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¡Yo me entregué a él sabiendo que esto podía suceder! —la fuerte voz de Yuki hizo eco en la habitación—. Abre tus ojos, maldita sea… yo permití que esto pasara, yo me permití a mí misma enamorarme de él, si no lo hubiese amado esto no hubiese sucedido, deja ya de poner excusas a mis errores —la situación no era mejorable en ningún sentido, todo indicaba a que la discusión no sería fácil de sobrellevar—. Soy la peor amenaza que todos en la organización han enfrentado en mucho tiempo.

Pero también eres nuestra carta de triunfo —Yuki levant&oac

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