Capítulo 81

Hay tres reglas muy importantes cuyo cumplimiento es de vital importancia para los monteros: No hay que titubear al momento de dar el golpe final, no hay que confiar en un místico y jamás dejes que un místico entre a tu casa. No es como que tu negativa les impida meterse por la fuerza, pero el dar permiso es dejarlos entrar no solo a tu casa si no a tu vida. Es ser vulnerable a sabiendas; es aceptar la destrucción.

Y es embriagadora la sensación de peligro que lo vuelve casi adictivo.

Arlen es tan paciente, tan cuidadoso; en este momento necesito caos, necesito un revuelo, necesito una distracción, no al caballero galante. Me subo a horcajadas sobre él en el sillón y lo beso como si fuera el alivio a todos mis problemas. Sus labios no son calientes, pero eso no impide que un hormigueo baje hasta mi estomago y cosquille agradablemente. Sus manos reposan sobre mi cintura y su tacto ligeramente frío me enciende en pocos segundos.

Acaricio la piel suave de su cuello y el imita mi movimien
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