Con la espalda y las manos pegadas a la pared, Cloe miraba a Ethan mientras el pulso le martilleaba en los oídos y su pecho subía y bajaba violentamente, como si estuviera atrapada en una trampa de la que no podía escapar. Los brazos fornidos de Ethan creaban una jaula impenetrable a su alrededor, que le impedía cualquier escape y sus ojos la taladraban, esperando una respuesta con una ceja alzada, desafiándola.—Eres un aprovechado —murmuró ella, con la voz temblorosa pero desafiante. Avergonzada por su vulnerabilidad, desvió la mirada, tratando de ignorar la sensación de sus labios tan cerca de los de él que un simple movimiento sería suficiente para rozarse.— Dijiste que me ayudarías con lo de mi abuela si aceptaba casarme contigo, y ahora, que ya soy tu esposa, vienes a pedirme aún más a cambio…Ethan inclinó su rostro, y esbozó una sonrisa irónica. —Un alfa nunca olvida sus palabras. —Su voz era baja y profunda—. Fui claro cuando te lo dije, pero te advertí que tenías que ac
Ethan empujó a Liora con brusquedad, haciendo que tropezara contra la pared. Mientras su rostro se ensombrecía con ira al voltearse hacia Cloe, quien lo observaba con los labios sellados y el pecho agitado por la tensión.Ethan cerró la distancia entre ellos en un instante, y con movimientos calculados, tomó sus muñecas con una precisión que parecía imposible para alguien de su tamaño. Ella lo sintió de inmediato: aunque su agarre era firme, no había dolor. Sabía que él usaba apenas una fracción de su fuerza, y esa consciencia la desarmó.La mirada de Ethan se clavó en ella con una intensidad abrasadora, sus ojos oscilando entre la furia y algo más, algo que no podía nombrar.—Eres la única persona que pone a prueba mi paciencia de esta manera. —Su voz era un gruñido ronco —. Me haces perder el control por completo, y aun así, lo único que quiero es protegerte... incluso de mí mismo. Inspiró hondo, cerrando los ojos brevemente antes de abrirlos para sostener su mirada una vez más—. Y
Más tarde, Cloe sintió cómo el hambre la carcomía desde dentro, como un vacío que no podía ignorar. Desde el jardín trasero decidió aventurarse a buscar la cocina, aunque encontrarla en un castillo tan vasto y laberíntico resultó un desafío. Pasó por corredores interminables adornados con candelabros antiguos y cortinas pesadas. Al fin, encontró una puerta entreabierta desde la cual se colaba el sonido metálico de cuchillos cortando sobre madera.Al entrar, parpadeó, sorprendida, ya que se encontró con la madre de Ryan, que estaba detrás de un amplio mesón, con un delantal atado a la cintura y un cuchillo en mano, masacrando unos vegetales como si fueran enemigos mortales.La mujer la miró con mirada, con furia. Pero a Cloe no le afectó, sino que se fijó en la mujer de ojos tristes que estaba al otro extremo de la cocina, la cual con movimientos suaves cortaba filetes en silencio, como si intentara ser invisible.—Ya me estaba preguntando si vendrías a comprobar tu éxito —soltó la m
Horrorizada, Cloe observaba a Ethan mientras caminaba de un lado a otro de la habitación, dominando el espacio con una energía inquietante. Las venas negras serpenteaban por su piel como criaturas vivas, siendo este un espectáculo tan perturbador que no podía apartarlo de su mente.Aunque el rostro de Ethan se contraía en una mueca de dolor evidente, ni un solo sonido escapaba de sus labios, lo que solo intensificaba la tensión en el ambiente.—¿Cuál es tu problema? —espetó Cloe, tratando de desviar la atención de su propia ansiedad—. No me dejaste desayunar. ¡Deja de ser tan egoísta! Si tú no puedes comer, al menos deja que alguien más lo haga.Un gruñido de su estómago subrayó sus palabras, aumentando su frustración y haciendo que sus mejillas se ruborizaran levemente. Ethan se detuvo en seco, girando lentamente hacia ella. Sus ojos oscuros la perforaron como si pudieran ver directamente su alma. Sin decir nada, avanzó con calma, y con su mirada fija en la de ella. Cuando llegó a
Ethan negó con la cabeza, aunque algo en su expresión mostraba duda.—Ferus escuchó su corazón dejar de latir. No hay manera de que pudiera resucitar. Esta mujer aquí es simplemente humana.Más tarde, Cloe despertó, sumergida en una neblina de confusión. Su mente era un caos, y su cuerpo parecía flotar entre el sueño y la vigilia. La habitación estaba en penumbra, y un calor envolvente la rodeaba, calmándola y desorientándola a la vez. Por un instante, pensó que seguía atrapada en un mal sueño, pero algo era diferente. Se removió en la cama, acomodándose sin querer en el calor que la rodeaba. Disfrutando del latido constante y poderoso bajo su mejilla. De la firmeza cálida que sujetaba su cintura.Su respiración se aceleró al darse cuenta de que no estaba sola. Se sentó de golpe, sintiendo cómo su corazón se desbocaba, y entonces vio a Ethan a su lado, dormido con una serenidad que parecía casi antinatural, aun rodeándola, como si incluso en sueños se negara a soltarla. Su rostro, il
Mientras la guagua avanzaba lentamente, el ronroneo del motor llenaba el aire, y el paisaje se desdibujaba a través del cristal. Cloe, sentada frente a Ethan, sentía que su mente estaba muy lejos de aquel reducido espacio. Ya que la pregunta que él había hecho horas antes, seguía martillando en su cabeza, clavándose con la precisión de una flecha envenenada. «¿Qué quiere de mí realmente? ¿Por qué la respuesta que quería darle ni siquiera le importó escucharla?», pensaba, mientras su mirada se desviaba hacia el rostro sereno, casi inescrutable, de Ethan. Pero esa serenidad era un espejismo. Ella podía sentirlo. Había algo contenido en él, algo que ardía justo debajo de la superficie, como un volcán esperando estallar. «¿Será que se cansó de mi rechazo constante? Si solo sigo negándome, tarde o temprano se aburrirá y me dejará ir. Eso es lo lógico. Lo prudente». Tragó saliva y desvió la mirada hacia la ventana. Sin embargo, por más que intentaba convencerse, la presencia de Ethan
El colmo fue cuando los escoltas de Ethan se acercaron a abrirle la puerta a Cloe, inclinándose ligeramente con un respeto que parecía reservado para la realeza. Leila apretó los dientes, tratando de no mostrar su envidia desbordante. —Buenas noches, señorita Cloe, sea bienvenida a casa —dijo el mayordomo al recibirlos en la entrada, inclinando la cabeza ligeramente. Cloe sonrió feliz de verlo y le agarró las manos con cariño.—Tiempo sin verte, Joaquín…—Mayordomo, ¿acaso nosotros no somos nadie? Pareces olvidar que también somos los señores de esta casa —exclamó Leila, sintiéndose desatendida por el mayordomo.—Lo siento, señorita. Adelante, la señora los espera en el salón principal — respondió de manera seca, ya que no sentía aprecio por Leila, quien desde niña había tratado a los empleados como basura, a diferencia de Cloe, que siempre era respetuosa y cariñosa con todos, sin hacer distinciones.Cloe, nerviosa y sin pensarlo, tomó del brazo a Ethan, quien, impasible como siem
Ethan apretó suavemente la cintura de Cloe, como si le dijera que no estaba sola. Y por primera vez, Cloe sintió que, tal vez, no lo estaba.El área del comedor se llenó de un silencio sepulcral, roto solo por la respiración de Leila.—Lo encontré revolcándose con una mujer fácil, abuela.El impacto de sus palabras resonó en la estancia como un trueno. Los ojos de su abuela, que se encontraban revisando el registro matrimonial que Ethan le había entregado, se cerraron por un instante mientras apretaba los labios. Con una tristeza notoria, dejó el documento sobre la mesa y murmuró: — Finalmente has visto en ese muchacho lo que yo veía, y decidiste seguir adelante. Entonces ya puedo morir en paz.Cloe frunció el ceño de inmediato. Su corazón dio un vuelco. —¿Por qué dices eso, abuela? —preguntó con la voz rota por una mezcla de incredulidad y miedo. La anciana suspiró profundamente, levantando la mirada con los ojos húmedos. —Porque me queda poco tiempo, mi niña. Los doctores me