Tyson no me había soltado la muñeca hasta que llegamos a la guarida de Ezra, eran muchos los esbirros que me acompañaron hasta la mismísima boca del lobo pero saber que tenía a alguien más o menos de mi lado me hacía sentir menos sola.
—Reika, ¿qué haces aquí?— Ezra salió de entre las sombras para recibirme.
—Dijiste que era bienvenida cuando quisiera.—le recordé forzando una sonrisa.—¿Me lo he tomado demasiado al pie de la letra?
—En absoluto, querida.—desvió la mirada hacia el bosque y después a toda du manada.—¿Qué diablos hacéis todavía aquí? Id a buscar a los otros.—comprendí que se refería a Ayax, Duke y Max, y probablemente a Hades también.
—Ha venido sola, señor.
—¿Por qué te has dedicado a raptar a otras lobismuller para hacerme venir, en vez de venir directamente a por mí?— pregunté una vez me había dejado en el sillón de cuero marrón frente a la televisión.—Quería motivarte a venir, no obligarte.—se sentó a mi lado y yo me aparté todo lo que podía, quedando muy pegada al reposabrazos.— Aunque sabía que no podrías evitarlo, eres demasiado buena.—Ya me tienes aquí, suelta a mi madre.— se levantó del sillón repentinamente.—Casi olvido registrarte, qué desastre.— dió un silbido y apareció el niño que vi la otra vez cargando una silla.— Manos inocentes, espero que no te haga sentir muy incómoda.—Levántate.— ordenó el niño. Dudé entre si hacer lo que m
—Pruébalo, Reika.— dejó uno de los frutos en la palma de mi mano.— Adelante.—Es una especia, no sabrá bien así sola.— lo cierto es que mi coartada era insostenible, y estaba empezando a sudar.—Vamos, pruébala y soltaré a tu madre.— no paraba de dar vueltas a mi alrededor y eso me ponía aún más nerviosa.—¿De verdad?— empecé a preguntarme si merecía la pena.—Yo siempre cumplo mis promesas.— susurró detrás de mí, lo suficientemente cerca para que notase su aliento en mi nuca.—Trato hecho.— entonces me tragué el fruto sin pensarlo dos veces como si fuera una pastilla, y me senté en el sofá a esperar que empezasen a aparecer los síntomas.—Tengo que admitir que no esperaba que lo hicieras.— dijo él visiblement
—¿Y ahora qué?— pregunté frustrada, pero solo me encontré con los ojos de Ezra llenos de ilusión.—Ahora tendremos la oportunidad de disfrutar de nuestra compañía.— anunció sirviendo dos copas de vino.—Yo no voy a disfrutar de nada.— debió pillarle por sorpresa porque derramó un poco de vino al girarse repentinamente.— Estoy aquí obligada, en realidad me gustaría estar con Ayax, Max y Duke.— intenté decirlo suavemente.—Ya, ya, estás marcada...— admitió con tanta rabia que no le permitía vocalizar tan bien como solía hacerlo.—Ellos también, llevan mi nombre en el cuello.— tengo que admitir que mis ojos se llenaron de lágrimas al recordarlos con tanto detalle.— Es una conexión muy fuerte Ezra, tienes que entenderlo.&mdas
—Puto niño de mierda.—mascullé mientras le veía marcharse tras dejar una bolsa junto a los barrotes de mi celda.—Me cago en su padre.Aquí era donde debían haber tenido encerradas a María y a mi madre. Era un trozo de cueva más excavado en la roca, tenía unos barrotes de hierro con una gran cerradura al estilo de una cárcel medieval. Era frustrante porque casi podía colarme entre las estúpidas barras de metal. Dentro solo tenía una cama y un cubo, ya os podéis imaginar para qué era el cubo.Solo llevaba unas horas ahí pero ya sentía que me faltaba el aire, parte de la culpa podía ser mía por haberle escupido vino en la cara a mi anfitrión, quizás podía haber jugado mis cartas de una manera más seductora.Me fijé que debajo del colchón asomaba un trozo de papel, cuando lo tuve ent
Gracias a la carta de mi madre me tiré unos minutos sollozando, pero también me di cuenta de lo fácil que era excavar en ese material, me dediqué a tratar de terminar el túnel y ya podía ver un rayo de luz al otro lado.—Reika.– escuché la voz de Tyson así que me apresuré a salir del túnel dando gracias al cielo porque quien me había descubierto era precisamente él.—¿Qué pasa?— susurré mientras salía arrastrándome hacia la superficie.—Ezra quiere cenar contigo y quería asegurarme de que no te pillase intentando escapar cuando viniera a por ti.— explicó hablando muy deprisa y entrecortado.—¿Cómo sabías que intentaría escapar?— pregunté tratando de quitarme de encima todo aquel polvo.—Porque yo era quien ayudab
Gruñí al verme reflejada en el espejo, claramente aquel atuendo lo había elegido un hombre, solo servía para resaltar mis atributos sin aportarme ni una pizca de comodidad. Salir del túnel así vestida iba a ser una auténtica pesadilla.No había ropa interior en la bolsa así que opté por ponerme la que llevaba, menos mal que no la había alcanzado el polvo. En la bolsa había un minivestido negro palabra de honor de terciopelo y unos tacones negros con la suela roja.Yo nunca me habría puesto eso, sobretodo el vestido en el que iba embutida ya que necesitaba al menos un par de tallas más solo para poder respirar.Además habían metido productos de maquillaje totalmente aleatorios, no sé qué pretendían que hiciese con ello, no había nada para la piel pero sí tres tipos de pintalabios rojos. Opté por ponerme solo pintala
—Tengo una sorpresa para ti.—anunció Ezra.Su maravillosa idea fue obligarme a ponerme unos tacones terriblemente incómodos y después llevarme a dar un paseo por el bosque. Seguramente aquella tortura resultara romántica para él, pero además de que preferiría dar el paseo de la mano de Jack el destripador, íbamos acompañados de montones de sus esbirros y ninguno de ellos era Tyson.—¿Me has oído?— zarandeó mi brazo y así consiguió que le mirase.Se arrodilló ante mí y en su mano tenía una cajita roja, como la de un anillo de pedida. Hizo un amago para que la tomará y como no quería tener que volver a oír cómo me daba órdenes lo hice antes de que dijese nada.Abrí la caja y en lugar de un anillo había una especie de tarjeta de visita de un estudio de tatuajes.
—No has probado la perdiz.— señaló Ezra.Miré mi plato, ni siquiera había ensuciado los cubiertos de plata, este no era el final de vivir felices y comer perdices que él esperaba.—No quiero seguir con esto.— por no querer, no quería ni empezarlo.— No quiero que te tatúes mi nombre en el cuello, ni llevar tu marca en el mío, no quiero que me sigas manipulando a tu gusto, y sobretodo; no te quiero a ti.—¡Cállate!— ordenó a gritos.En cuanto levantó el tono de voz aparecieron dos chicos que lucían dispuestos a intervenir si era necesario.—Tienes que entender que no puedes obligar a todos a hacer lo que tú quieras.— me levanté de la mesa.—Reika...— respiró profundamente mientras describía círculos con los dedos índice y anular sobre sus sienes