¡Dios! ¡Es que…! ¡De todas las cosas que habría podido hacer, escogió romper su carpeta!
Louise acarició el puente de su nariz, visiblemente afectada por eso. Se quedó analizando el vaso de cristal vacío como si hacer eso le fuera a dar todas las respuestas que necesitaba.
Primero, necesitaba hacer una nueva carpeta y volver a imprimir el papeleo que llevaba dentro. Que no era nada más que una planilla casi vacía con datos sobre Elion. Veinticuatro años, era un príncipe y… poco más.
¿No era eso ridículo? ¿Romper una carpeta que solo llevase eso dentro?
Louise suspiró, se estiró y dejó el vaso sobre la mesilla de noche al lado de su lámpara, la cual encendió y se recostó sobre sus almohadas. Pensativa, indagando en lo más profundo de su mente, pero sin poder concentrarse. Sólo… pensando sin sentido alguno.
Llegó hasta la misteriosa conversación que tuvo con Alan.
¿Qué le tenía tan alterado al pensar que ambos estuviesen juntos? ¿Qué el
—No sabes la sorpresa que me da verte en este lugar. —Elevó una de sus comisuras. Acariciando los vellos crecidos de su barba. —No todos los días te reciben con una hermosa mujer en busca de respuestas. ¿Te ha pasado alguna vez? Admiró la manera en que ella se sacudió, enojada. —Nunca habría venido si no fuera por una emergencia. No he venido en busca de usted por problemas de otra índole, si es lo que tanto le preocupa. He venido a pedirle ayuda. Ésta vez, él se enserió. Apoyándose sobre su escritorio, expectante a las palabras de la mujer de la cual ya tenía una sospecha de lo que era. Louise mantenía su mirada fija en el suelo, detallando sus tacones bajos y… su vestido. ¡Había olvidado completamente su vestimenta! “Bien, ¡no es algo de lo que morirse!” Se dijo como ánimo. Sin embargo, no se sentía cómoda en lo absoluto. Incluso si cubría más piel, su confianza estaba en sus conjuntos de toda la vida. Grises, oscuros, prolijos. Jamás en la vida se
—¿Puedo preguntarte algo?Louise asiente, Caterina se aclara la voz y le mira fijamente. —¿Cuál es tu trabajo exactamente? —Lo meditó. —Soy una institutriz.—¿U-una institutriz? —Caterina lucía confundida, algo atontada por su respuesta poco aclaradora. —Sí. Una institutriz es una persona que se encarga de ofrecer diversos métodos y planes para la educación fuera de las instituciones convencionales. —Explicó encantada. —Pero no hay príncipes o princesas infantes, por lo que mi cargo está orientado a otra parte.Caterina asintió con la boca abierta, embelesada por la fluidez con la que Louise hablaba. —Pero, no me queda muy claro… ¿Cómo es que, siendo una insti… inti… ¡Institutriz! Estás como uña y mugre con el rey?Ella arrugó el gesto, aparentem
Por la mañana, no era casualidad que Louise quisiera desaparecer por un momento de esta agobiante familia. Más bien, quería desaparecer de todo este reino y fingir su muerte para que no pudieran buscarla jamás.Eso era sin dudas algo exagerado, pero tratándose de ella, todo lo valía.Sus dedos se deslizaron por la nueva carpeta que había rellenado con los mismos datos de Elion de la primera vez. Más vacío que lleno, pero hoy esperaba poder escuchar más de él. Al menos tenía la seguridad de que no estaría siendo observada por Damien en todo lo que le dijera o él hiciera.Pero no veía muchas esperanzas en el príncipe Elion. Probablemente le seguía teniendo rencor y haría su carpeta trizas otra vez.No obstante, mantuvo la fe en que todo iría bien y nada se saldría de su control otra vez. El positivismo no era precisamen
Miró el reloj en la pared, y suspiró aliviada cuando vio que sólo faltaban veinte minutos para que la tortura se acabase. Devolvió la mirada, y se encontró con Elion. Burlón, luciendo más que relajado.Apenas entendía qué demonios había dicho para que este hombre cambiara tan de pronto; primero una disculpa, y ahora no paraba de decir tonterías. Pensó que actuaba así para ponerla a prueba, ¿pero a prueba para qué? ¡Dios! ¡Mientras más lo pensaba, más se acercaba a explotar!“¡Vamos Louise! ¡No puede ser tan difícil! ¡Sólo estás quejándote por nada!” El ánimo sirvió para hacerle continuar, ignorando las futuras estupideces que salieran de la tonta boca de Elion.Estaba inquebrantable ahora mismo. No se pondría a discutir una segunda v
El príncipe por otro lado, estaba impresionado por la audacia de Louise al entregarle ese libro de niños de primaria. Sin embargo, una vez que miró por varios minutos su rosto disgustado y enojado, prefirió no seguir molestando. Porque eso es lo que venía haciendo todo este momento.¿Qué más tenía que decir para hacerle saber que no estaba interesado en nada de esto de la realeza? Entendía sus intenciones, todo ese gran discurso acerca de aceptar ser un príncipe había sido impresionante… Pero no sabía cómo explicarle que no podía simplemente aceptar ser algo que todos habían odiado que fuera.Tampoco es como si fuera a contarle la historia de su vida a esta mujer que no conocía de nada. Y que, además, parecía cogerle manía con cada segundo que pasaban juntos.Pero, con lo poco que había avistado de Louise Roose
¿Cómo podía contarle a alguien todo lo que estaba pasando, si se moriría de angustia al pensar que algo terrible sucedería si lo hacía? ¿Cómo podía hacerle saber a Dóminic que estaba bien cuando ni siquiera podía decirlo sin que su garganta se apretara horriblemente?Estaba atrapada en el mismo mundo que ella misma había creado. Uno correcto, justo y con todas las cosas ordenadas a la perfección como tanto le gustaba. Pero en un solo instante, poco a poco se derrumbaba todo aquello que le producía tranquilidad. La tranquilidad que le recordaba que nada, ni nadie, podían ahogarla.Sin embargo, ahora se encontraba en las manos de un hombre poderoso que siempre la tuvo encadenada; y ella, totalmente ilusa y enfocada en sus asuntos, evadió cualquier señal de peligro.Pensando que era totalmente libre.Pensando que el camino que
—Les tengo una maravillosa noticia… Tal vez pronto podamos continuar con el programa de tutoría. —Sonrió orgullosa. —Hablé con el Congreso de Gestión General y les pareció perfecto. Ahora… sólo tenemos que esperar unos cuantos días hasta que nos den una respuesta definitiva.—O-oh, oh… —Suzanne, chica morena de estatura promedio le miró y balbuceó sin saber qué decir. A su lado miró a Opia, su otra ayudante que parecía otra pueblerina de Reinmen más. Cabello oscuro, piel ligeramente blanca y con unas bonitas pecas en su rostro. —M-mira…—¿Eh? —Gesticuló, mirándolas bastante confundida por la poca emoción que recibió. Opia se le acercó y sonrió abiertamente. —Eso es muy emocionante, pero…Las palabras se quedaron en el aire,
¿Ah? ¡Eso era increíblemente grosero! Refunfuñó y chasqueó su lengua bastante alterada. “Louise” Pronunció su nombre y acaparó toda su atención, aunque frunció el ceño.Odiaba que le llamase por su nombre.—¿Qué sentido tiene ir tras esa sirvienta cuando, a lo mejor, sólo te dirá que quería verme? Se veía bastante emocionada cuando me vio la cara.Se encogió de hombros, acercándose a ella. —Estás para seguirme de cerca, escribir en tu carpeta tonta lo incompetente que soy y quien sabe que más cosas. —Volvió su cabeza hacia un lado para reír corto. —Es raro que te importe.De vuelta, ella le respondió. Balbuceando incoherencias primero, hasta que se repuso en su propio sitio, con los nervios a flor de piel. —El problema aquí es, ¿por qu&