El rugido del motor del deportivo resonaba como un eco salvaje en la carretera desierta, mientras Noa, el beta de Ethan, miraba fijamente el horizonte a través del parabrisas, con los pensamientos, hechos un torbellino caótico que su vínculo con el Supremo no podía ocultar.Ethan apretó el volante, y sus nudillos se marcaron mientras su paciencia se desmoronaba. (Me agobias. Mejor dime lo que tengas en mente y deja de saturarme. Puedo sentir tu preocupación por nuestro vínculo). La voz de Ethan, cargada de autoridad, resonó en la mente de Noa.El beta soltó un suspiro y lo miró de reojo, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.—Es que, Supremo, dijiste en esa reunión que Cloe era la mujer que mordiste aquella vez… pero sé que mentías.Ethan giró ligeramente la cabeza hacia él, con una chispa de irritación ardiendo en sus ojos grises. Su mandíbula se tensó, dejando que su orgullo hablara por encima de la razón.—No pienso permitir que ese afeminado de los dioses me castigue —
Cloe jadeó, apartándose de Ethan, pero el agarre que él mantenía en su nuca permaneció firme. La respiración de Cloe era errática, el sudor perlaba su frente, y el desconcierto se reflejaba en sus ojos.—¿Qué… qué ha sido eso? —volvió a preguntar, con la voz temblorosa.Ethan sonrió con suficiencia, en una mueca cargada de arrogancia.—Solo quiero que dejes de hacer suposiciones absurdas. Y mostrarte que yo no traicionaría a mi esposa —respondió Ethan, mientras se inclinaba hacia ella. Volvió a pegar su frente contra la de Cloe, y de nuevo la imagen apareció en su mente, como si estuviera observando un recuerdo ajeno a través de una pantalla. Allí estaba su prima Leila, parada en el jardín de la mansión de su abuela, con Ethan peligrosamente cerca.Cloe se echó a reír.—¿Y esperas que te crea? —replicó con indignación y desdén—. Eres un hipócrita. Tienes concubinas y aun así intentas convencerme de que eres mejor que Robin. No viviré a la sombra de un hombre que no sabe lo que signi
Cloe respiró profundamente, pero el desconcierto no la abandonaba. Fue entonces cuando notó una pequeña nota descansando sobre la almohada.La tomó con recelo, observando la escritura meticulosa, de líneas rectas y perfectas. —Qué simple para ser la letra de un hombre... aunque, debo admitir, es bonita. Si no supiera que esto viene del salvaje, diría que fue una mujer quien la escribió —murmuró para sí misma. Finalmente, abrió la nota y comenzó a leer."Querida esposa, debo decirte que te he besado hasta el alma y me siento mejor, aunque no satisfecho. Estoy ansioso por tu aprobación. Te tomaré de todas las formas posibles"Cloe abrió los ojos como platos, dejando caer la nota. Rápidamente, levantó la colcha para comprobar si lo que insinuaba era cierto, y claramente no tenía ropa interior debajo de su camisón largo. Podía sentir la humedad entre sus muslos.—¡No dormí, lo que hice fue caer en coma y el maldito se aprovechó de mí! —rezongó, sintiendo como sus mejillas se encendían mi
En el salón de descanso, Caleb disfrutaba de un habano, con postura tranquila pero imponente. Cuando Ryan irrumpió crispando de ira, y le colocó una mano en el hombro, Caleb, con sus reflejos de un alfa, le torció la muñeca en un instante.—¡Padre, soy yo! ¡Soy yo! —gritó Ryan, con voz cargada de temor.Caleb aflojó su agarre, pero no su intensidad.—Supe que saliste con tu madre ayer. No me dijeron a dónde. Habla, y hazlo rápido.Ryan tragó saliva, intentando ocultar su miedo.—Fuimos con Vadim… para intentar ponerle un alto a Ethan.El rostro de Caleb se endureció. Se levantó de su asiento con movimientos lentos, pero la presencia de Xiomara, quien irrumpió agitada y sin aliento, lo hizo girar la cara.—Dime, mujer, ¿qué le aconsejaste a Ryan hacer en la reunión de líderes? —preguntó Caleb con un tono frío.—Alguien tenía que exponer el abuso de tu hijo Ethan.Xiomara, sin amedrentarse, esbozó una sonrisa que pronto se desvaneció al recibir una bofetada que no vio venir.—¡Qué demo
—¡Isabella! —. Una voz llena de dolor y enojo resonó enel bosque. Un rayo negro se disparó sin rumbo a través de los árboles. Perosólo el eco le respondió, devolviendo su propia desesperación en el vasto ycruel silencio.Ethan, uno de los Alfas más poderosos, quedócompletamente devastado por la pérdida de su luna, Isabella. Ya no estaba ahí,o no estaban. Su destinada luna, una loba tan pura y hermosa, su presencia eslo único que podía detener la oscuridad de su lobo. Pero Isabella ya no estabaallí, se había ido con su hijo, su hijo que nunca nacería, se lo llevaron en unbrutal accidente aéreo, dejándolo solo y vacío.Las lágrimas luchaban por salir de sus cuencas, pero élno se lo permitía. En su pecho, el lobo rugía, arañando las paredes de sumente, exigiendo liberarse, exigiendo sangre.Ethan cerró los ojos, pero el pasado lo asaltó como unatormenta. Recordó aquella noche de luna nueva, la más oscura que había vivido.Como furia lo había tomado por completo. Sin Isabellap
Cuatro años después:—¡Casarme! Eso no está en mis planes en estos momentos— refunfuño Cloe un tanto alterada. Ya que, su abuela, al estar enferma, quiere asegurarse que sus nietas se casen antes que ella deje este mundo, pues no quisiera dejarlas desprotegidas a ella y a su hermana, sin que tengan a su lado a buenos hombres que se encarguen de ellas. —Mía querida, te aviso que debes de asistir a tres citas a ciegas que te he conseguido—le informó su abuela. — ¡Citas a ciegas!— replicó Cloe incrédula y con un deje de burla. —Necesito que consigas cuanto antes un hombre bueno y que sea buen partido para que puedas casarte.—Lo siento abuela, pero en eso no pienso darte gusto. Yo ya tengo un novio al que amo y no necesito andar buscando a nadie más.—Lo querrás, pero no es lo que tú te mereces. Ese chico no es apto para ti, es un chico muy insignificante y tú necesitas a alguien que te dé seguridad y estabilidad económica y social.A Cloe, el comentario de su abuela, le molesta de
Cloe se sintió destrozada en ese momento; no podía creer lo que Robin había sido capaz de hacerle. Creía que el mundo se le venía abajo, se sentía herida, dolida, expuesta y vilmente traicionada. Jamás pensó que el hombre al que amaba le rompería el corazón con sus palabras y acciones. Con puños apretados y lágrimas rodando por sus mejillas, se puso delante de él.—Robin, ¿por qué me has hecho? ¿Cómo que subiste videos de mi desnuda?—le gritó, alterada y dolida—. Yo nunca te he tratado mal, siempre te he amado de verdad y, para colmo, siempre quise ayudarte. Y tú tenías que humillarme de esta manera.—No escuchaste bien, mi amor —intentó excusarse Robin—. No hablábamos de ti, no has entendido bien.—Claro que entendí bien. ¡Qué razón tenía mi abuela cuando me dijo que no eras adecuado para mí! —rebatió Cloe con decepción—. Debí haberla escuchado. Esta vez ella tenía razón. Te quiero fuera de mi vida para siempre.Al escuchar esas palabras en la voz de Cloe, Robin se quedó pasmado, s
—¡Por favor, señor, ayúdeme! ¡Abra el seguro de las puertas! —le rogaba al conductor, que permanecía tranquilo, como si nada de lo que sucedía le afectara. Cloe golpeaba el cristal de la ventanilla con sus manos, desesperada por escapar de lo que parecía una pesadilla viviente.De repente, un gruñido bestial resonó en el auto. Ethan, o lo que quedaba de él, se movió tan rápido que Cloe apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una mano fuerte y bestial se aferrara a su muñeca. La fuerza de su agarre la obligó a girarse, enfrentando al alfa supremo.Lo que vio la hizo congelarse de terror.Los ojos de Ethan no eran completamente humanos. Un brillo amarillo intenso los dominaba, y aunque su cuerpo seguía en forma humana, sus fauces de lobo se asomaban entre sus labios, afiladas y aterradoras. Cloe sintió cómo la sangre se drenaba de su rostro, y en un último suspiro de pánico, su cuerpo se desplomó, desmayada en el asiento.(¿Qué diablos fue eso?) preguntó Ethan a Ferus, con frustr