—¿Y ahora qué?— pregunté frustrada, pero solo me encontré con los ojos de Ezra llenos de ilusión.
—Ahora tendremos la oportunidad de disfrutar de nuestra compañía.— anunció sirviendo dos copas de vino.
—Yo no voy a disfrutar de nada.— debió pillarle por sorpresa porque derramó un poco de vino al girarse repentinamente.— Estoy aquí obligada, en realidad me gustaría estar con Ayax, Max y Duke.— intenté decirlo suavemente.
—Ya, ya, estás marcada...— admitió con tanta rabia que no le permitía vocalizar tan bien como solía hacerlo.
—Ellos también, llevan mi nombre en el cuello.— tengo que admitir que mis ojos se llenaron de lágrimas al recordarlos con tanto detalle.— Es una conexión muy fuerte Ezra, tienes que entenderlo.
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—Puto niño de mierda.—mascullé mientras le veía marcharse tras dejar una bolsa junto a los barrotes de mi celda.—Me cago en su padre.Aquí era donde debían haber tenido encerradas a María y a mi madre. Era un trozo de cueva más excavado en la roca, tenía unos barrotes de hierro con una gran cerradura al estilo de una cárcel medieval. Era frustrante porque casi podía colarme entre las estúpidas barras de metal. Dentro solo tenía una cama y un cubo, ya os podéis imaginar para qué era el cubo.Solo llevaba unas horas ahí pero ya sentía que me faltaba el aire, parte de la culpa podía ser mía por haberle escupido vino en la cara a mi anfitrión, quizás podía haber jugado mis cartas de una manera más seductora.Me fijé que debajo del colchón asomaba un trozo de papel, cuando lo tuve ent
Gracias a la carta de mi madre me tiré unos minutos sollozando, pero también me di cuenta de lo fácil que era excavar en ese material, me dediqué a tratar de terminar el túnel y ya podía ver un rayo de luz al otro lado.—Reika.– escuché la voz de Tyson así que me apresuré a salir del túnel dando gracias al cielo porque quien me había descubierto era precisamente él.—¿Qué pasa?— susurré mientras salía arrastrándome hacia la superficie.—Ezra quiere cenar contigo y quería asegurarme de que no te pillase intentando escapar cuando viniera a por ti.— explicó hablando muy deprisa y entrecortado.—¿Cómo sabías que intentaría escapar?— pregunté tratando de quitarme de encima todo aquel polvo.—Porque yo era quien ayudab
Gruñí al verme reflejada en el espejo, claramente aquel atuendo lo había elegido un hombre, solo servía para resaltar mis atributos sin aportarme ni una pizca de comodidad. Salir del túnel así vestida iba a ser una auténtica pesadilla.No había ropa interior en la bolsa así que opté por ponerme la que llevaba, menos mal que no la había alcanzado el polvo. En la bolsa había un minivestido negro palabra de honor de terciopelo y unos tacones negros con la suela roja.Yo nunca me habría puesto eso, sobretodo el vestido en el que iba embutida ya que necesitaba al menos un par de tallas más solo para poder respirar.Además habían metido productos de maquillaje totalmente aleatorios, no sé qué pretendían que hiciese con ello, no había nada para la piel pero sí tres tipos de pintalabios rojos. Opté por ponerme solo pintala
—Tengo una sorpresa para ti.—anunció Ezra.Su maravillosa idea fue obligarme a ponerme unos tacones terriblemente incómodos y después llevarme a dar un paseo por el bosque. Seguramente aquella tortura resultara romántica para él, pero además de que preferiría dar el paseo de la mano de Jack el destripador, íbamos acompañados de montones de sus esbirros y ninguno de ellos era Tyson.—¿Me has oído?— zarandeó mi brazo y así consiguió que le mirase.Se arrodilló ante mí y en su mano tenía una cajita roja, como la de un anillo de pedida. Hizo un amago para que la tomará y como no quería tener que volver a oír cómo me daba órdenes lo hice antes de que dijese nada.Abrí la caja y en lugar de un anillo había una especie de tarjeta de visita de un estudio de tatuajes.
—No has probado la perdiz.— señaló Ezra.Miré mi plato, ni siquiera había ensuciado los cubiertos de plata, este no era el final de vivir felices y comer perdices que él esperaba.—No quiero seguir con esto.— por no querer, no quería ni empezarlo.— No quiero que te tatúes mi nombre en el cuello, ni llevar tu marca en el mío, no quiero que me sigas manipulando a tu gusto, y sobretodo; no te quiero a ti.—¡Cállate!— ordenó a gritos.En cuanto levantó el tono de voz aparecieron dos chicos que lucían dispuestos a intervenir si era necesario.—Tienes que entender que no puedes obligar a todos a hacer lo que tú quieras.— me levanté de la mesa.—Reika...— respiró profundamente mientras describía círculos con los dedos índice y anular sobre sus sienes
Mi plan de provocar una revuelta contra Ezra había fracasado estrepitosamente, al parecer los genes de hombre lobo los hacen fieles hasta a un tirano sádico como él.Por suerte tenía el plan B esperándome bajo el colchón, en cuanto me llevaron de vuelta a la celda continué con la excavación. Tras unos larguísimos minutos de duro trabajo tenía un túnel angosto con el que podía traspasar los muros de la cueva si conseguía superar la angustia y claustrofobia que me provocaba estar allí, habiendo un peligro real de que aquello se derrumbase y yo quedara asfixiada en el subsuelo de una cueva en medio de un bosque perdido de Galicia donde jamás me encontrarían.Me debatía entre continuar arriesgando mi vida y exponerme al sufrimiento con tal de tener una posibilidad de escapar, o aceptar las ideas de Ezra el tiempo suficiente para que me creyese de su la
—¿Estás aquí sola?—negó con la cabeza y ambas nos escondimos tras los arbustos cuando oímos un ruido.—Los chicos están reuniendo a sus familias para enfrentarse a Ezra.— no podía creer lo que estaba oyendo.En primer lugar mi madre había venido para ayudarme cuando más la necesitaba, en lugar de abandonarme y huir para salvar su propio pellejo como ya había hecho en ocasiones anteriores.También debía haber hablado con Ayax, Max o Duke para saber eso, y lo habría hecho voluntariamente. Además se había referido a ellos como "los chicos" en lugar de usar su terminología habitual referente a monstruos y maldiciones.Pero la última conjetura que había sacado de aquella frase era la más increíble, al parecer estaban intentando reunir a tres manadas totalmente distintas para luchar contra la de Ezra
—¿Qué hacemos?— pregunté a mi madre aterrada. Ella no supo responder pero me agachó la cabeza para que no se me pudiese ver entre los setos.Llegó a mí una especie de brisa cálida y dulce acompañada de mariposas a lo largo de todo el cuerpo.—Son ellos, han venido a por mí. — aunque lo cierto es que quien me había salvado era mi madre, con bastante participación por mi parte.—Oh, no.— ella también comprendió que las cosas se habían complicado aún más. Sacó su móvil y llamó al número de Ayax.—Sin cobertura.Debí imaginarlo, estábamos en medio del bosque al fin y al cabo.—Salgamos de aquí y los avisaremos en cuanto podamos.—tomó mi mano pero yo la aparté.—Sabes que no puedo irme y dejar que luchen por m&