Ariana no ha cambiado mucho, por no decir nada. Sigue siendo la misma chica de veinte años a la que le menté la madre y a quien deseé no volver a ver. Su mirada divertida y su sonrisa coqueta son tan irritantes, que me gustaría tener al dragón aquí para pedirle que se la coma… Eh, literalmente, no cualquier otro significado que se le pudiera poner.

—Tocaste a mi hermano, maldita perra —siseo—. Estás muerta, solo que aún no lo sabes.

—¡Viviana! Esas no son formas.

Mamá siempre será mamá. Está apresada, por todos los cielos, golpearon a su hijo y quieren meter a su hija a una secta rara, pero lo que a ella le importa son los modales. A la mierda los modales.

—Viviana Munguía Silva —recita el montero serio desde su lugar—. A partir de hoy eres Montero Celestial y la campeona de los humanos, la elegida para representar a la raza humana en la alianza con los místicos. Tu deber es salvar al mundo de la perdición, en ti confiamos y ante ti nos inclinamos.

—¿De qué chingados…? —meneo la cabez