Al llegar a la casa de Cloe. Sin pensarlo más, Ethan detuvo el coche bruscamente. Cloe, con el rostro marcado por la rabia, no esperó ni un segundo antes de abrir la puerta y salir, como si su cuerpo estuviera buscando huir de él, y de esa presión silenciosa que nunca desaparecía.Ethan observó su movimiento, su forma de escapar, y algo dentro de él se retorció con fuerza. Sin pensarlo, se bajó del coche y con rapidez la alcanzó antes de que pudiera alejarse. La tomó por el brazo con firmeza, deteniéndola en seco.—Cloe, no—dijo, con voz ronca. —Nada cambiará. Isabella no es mi luna. Tú lo eres, aunque no lo creas.Cloe, tensa, se giró hacia él.—No sé por qué me dices eso— replicó, liberándose de su agarre. —Ni siquiera me interesa si esa mujer es o no tu luna. No me importa.Sus palabras fueron frías, cortantes, y aunque su cuerpo luchaba por apartarse de él, su corazón, ese maldito corazón que no podía negar, latía en su pecho como si también quisiera aferrarse a él.Pero Ethan no
Cloe soltó una risa amarga, pero era una risa vacía, que no llegaba a su corazón.Samira ignoró completamente el tono de Cloe y, con una mirada tranquila, señaló el plato de pasta a la boloñesa que había preparado.—Cenamos aquí —pidió con suavidad, mientras indicaba el área del desayunador con una pequeña sonrisa.Cloe, aún reticente, tomó asiento, aunque su apetito había sido reemplazado por una sensación amarga que le recorría el estómago. Aun así, no podía negarse.Samira le sirvió un poco de espaguetis y, al entregárselo, Cloe no pudo evitar dejar escapar un suspiro.—Sami, después de lo que pasó en ese lugar… cambiaste mucho. Ya no siento que seas la misma. —La queja salió más de su boca de lo que hubiera querido, pero las palabras se sentían como una verdad a medias, algo que necesitaba decir, aunque no supiera por qué.Samira, al escucharla, la miró sin dejar de sonreír.—¿Qué dices? Estás exagerando —respondió, sirviéndose también su porción. —Soy Samira, tu amiga, la que sie
Un leve escalofrío recorrió su espalda. Algo no estaba bien. Samira sabía que un Alfa Supremo no se alejaba sin dejar rastro, y mucho menos sin una razón de peso. Decidió dar un paso hacia afuera, empuñando la daga con firmeza.Caminó por el jardín, sin hacer ruido, hasta que lo vio. Ferus estaba echado cerca de la terraza, casi oculto entre algunas plantas, observando la habitación de Cloe con una intensidad que ella no podía identificar. Sus ojos rojos como dos brazas encendidas brillaban con un resplandor antinatural. La luna reflejaba su pelaje azul azabache, y su belleza y furia contenida.Samira se detuvo en seco, el miedo y la fascinación chocaron dentro de ella. «No creo que quiera lastimarnos», pensó, pero la incertidumbre seguía ahí. «Si fueran sus intenciones, ya estaríamos muertas».—Un Alfa Supremo es letal. ¿En qué demonios estoy pensando? Lo que debo hacer es enterrarle la daga y punto —murmuró caminando hacia él, pero Ferus se mostraba tranquilo, observando, y no at
Apenas Cloe cerró la puerta detrás de ella, el suave zumbido de la aspiradora que Samira estaba pasando por la sala cesó de repente. Puesto que Samira, que había estado concentrada en su tarea, alzó la mirada al verla entrar y frunció el ceño con preocupación inmediata.—Estás demasiado pálida… ¿qué ocurrió? —preguntó, dejando caer la aspiradora al suelo, sin importarle el ruido que hizo al chocar con las baldosas.Cloe apenas alcanzó a abrir la boca antes de que su cuerpo cediera. Las fuerzas que la habían sostenido durante el trayecto de vuelta a casa se desvanecieron de golpe. Samira reaccionó con rapidez, sosteniéndola antes de que tocara el suelo.—Es mi abuela… ella… —Cloe luchaba por articular las palabras, pero el nudo espeso y abrasador que se atascaba en su garganta se lo impedía—. Ella murió.Las lágrimas que Cloe había estado conteniendo durante el camino a casa, intentando ser fuerte, comenzaron a brotar sin control. No eran lágrimas suaves ni pausadas; eran ardientes, u
Cloe observó en silencio.Él, en un intento por ganarse su confianza, trató de besarle la mano, pero ella la apartó rápidamente.—No me trates con tanta frialdad, Cloe —rogó con pena—. He cambiado mucho. Perderte me hizo entender lo idiota que fui. Y ahora estoy dispuesto a todo para que me des una segunda oportunidad. Te juro que esta vez no te fallaré.Cloe se levantó bruscamente del sofá, dejándolo arrodillado allí, y comenzó a caminar hacia el otro lado de la sala. —Lo siento —dijo firme—, pero no puedo darte nada. No porque siga resentida, sino porque ya no te quiero.Robin se levantó rápidamente y, con un movimiento brusco, agarró la mano de Cloe, donde llevaba el anillo que Ethan le había dado. Sin previo aviso, lo arrancó de su dedo y lo arrojó al suelo con furia.—¿Es por esta mierda? —gruñó, desbordando su ira—. Supe que te casaste con esa cosa. Aun sabiendo que no es humano. ¿Estás enamorada de una bestia?Cloe miró el anillo en el suelo, y las ganas de abofetear a Robin
Samira dudó. Sabía que Ferus, con su presencia constante, era una señal clara de que el ciclo no había concluido, pero no podía decirle a Cloe que Ferus era la parte lobuna de Ethan y si le respondía con seguridad, Cloe se pondría más intensa queriendo saber por qué estaba tan segura. Finalmente, suspiró. —No lo sé, Cloe. No puedo decirte con certeza.La incertidumbre en la respuesta de Samira fue como una daga en el corazón de Cloe. Se puso de pie de golpe y comenzó a caminar de un lado a otro, su mente enredada en pensamientos desesperados. —¡No puedo seguir así, Samira! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza. —No puedo vivir con estas dudas. ¿Ethan vendrá? ¿No vendrá? Estoy harta de sentirme tan insegura, tan tonta…Su voz se quebró al pronunciar esas últimas palabras, y por un momento, el silencio llenó la habitación. Finalmente, con un murmullo apenas audible, Cloe soltó: —Morgana.Samira abrió los ojos con incredulidad. —¿Qué? No. Dime que no estás pensando en llamarla.
Cloe apenas había logrado descansar tras la devastadora conversación con Morgana y los intentos de Samira por consolarla. Estaba preparando un café cuando su teléfono sonó, mostrando un número desconocido. Contestó con cierto recelo.—¿Cloe? Soy Teresa… tu hermana. Estoy de regreso en el país —dijo una voz femenina, cargada de una mezcla de nervios y expectativa.Cloe frunció el ceño, sorprendida. Teresa, la media hermana hija de su padre, ese hombre que nunca la quiso, no era alguien con quien hubiera tenido contacto frecuente. Habían compartido pocas palabras en el pasado, pero nunca hubo verdadero cariño entre ellas.—Oh, Teresa… —respondió Cloe, intentando sonar neutral—. ¿Qué… qué necesitas?—Quiero quedarme contigo por un tiempo —dijo Teresa sin rodeos. La declaración cayó como un balde de agua fría, pero antes de que Cloe pudiera reaccionar, Teresa continuó–: Estoy en un hotel ahora, pero quiero pasar tiempo contigo, conocerte mejor. Además, hay algo importante que tengo que co
7 días después:El ruido de la música vibraba en el pecho de Cloe mientras ella y su hermana Teresa caminaban entre las luces estroboscópicas y el mar de cuerpos en movimiento de la discoteca. Cloe, aunque aparentaba estar allí por diversión, en realidad buscaba algo, o mejor dicho, a alguien. Su corazón latía con un anhelo desesperado mientras sus ojos recorrían el lugar. Sabía que no debía, pero aún esperaba verlo. Ethan. Pero después de horas sin rastro alguno de él, la desilusión la invadió.De regreso a casa, el peso de los días acumulados sin respuestas la hizo hablar. Mientras Teresa y Samira la escuchaban desde el sofá, ella confesó con voz temblorosa:—Me voy. Creo que es hora de darme una oportunidad con Nathaniel. Quiero alejarme de todo esto… de él.Samira frunció el ceño, evidentemente molesta. —¿Estás huyendo?—¡No lo entiendes, Samira! —Cloe gritó, sintiendo cómo su frustración hervía en su interior—. No puedo seguir esperando por alguien que claramente no me quiere. Nat