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Mathew suspiró. Por más que quisiera tenía que aceptar que su esposo era... particular. Y a eso se le añadía que ahora, gracias a ella tenía sus dos nalgas algo rojas. Lara no había escatimado en golpearlas con fuerza y dejar sus dedos marcados.

Sabía que su cuerpo estaba bien formado resultado de muchísimos años de entrenamiento y de su fuerte genética como lobo. No tenía ni una gota de grasa de más y la poca estaba repartida estratégicamente. Y su esposa se encargaba todo el tiempo de recordarle lo bueno que estaba. No tenía pelos en la lengua para vacilar su cuerpo.

-Marido mío- Lara se mordía la uña con sus ojos brillantes y una sonrisa pícara en su rostro- tu trasero se ve delicioso así rojo- se burló- Y además se siente rico tocarlo ¿puedo seguir?-

Estiró la mano para agarrar uno de los glúteos cuando su muñeca fue agarrada por Mathew deteniéndola en el camino. Le gustaba que lo tocara, pero la comezón en sus nalgas no era nada graciosa. La bruja no tenía conciencia de su fuerza
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