Horrorizada, Cloe observaba a Ethan mientras caminaba de un lado a otro de la habitación, dominando el espacio con una energía inquietante. Las venas negras serpenteaban por su piel como criaturas vivas, siendo este un espectáculo tan perturbador que no podía apartarlo de su mente.Aunque el rostro de Ethan se contraía en una mueca de dolor evidente, ni un solo sonido escapaba de sus labios, lo que solo intensificaba la tensión en el ambiente.—¿Cuál es tu problema? —espetó Cloe, tratando de desviar la atención de su propia ansiedad—. No me dejaste desayunar. ¡Deja de ser tan egoísta! Si tú no puedes comer, al menos deja que alguien más lo haga.Un gruñido de su estómago subrayó sus palabras, aumentando su frustración y haciendo que sus mejillas se ruborizaran levemente. Ethan se detuvo en seco, girando lentamente hacia ella. Sus ojos oscuros la perforaron como si pudieran ver directamente su alma. Sin decir nada, avanzó con calma, y con su mirada fija en la de ella. Cuando llegó a
Ethan negó con la cabeza, aunque algo en su expresión mostraba duda.—Ferus escuchó su corazón dejar de latir. No hay manera de que pudiera resucitar. Esta mujer aquí es simplemente humana.Más tarde, Cloe despertó, sumergida en una neblina de confusión. Su mente era un caos, y su cuerpo parecía flotar entre el sueño y la vigilia. La habitación estaba en penumbra, y un calor envolvente la rodeaba, calmándola y desorientándola a la vez. Por un instante, pensó que seguía atrapada en un mal sueño, pero algo era diferente. Se removió en la cama, acomodándose sin querer en el calor que la rodeaba. Disfrutando del latido constante y poderoso bajo su mejilla. De la firmeza cálida que sujetaba su cintura.Su respiración se aceleró al darse cuenta de que no estaba sola. Se sentó de golpe, sintiendo cómo su corazón se desbocaba, y entonces vio a Ethan a su lado, dormido con una serenidad que parecía casi antinatural, aun rodeándola, como si incluso en sueños se negara a soltarla. Su rostro, il
Mientras la guagua avanzaba lentamente, el ronroneo del motor llenaba el aire, y el paisaje se desdibujaba a través del cristal. Cloe, sentada frente a Ethan, sentía que su mente estaba muy lejos de aquel reducido espacio. Ya que la pregunta que él había hecho horas antes, seguía martillando en su cabeza, clavándose con la precisión de una flecha envenenada. «¿Qué quiere de mí realmente? ¿Por qué la respuesta que quería darle ni siquiera le importó escucharla?», pensaba, mientras su mirada se desviaba hacia el rostro sereno, casi inescrutable, de Ethan. Pero esa serenidad era un espejismo. Ella podía sentirlo. Había algo contenido en él, algo que ardía justo debajo de la superficie, como un volcán esperando estallar. «¿Será que se cansó de mi rechazo constante? Si solo sigo negándome, tarde o temprano se aburrirá y me dejará ir. Eso es lo lógico. Lo prudente». Tragó saliva y desvió la mirada hacia la ventana. Sin embargo, por más que intentaba convencerse, la presencia de Ethan
El colmo fue cuando los escoltas de Ethan se acercaron a abrirle la puerta a Cloe, inclinándose ligeramente con un respeto que parecía reservado para la realeza. Leila apretó los dientes, tratando de no mostrar su envidia desbordante. —Buenas noches, señorita Cloe, sea bienvenida a casa —dijo el mayordomo al recibirlos en la entrada, inclinando la cabeza ligeramente. Cloe sonrió feliz de verlo y le agarró las manos con cariño.—Tiempo sin verte, Joaquín…—Mayordomo, ¿acaso nosotros no somos nadie? Pareces olvidar que también somos los señores de esta casa —exclamó Leila, sintiéndose desatendida por el mayordomo.—Lo siento, señorita. Adelante, la señora los espera en el salón principal — respondió de manera seca, ya que no sentía aprecio por Leila, quien desde niña había tratado a los empleados como basura, a diferencia de Cloe, que siempre era respetuosa y cariñosa con todos, sin hacer distinciones.Cloe, nerviosa y sin pensarlo, tomó del brazo a Ethan, quien, impasible como siem
Ethan apretó suavemente la cintura de Cloe, como si le dijera que no estaba sola. Y por primera vez, Cloe sintió que, tal vez, no lo estaba.El área del comedor se llenó de un silencio sepulcral, roto solo por la respiración de Leila.—Lo encontré revolcándose con una mujer fácil, abuela.El impacto de sus palabras resonó en la estancia como un trueno. Los ojos de su abuela, que se encontraban revisando el registro matrimonial que Ethan le había entregado, se cerraron por un instante mientras apretaba los labios. Con una tristeza notoria, dejó el documento sobre la mesa y murmuró: — Finalmente has visto en ese muchacho lo que yo veía, y decidiste seguir adelante. Entonces ya puedo morir en paz.Cloe frunció el ceño de inmediato. Su corazón dio un vuelco. —¿Por qué dices eso, abuela? —preguntó con la voz rota por una mezcla de incredulidad y miedo. La anciana suspiró profundamente, levantando la mirada con los ojos húmedos. —Porque me queda poco tiempo, mi niña. Los doctores me
La cena concluyó en un absoluto desastre. Leila, furiosa y con el orgullo herido, consumió una copa de vino tras otra, abandonando toda semblanza de compostura.Mientras tanto, Cloe apenas probó bocado; su corazón estaba demasiado cargado de tristeza como para concentrarse en otra cosa. Cuando todos comenzaron a dispersarse, Cloe se inclinó hacia Ethan, susurrándole: —¿Me darás unos minutos más para hablar con mi abuela?Ethan, con una mirada comprensiva, asintió.Mientras Cloe se dirigía a la habitación de su abuela, se cruzó con su tío en el pasillo. —No dejaré que te quedes con lo que por derecho me pertenece —escupió con un tono cargado de resentimiento—. Abriré un juicio legal. No sé qué hiciste para convencer a mi madre, pero no te saldrás con la tuya.Cloe lo miró, cansada y herida.—Tío, no hice nada. Esto es el karma pasándote factura. Desde que tengo uso de razón, tú y Leila me han tratado como una recogida, cuando bien sabes que soy parte de esta familia.Él se rió con am
Cloe estaba sentada en silencio, ignorando deliberadamente a Ethan. Sus dedos se movían sobre la pantalla de su teléfono, pero su mente estaba lejos de los mensajes que fingía leer. La pregunta burlona de Ethan seguía resonando en su mente, "¿Estás celosa?", de solo pensarla sentía un desafío y una humillación que la hacía arder de indignación. Él, como siempre, estaba tranquilo, observándola de reojo desde el asiento contiguo, con una leve sonrisa que solo añadía combustible a su ira contenida. De repente, las luces de la camioneta comenzaron a parpadear, como si una sombra densa y ominosa hubiera caído sobre ella. Un frío inusual llenó la cabina, y el aliento de Cloe se volvió visible frente a ella. Ethan frunció el ceño, y su expresión cambió de calma a alerta en un abrir y cerrar de ojos. Dentro de su mente, Ferus gruñó con fuerza. (Algo está en la carretera. Un enemigo.)Ethan no reaccionó externamente; estaba acostumbrado a lidiar con situaciones de peligro. Para un alfa
Ethan, que seguía corriendo por el bosque con Cloe en brazos, frunció el ceño. A pesar de su calma habitual, las palabras de Kael encendieron una chispa de ira en su interior.(Entonces que no lo intente más. Contengan a esa cosa. No permito que ninguna amenaza cruce este territorio)(Lo estamos haciendo, pero es astuta. Nos está costando mantenerla fuera)Mientras Kael hablaba, la abominación se lanzó contra uno de los miembros de la manada que había llegado para reforzar el perímetro. Su grotesca figura parecía más desesperada con cada momento que pasaba, gruñendo y lanzándose contra cualquier cosa que se interpusiera entre ella y el camino que Ethan había tomado.—¿Qué está pasando? —preguntó Cloe con voz temblorosa, aferrada aún más al cuello de Ethan, mientras corría con una precisión que desafiaba la lógica en la oscuridad del bosque.—Nada que deba preocuparte —respondió Ethan con una voz que intentaba ser tranquilizadora, pero que no lograba ocultar del todo la tensión.Cloe