Cloe esperaba impaciente en una de las terrazas del castillo, observando los muros que se alzaban a su alrededor, sofocantes, como si quisieran cerrarse sobre ella. En ese momento, los pasos resonantes de tacones altos la hicieron girarse, y allí estaba la madre de Ryan, con una expresión afilada que le heló la sangre.—Tu futuro es sombrío. Estás en el lugar equivocado; vete si no quieres acabar muerta como la luna anterior —dijo la mujer, y el tono helado de su voz hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Cloe.La observó alejarse con una sensación de desasosiego en el pecho, murmurando casi para sí misma: —Qué miedo… — mientras se acariciaba el pecho, intentando calmar el palpitar ansioso de su corazón. Tanto aquella mujer como Caleb parecían rodeados de un aura oscura que transmitía un terror inexplicable.Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio acercarse a Samira, guiada por una empleada del servicio. La emoción la llenó, olvidando por un instante el peso del mied
Cloe y Samira caminaban exhaustas, alumbrando el oscuro y vasto bosque con la luz tenue de sus teléfonos móviles. El hambre les pesaba en el estómago, el frío mordía sus huesos y el dolor en sus pies hacía que cada paso pareciera eterno. Habían pasado el día entero siguiendo las vagas indicaciones de Liora, sin más guía que una intuición desgastada.—¡Maldita sea! Este lugar es tan inmenso que ni siquiera hemos llegado a la carretera —gritó Cloe, frustrada y temblando. El miedo comenzaba a invadirla por completo; estar en el corazón de un bosque desconocido en plena noche no era, en absoluto, la situación que deseaba. Aunque la luna brillaba sobre sus cabezas, las densas copas de los árboles bloqueaban la mayor parte de su luz, envolviéndolas en una penumbra inquietante.—Cloe, volvamos. Es lo más sensato. No sé por qué, pero tengo un mal presentimiento —le pidió Samira, con voz cargada de ansiedad y su respiración ya entrecortada.—No… No pienso regresar, ni muerta. Ya logramos es
Cloe recordaba vívidamente cómo, hacía cuatro años, su auto se había apagado en una carretera desierta. Al salir a buscar señal para su teléfono, un gruñido feroz la había detenido en seco. Había girado para encontrarse con la mirada de una bestia salvaje; el lobo la había lanzado al suelo y había hundido sus colmillos en su nuca. Aquella experiencia la había dejado marcada de por vida, y el pánico que sentía ahora era un eco de aquel horror.«No puedo morir aquí. No le he hecho daño a nadie. Solo quiero vivir en paz. ¿Por qué me pasa esto?», pensaba Cloe en medio de su desesperación, sintiendo una rabia impotente contra el destino.Samira observaba el estado de shock de su amiga, consciente de que sus palabras no servirían de nada en ese momento. Estaban atrapadas, al borde de un precipicio; no había escape. «Rescátame, Dios, envía a alguien a salvarme. Daría lo que fuera por salir de aquí con vida», rogaba Cloe en silencio.Justo cuando parecía que no quedaba esperanza, un aullido
Ferus captó el olor a miedo que emanaba de Cloe, y comprendió que su presencia, en vez de reconfortarla, intensificaba su terror. Por eso, con una última mirada, Ferus se retiró, internándose entre los árboles hasta desaparecer de la vista.Instantes después, Cloe y Samira escucharon unos pasos. Y volvieron a temblar, pero en cuanto pudieron ver las figuras de tres hombres acercándose, respiraron más calmadas.—Son ellos—murmuró Samira mirando a Ethan, seguido de cerca por Noa y Kael Pero lo que le hizo fruncir el ceño era que Ethan solo estaba vistiendo un pantalón, luciendo su torso, corpulento y tatuado.Cloe alzó la vista, revelando sus ojos rojos e inundados de lágrimas, clavando su mirada en el rostro de Ethan como si verificara que realmente era él. Se puso de pie con inestabilidad y, sin mediar palabra, se abrazó a él.Aferrándose a él con la fuerza de quien busca una tabla en medio de una tormenta. Sus brazos temblorosos rodearon su torso desnudo, y helada y agotada, halló e
—Como no puedo contarle nada sin su permiso, pensé que ella se cansaría en unas horas y que regresaríamos antes del anochecer —explicó Samira con voz entrecortada—. Ella le teme a los lugares oscuros y desiertos. Nunca pensé que algunos lobos intentarían atacarnos. Cloe sigue aterrada; su mayor trauma es ver a los lobos y, sin embargo, usted la obliga a estar sola.Ethan frunció el ceño, intrigado.—¿Qué sucedió para que tenga tal trauma? —Hace años, mi amiga fue atacada en una carretera solitaria. Según ella, se trató de un lobo —reveló Samira, dejando a Ethan absorto. «¿Podría ser ella?», pensó, perturbado por la posibilidad. «Pero… no es posible. Ningún humano sobrevive a una mordida mortal como esa». Y aunque se repetía a sí mismo que no podía ser cierto, la duda no se disipaba de su mente.—Una vez que lleve mi marca, esos miedos desaparecerán. Nos aceptará —dijo con voz seca, aunque en su mirada había una chispa de algo que no alcanzaba a identificar—. Ahora, vete a descansar.
Con la espalda y las manos pegadas a la pared, Cloe miraba a Ethan mientras el pulso le martilleaba en los oídos y su pecho subía y bajaba violentamente, como si estuviera atrapada en una trampa de la que no podía escapar. Los brazos fornidos de Ethan creaban una jaula impenetrable a su alrededor, que le impedía cualquier escape y sus ojos la taladraban, esperando una respuesta con una ceja alzada, desafiándola.—Eres un aprovechado —murmuró ella, con la voz temblorosa pero desafiante. Avergonzada por su vulnerabilidad, desvió la mirada, tratando de ignorar la sensación de sus labios tan cerca de los de él que un simple movimiento sería suficiente para rozarse.— Dijiste que me ayudarías con lo de mi abuela si aceptaba casarme contigo, y ahora, que ya soy tu esposa, vienes a pedirme aún más a cambio…Ethan inclinó su rostro, y esbozó una sonrisa irónica. —Un alfa nunca olvida sus palabras. —Su voz era baja y profunda—. Fui claro cuando te lo dije, pero te advertí que tenías que ac
Ethan empujó a Liora con brusquedad, haciendo que tropezara contra la pared. Mientras su rostro se ensombrecía con ira al voltearse hacia Cloe, quien lo observaba con los labios sellados y el pecho agitado por la tensión.Ethan cerró la distancia entre ellos en un instante, y con movimientos calculados, tomó sus muñecas con una precisión que parecía imposible para alguien de su tamaño. Ella lo sintió de inmediato: aunque su agarre era firme, no había dolor. Sabía que él usaba apenas una fracción de su fuerza, y esa consciencia la desarmó.La mirada de Ethan se clavó en ella con una intensidad abrasadora, sus ojos oscilando entre la furia y algo más, algo que no podía nombrar.—Eres la única persona que pone a prueba mi paciencia de esta manera. —Su voz era un gruñido ronco —. Me haces perder el control por completo, y aun así, lo único que quiero es protegerte... incluso de mí mismo. Inspiró hondo, cerrando los ojos brevemente antes de abrirlos para sostener su mirada una vez más—. Y
Más tarde, Cloe sintió cómo el hambre la carcomía desde dentro, como un vacío que no podía ignorar. Desde el jardín trasero decidió aventurarse a buscar la cocina, aunque encontrarla en un castillo tan vasto y laberíntico resultó un desafío. Pasó por corredores interminables adornados con candelabros antiguos y cortinas pesadas. Al fin, encontró una puerta entreabierta desde la cual se colaba el sonido metálico de cuchillos cortando sobre madera.Al entrar, parpadeó, sorprendida, ya que se encontró con la madre de Ryan, que estaba detrás de un amplio mesón, con un delantal atado a la cintura y un cuchillo en mano, masacrando unos vegetales como si fueran enemigos mortales.La mujer la miró con mirada, con furia. Pero a Cloe no le afectó, sino que se fijó en la mujer de ojos tristes que estaba al otro extremo de la cocina, la cual con movimientos suaves cortaba filetes en silencio, como si intentara ser invisible.—Ya me estaba preguntando si vendrías a comprobar tu éxito —soltó la m