esa noche de la barrera o los preparativos.(Noa, Kael, encárguense de poner todo en orden. Ahora déjenme solo), pidió a su beta y su delta a través del enlace mental.Ellos, conocedores de las intenciones de su alfa, pidieron a Samira que los acompañara fuera del salón, mientras, internamente, ambos rogaban a la diosa que esa noche se diera la marca entre su supremo y Cloe.Aunque, al igual que todos los demás lobos, tenían poca fe en que alguien tan débil como Cloe podría ser el ancla de un lobo oscuro, siniestro y tan poderoso como Ferus, sabían que a Ethan n
En el momento en que Ethan atravesó el umbral de la puerta del baño, Cloe se enroscó sobre él en un movimiento desesperado. Pero se le cortó la respiración cuando él tiró de su cabellera con firmeza y le metió la lengua en la boca de una forma tan exigente que fue imposible seguirle el ritmo.Cuando Ethan se sentó en la cama. Cloe clavó de lleno su cadera y encontró lo que había estado buscando. Su pene estaba duro y dilatado, aplastado contra su zona inflamada y sensible, y solo las capas de ropa que no lograban ocultar el calor que él exudaba los separaban.—Maldita sea, ¿acaso quieres matarme? —gruñó él en voz alta al notar que la humedad del deseo de Cloe empapaba sus pantalones.Puso los brazos por debajo de sus rodillas, la tiró hacia arriba y las separó, abriendo sus piernas antes de que su boca aterrizara brutalmente sobre su sexo.Cloe gritó cuando sus labios suaves y hambrientos se arrastraron sobre su sexo. Imitando el movimiento que él había deseado en sus labios. La super
«¿Qué está sucediendo?». Su mente gritaba, pero su cuerpo no podía reaccionar. Fue entonces cuando lo sintió: los colmillos largos y afilados de Ferus se estaban clavando con fuerza en su piel, profundamente, en un punto específico de su cuello.Cloe quiso gritar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. No veía, no entendía qué estaba ocurriendo, pero el dolor le atravesaba el alma. El alfa supremo había marcado su cuello con la ferocidad de una bestia, sin ningún tipo de permiso, como si su voluntad fuera una orden inquebrantable.Tanto Ethan como Ferus esperaban que el cuerpo de Cloe reaccionara, que algo en su interior respondería de una forma única, transformadora… pero algo no estaba funcionando. Algo estaba fallando.A pesar de la fuerza con la que Ferus la mordió, el vínculo que él esperaba no se formó. No hubo un destello de luz, no hubo conexión alguna. El vínculo no se forjó como él había anticipado. En cambio, lo que sucedió fue completamente diferente: un g
Cloe se quedó inmóvil frente al espejo, con su ceño fruncido y su mente atrapada en un torbellino de emociones que no lograba ordenar. El nombre que Ethan había dicho con tanta fuerza aún resonaba en sus pensamientos: Isabella. Y la manera en que salió corriendo de la habitación, dejando un aire lleno de tensión y silencio, le parecía insoportable.Se esforzaba por comprender por qué Ethan, después de todos esos días durmiendo a su lado, había reaccionado de ese modo. Pero al mismo tiempo, su mente volvía insistentemente a lo sucedido entre ellos horas atrás.Se miró en el reflejo, con los ojos cargados de frustración. —Actué como una tonta. Como una mujer que no reconoce ni su propio valor— murmuró entre dientes. No podía evitar reprenderse. Recordaba con claridad todo lo que había prometido no hacer, todo lo que había jurado mantener bajo control: no entregarse, no suplicar por la atención de Ethan. Y, sin embargo, lo había hecho.Cloe soltó un grito contenido, enterrando el rost
Ethan dio un paso atrás.—¿Y por qué aceptar algo que sabías que detestaría? Si dices que la sangre de vampiro fue una decisión desesperada, ¿por qué esconderte? ¿Por qué no regresar en el instante en que despertaste? —Él formulaba las preguntas tras preguntas, aunque fueran parecidas, solo buscaba entender.—¡Porque sabía que hubieras preferido verme morir!— gritó Isabella, llena de dolor. —Sabía que no querrías verme así, Ethan. Y en ese momento, todo lo que tenía en mi mente era la confusión y el vacío de haber perdido a nuestro hijo.La mención de su hijo cayó como una bomba en el salón, dejando a todos en un silencio sepulcral. El pecho de Ethan subió y bajó con fuerza. Hasta que, finalmente, giró hacia su beta, Noa.—Preparen un espacio para la ex luna— ordenó con voz fría, evitando mirar a Isabella nuevamente.Mientras tanto, en el jardín, Cloe trataba de calmarse con ejercicios de respiración. Pero su momento de tranquilidad fue interrumpido por la voz de Liora, que llegó carga
Al llegar a la casa de Cloe. Sin pensarlo más, Ethan detuvo el coche bruscamente. Cloe, con el rostro marcado por la rabia, no esperó ni un segundo antes de abrir la puerta y salir, como si su cuerpo estuviera buscando huir de él, y de esa presión silenciosa que nunca desaparecía.Ethan observó su movimiento, su forma de escapar, y algo dentro de él se retorció con fuerza. Sin pensarlo, se bajó del coche y con rapidez la alcanzó antes de que pudiera alejarse. La tomó por el brazo con firmeza, deteniéndola en seco.—Cloe, no—dijo, con voz ronca. —Nada cambiará. Isabella no es mi luna. Tú lo eres, aunque no lo creas.Cloe, tensa, se giró hacia él.—No sé por qué me dices eso— replicó, liberándose de su agarre. —Ni siquiera me interesa si esa mujer es o no tu luna. No me importa.Sus palabras fueron frías, cortantes, y aunque su cuerpo luchaba por apartarse de él, su corazón, ese maldito corazón que no podía negar, latía en su pecho como si también quisiera aferrarse a él.Pero Ethan no
Cloe soltó una risa amarga, pero era una risa vacía, que no llegaba a su corazón.Samira ignoró completamente el tono de Cloe y, con una mirada tranquila, señaló el plato de pasta a la boloñesa que había preparado.—Cenamos aquí —pidió con suavidad, mientras indicaba el área del desayunador con una pequeña sonrisa.Cloe, aún reticente, tomó asiento, aunque su apetito había sido reemplazado por una sensación amarga que le recorría el estómago. Aun así, no podía negarse.Samira le sirvió un poco de espaguetis y, al entregárselo, Cloe no pudo evitar dejar escapar un suspiro.—Sami, después de lo que pasó en ese lugar… cambiaste mucho. Ya no siento que seas la misma. —La queja salió más de su boca de lo que hubiera querido, pero las palabras se sentían como una verdad a medias, algo que necesitaba decir, aunque no supiera por qué.Samira, al escucharla, la miró sin dejar de sonreír.—¿Qué dices? Estás exagerando —respondió, sirviéndose también su porción. —Soy Samira, tu amiga, la que sie
Un leve escalofrío recorrió su espalda. Algo no estaba bien. Samira sabía que un Alfa Supremo no se alejaba sin dejar rastro, y mucho menos sin una razón de peso. Decidió dar un paso hacia afuera, empuñando la daga con firmeza.Caminó por el jardín, sin hacer ruido, hasta que lo vio. Ferus estaba echado cerca de la terraza, casi oculto entre algunas plantas, observando la habitación de Cloe con una intensidad que ella no podía identificar. Sus ojos rojos como dos brazas encendidas brillaban con un resplandor antinatural. La luna reflejaba su pelaje azul azabache, y su belleza y furia contenida.Samira se detuvo en seco, el miedo y la fascinación chocaron dentro de ella. «No creo que quiera lastimarnos», pensó, pero la incertidumbre seguía ahí. «Si fueran sus intenciones, ya estaríamos muertas».—Un Alfa Supremo es letal. ¿En qué demonios estoy pensando? Lo que debo hacer es enterrarle la daga y punto —murmuró caminando hacia él, pero Ferus se mostraba tranquilo, observando, y no at