Cloe se encontraba sumida en un sueño profundo, donde sus pensamientos se entrelazaban entre la oscuridad de la noche. En su ensoñación, se vio a sí misma en un bosque frondoso, rodeada por altos árboles de misterioso follaje. De repente, un lobo azul azabache con ojos rojos gigantes y brillantes emergió de la penumbra, acercándose sigilosamente hacia ella. El pelaje del lobo ondeaba en el viento de forma siniestra, emanando un aura de peligro. Y Cloe sintió el pánico apoderarse de su ser mientras el lobo se acercaba cada vez más, mostrando sus fauces con afilados colmillos ansiosos por la sangre.Justo en el momento en que el lobo estaba a punto de abalanzarse sobre ella, el sueño cambió súbitamente. La oscuridad del bosque se desvaneció para dejar paso a un lugar completamente diferente. Incluso ella había cambiado, su cabello no era de color negro, sino blanco, y la piel de su brazo y pecho estaba cubierta por runas de color negro. Se encontraba de pie en un prado radiante. A
La indignación hervía en la sangre de Leila mientras se miraba en el espejo, repasando cada detalle de su rostro a la vez que se aplicaba las cremas de su costosa rutina de skincare. Y su reflejo parecía devolverle una mueca amarga de su propia frustración. —¿Qué solo sea su mediocre empleada? —murmuró con dientes apretados, masajeando su mandíbula con fuerza—. Abuela, con razón vas a morir de manera tan fea. Eres un ser despreciable. —Odio ser masajista —continuó, deslizando sus dedos por sus mejillas con movimientos mecánicos—. Me dediqué a esto solo para infiltrarme en ese maldito spa y fastidiarle la vida a esa mojigata. Y ahora… ahora no solo se quedó con mi herencia, sino que tiene un hombre envidiable, no como mi patético esposo. ¡Un gerente sin atributos ni ambiciones! —gruñó, golpeando la mesa frente a ella con la palma de la mano.Un timbre interrumpió su diatriba interna. Leila respiró profundamente, ajustándose la bata de seda antes de dirigirse hacia la puerta. Al abrir
Kael hizo una pausa, con su mirada fija en Cloe.—No la dejó desayunar porque alguien intentó envenenar su comida. En ese plato pusieron plata fundida, un veneno para nosotros. Si fueron capaces de hacer eso con el plato de mi Alfa, ¿cree que no harían algo igual o peor para dañarla a usted? Las palabras golpearon a Cloe como un mazo. Tragó grueso, mientras un recuerdo surgía en su mente: la pulsera de plata que llevaba aquel día había desaparecido después de que Xiomara la tocara. Una oleada de incomodidad y culpa la atravesó. —Si nadie me quiere aquí —murmuró, con un nudo en la garganta—, ¿no sería más sensato que tu jefe simplemente me dejara ir? Kael alzó una ceja, con un aire de escepticismo. —No es tan simple, futura Luna… —empezó, pero antes de que pudiera continuar, Cloe alzó una mano, deteniéndolo. —No importa. De todos modos, solo quería ir a la cocina a ayudar a la señora Aria. Está sola preparando la comida de todos, y no es justo que una mujer enferma tenga que
—¿Un bebé lobo? ¡Esto es ridículo! ¡Si son bestias, cómo esperan que yo, una humana, dé a luz a un… perro gigante! —gritó, horrorizada, con una mezcla de repulsión y confusión en sus ojos. La simple idea de Ethan transformado, queriendo emparejarse con ella en esa forma, era suficiente para hacer sentir a Cloe que el mundo se desmoronaba a su alrededor. No, no podría soportarlo. Solo la visión de aquello sería su sentencia de muerte.Liora apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la piel de sus palmas. Quería gritarle, corregir esa comparación insultante, pero se contuvo. Inspiró profundamente y, forzando una sonrisa rígida, replicó con voz moderada:—No somos perros, Luna. Somos lobos, y debería mostrar más respeto.Antes de que pudiera continuar, Samira se interpuso entre ambas.—¡Ya basta! —exclamó, fulminando a Liora con una mirada gélida—. ¿Crees que no me doy cuenta de tus intenciones? Puedes engañar a Cloe haciéndola creer que eres su amiga, pero a mí no.
Ethan no reaccionó, pero su beta, Noa, que permanecía firme detrás de él como un guardián implacable, dejó escapar una leve sonrisa burlona. El odio de Mason era conocido, pero tenía raíces profundas. Años atrás, Mason había perdido a su compañera, y estaba convencido de que Ethan había sido el responsable. Aunque el ser especial usó sus poderes divinos para interrogar a Ethan, no pudo acceder a sus recuerdos. Ya que una oscuridad impenetrable había protegido la mente del lobo alfa, una barrera que incluso los dones divinos no podían atravesar. Para Mason, aquello solo era una prueba más de la naturaleza oscura y corrupta de Ethan, quien, en su opinión, había burlado incluso la voluntad de los dioses. A pesar de sus ansias de venganza, Mason sabía que matar a Ethan no solo era imposible, sino que también traería consecuencias desastrosas. El castigo sería severo, y su aquelarre quedaría desprotegido ante un nuevo Supremo, hambriento de venganza. De repente, **Vadim, el ser sup
—Continúa —ordenó Vadim, el ser especial.Xiomara respiró hondo y prosiguió:—El ciclo de la bestia no es un simple trastorno temporal. Con cada luna nueva, la duración de ese estado salvaje se extiende. Estamos perdiendo, poco a poco, nuestra humanidad. Hace semanas tuve una revelación de la Diosa Luna. En esa visión, vi cómo nuestra especie caía en un abismo de destrucción, cómo éramos eliminados por las otras especies para evitar que desatáramos un caos irreversible.Un escalofrío recorrió la sala. Incluso los gobernantes más orgullosos parecieron inquietarse ante esa posibilidad.—Pero la Diosa también mostró una salida. Vi que el Supremo debía tomar una decisión: elegir a otra luna o romper su vínculo con la manada y ceder el liderazgo a su hermano.Un murmullo aún más intenso estalló, y Ryan, con los ojos brillando de ambición, miró a su hermano mayor con desafío.—El Supremo optó por elegir una nueva luna —continuó Xiomara —, pero ignoró nuestras recomendaciones. A pesar de nue
El rugido del motor del deportivo resonaba como un eco salvaje en la carretera desierta, mientras Noa, el beta de Ethan, miraba fijamente el horizonte a través del parabrisas, con los pensamientos, hechos un torbellino caótico que su vínculo con el Supremo no podía ocultar.Ethan apretó el volante, y sus nudillos se marcaron mientras su paciencia se desmoronaba. (Me agobias. Mejor dime lo que tengas en mente y deja de saturarme. Puedo sentir tu preocupación por nuestro vínculo). La voz de Ethan, cargada de autoridad, resonó en la mente de Noa.El beta soltó un suspiro y lo miró de reojo, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.—Es que, Supremo, dijiste en esa reunión que Cloe era la mujer que mordiste aquella vez… pero sé que mentías.Ethan giró ligeramente la cabeza hacia él, con una chispa de irritación ardiendo en sus ojos grises. Su mandíbula se tensó, dejando que su orgullo hablara por encima de la razón.—No pienso permitir que ese afeminado de los dioses me castigue —
Cloe jadeó, apartándose de Ethan, pero el agarre que él mantenía en su nuca permaneció firme. La respiración de Cloe era errática, el sudor perlaba su frente, y el desconcierto se reflejaba en sus ojos.—¿Qué… qué ha sido eso? —volvió a preguntar, con la voz temblorosa.Ethan sonrió con suficiencia, en una mueca cargada de arrogancia.—Solo quiero que dejes de hacer suposiciones absurdas. Y mostrarte que yo no traicionaría a mi esposa —respondió Ethan, mientras se inclinaba hacia ella. Volvió a pegar su frente contra la de Cloe, y de nuevo la imagen apareció en su mente, como si estuviera observando un recuerdo ajeno a través de una pantalla. Allí estaba su prima Leila, parada en el jardín de la mansión de su abuela, con Ethan peligrosamente cerca.Cloe se echó a reír.—¿Y esperas que te crea? —replicó con indignación y desdén—. Eres un hipócrita. Tienes concubinas y aun así intentas convencerme de que eres mejor que Robin. No viviré a la sombra de un hombre que no sabe lo que signi