Mi nombre es Reika, soy una chica de 17 años que estudia para poder ser veterinaria, podría describirme como alguien corriente de no ser por mi extraña afición.Comenzó hace años, después del divorcio de mis padres, cuando mi madre decidió dejarme con la abuela (por supuesto importó poco mi opinión entonces, solo era una niña de ocho años con las mejillas pecosas y desdentada). La mejor opción para ellos fue dejarme en manos de una señora que comenzaba a sufrir alzheimer, y llamar muy de vez en cuando para comprobar cómo estaba.La mayoría de mis recuerdos son en la casa de mi abuela, en un pueblecito de Lugo, parecía el escenario de cualquier cuento de hadas.La primera semana allí, decidí ir a explorar el bosque motivada por el aburrimiento.Era aún más precioso desde dentro, a pesar de estar en marzo, todo estaba verde y florecido, un placer aún más disfrutable con la cercanía. Estaba demasiado concentrada en ver cómo las hormigas tra
Lo ocurrido con los lobos me hizo investigar más. A parte de volverme toda una experta en cannis lupus, encontré varias cosas que nos conectaban. Reika significa "el poder del lobo, el poder del hogar". Además nací el 24 de noviembre y eso hace que según el horóscopo celta (el de mis antepasados gallegos), mi signo zodiacal sea el lobo.Soy consciente de que a mis 17 años debería haber superado está paranoia infantil, pero todo cuadra; los adjetivos salvaje, profundo, impredecible, estratega, poderoso, expresivo, controlador, apasionado, imaginativo, complicado, etc. Se ajustan perfectamente a mi carácter.A pesar de todo esto, llevo un día a día bastante normal. De hecho, este sábado iré al cumpleaños de Bruno.Había quedado con Iris y Lúa en la plaza, así que besé la mejilla de mi abuela (que ya estaba dormida) y salí despedida hacia el sitio. Mis amigas ya estaban allí cuando llegué. Lúa llevaba un vestido suelto y un colla
A penas podía respirar, el calor era demasiado sofocante, me quité la parte de arriba del pijama quedando en camiseta interior. Seguía siendo imposible conciliar el sueño, ya era de madrugada, estaba condenada a pasar el sábado noche despierta.Comprobé si tenía fiebre, el termómetro marcaba 20° fuera y 36° en mi cuerpo. Sin duda, mi subconsciente trataba de enviarme un mensaje en forma de malestar.Lúa tenía razón, la luna estaba impresionante, salí al jardín motivada por su extraña atracción. No paraba de sudar, pero la sensación se volvió placentera. Es difícil explicar porqué me tumbé sobre el césped y dejé escapar una suave melodía (mayormente suspiros). Como si fuera una nana, me quedé en un estado entre la vigilia y el sueño, hipnotizada por la nada.No estaba segura de si soñaba o no, abrí los ojos debido a que sentí un roce suave. Piel de mamíferos. Respiraciones húmedas contra mi cuello. Era cómo si estuviese drogada, todo se tambale
—¡Adiós!— no es que me alegrase de despedirme de Lúa, pero después de toda la mañana en el instituto, quería volver a casa cuanto antes. Puede que solo fueran veinte minutos en bus, pero siempre me parecían eternos. Aún así, mi lunes podía empeorar más.—¿Hola?— pregunté a los tres chicos que esperaban sentados en la acera frente a la casa de mi abuela. No solía haber nadie por allí, como mucho algún vecino caminando, pero esto estaba totalmente fuera de lo normal.—Reika...— suspiró el rubio después de esnifar la fragancia del aire a mi alrededor, lo cual les hizo más sospechosos todavía.—¿Nos conocemos?— sin saber muy bien porqué, era cómodo estar con ellos. Lo cual era terriblemente confuso, mi cerebro y mi instinto gritaban cosas contradictorias.—Se parece a ella.— oí cómo murmuraba el que se había quedado más lejos.—Os lo dije.— cuando se acercó un poco más, reconocí al chico de la cic
—Yaya, estás cansada...— puse la escopeta en lo alto del armario, probablemente se le olvidaría que yo la había escondido.—Necesito que me escuches.— me armé de paciencia y me senté con ella en la mesa de la cocina. Sacó un sobre amarillento y dejó caer tres fotografías.La primera era de mi madre con mi edad, ya había visto muchas fotos de ella y además sus rasgos no habían cambiado tanto.—¿Esta eres tú?—miré de cerca la segunda foto, la abuela asintió con gesto melancólico.—Y esta es la bisabuela, Idris.— al parecer, mi bisabuela y yo éramos las raras de la familia, porque el resto de los nombres eran normales (María, Ana...)—Son unas fotos muy bonitas, yaya.— murmuré con media sonrisa, no quería hacerla sentir mal.—Fíjate en nuestros cuellos.— eso hice, y encontré unos arañazos muy marcados.—Nos ha pasado a todas, si no te lo he explicado antes es porque creí que tu madre había acabado con ello.—¿De qué va esto?— estaba siendo
—¿Es esto cierto?— estaba temblando con cada centímetro de mi cuerpo.—Mi madre se fue cuando yo era niña, me crió mi tío, siempre la criticaron por huir sin dejar rastro.— suspiró, sus ojos acumulaban lágrimas.— Los que la conocieron solían decirme cuánto me parecía a ella. Contaban que ella era simplemente adorable, siempre con una sonrisa y muy inteligente. Hasta que una noche la atacaron en el bosque.—¿Los lobos?— la abuela parecía no escucharme, o estaba tan enfrascada en su historia que me ignoró.—Esa noche quedó embarazada.—la idea de los caninos desapareció de mi mente.— Quise odiarla por abandonarme, y lo hice durante mucho tiempo, hasta que pasé por lo mismo que ella y pude comprenderla.—¿Y mamá?— me sentí fatal por todos aquellos momentos en los que maldecía a mi madre por no estar allí.—Yo la mandé a la ciudad, para alejarla de los animales del bosque.— miré la herida de su cuello en
—Yaya, ponte el abrigo.— bajé las escaleras preparada para pasarme otra tarde en el hospital, y volver sin una solución para la enfermedad de mi abuela, como mucho con algún cambio en la medicación.—¡La escopeta!— la abuela estaba en la puerta, señalaba algo entre los árboles.—Venga, el bus está a punto de llegar.—ella me empujó para pasar dentro, tuve que sujetarla. Me dolía tener que hacer aquello, era horrible verla así.Forcejeó conmigo hasta llegar a la parada del autobús.—¡No te acerques!— le gritó histérica a un hombre que leía el periódico tranquilamente.—Lo siento mucho, señor.— murmuré tratando de hacer que se calmase.—No te preocupes preciosa.— la abuela hizo fuerza para dirigirse contra él pero conseguí sostenerla.—Es un placer volver a verte.— sonrió hacia mi abuela.Nuestro bus llegó y subimos, el señor se quedó leyendo en la parada. Pagué por las dos y nos sentamos en los asientos.—Lo siento, Ana.— tragué
—Hola.— abrí los ojos, me había quedado dormida en la sala de espera del hospital. Me despertó el mismo chico que había estado en mi casa aquella mañana.—Soy Ayax, ¿me recuerdas?—Hola...— empecé a temblar, la abuela me había contado cosas terribles y la primera vez que le vi actuaba muy raro.—Mira, no sé de qué vais tú y tus amigos, creo que os estáis equivocando de persona.—Sabía que no entendías nada.—se puso la mano en la cara avergonzado de sí mismo.—Reika, estamos... "enamorados" de ti.—Ni siquiera me conoces.— gruñí molesta.—Tu abuela te ha hablado de la historia de los lobos y tu familia ¿verdad?— asentí.— En esta generación, yo soy el lobo.—No te acerques a mí.— lo último que me apetecía era que mi cuello se cubriese de arañazos.—Por favor, a mí tampoco me hace ninguna gracia sentirme así... por ti.— se sentó a medio metro de distancia en el mismo banco.—Quiero que sea