—¿Es esto cierto?— estaba temblando con cada centímetro de mi cuerpo.
—Mi madre se fue cuando yo era niña, me crió mi tío, siempre la criticaron por huir sin dejar rastro.— suspiró, sus ojos acumulaban lágrimas.— Los que la conocieron solían decirme cuánto me parecía a ella. Contaban que ella era simplemente adorable, siempre con una sonrisa y muy inteligente. Hasta que una noche la atacaron en el bosque.
—¿Los lobos?— la abuela parecía no escucharme, o estaba tan enfrascada en su historia que me ignoró.
—Esa noche quedó embarazada.—la idea de los caninos desapareció de mi mente.— Quise odiarla por abandonarme, y lo hice durante mucho tiempo, hasta que pasé por lo mismo que ella y pude comprenderla.
—¿Y mamá?— me sentí fatal por todos aquellos momentos en los que maldecía a mi madre por no estar allí.
—Yo la mandé a la ciudad, para alejarla de los animales del bosque.— miré la herida de su cuello en la foto.— La encontraron y la atacaron.
—¡¿Papá?!— a penas tenía recuerdos de él, pero no me parecía ningún monstruo, a pesar de odiarle tanto como a mi madre.
—No, tu padre era un chico de familia adinerada de Madrid.— solté un respiro.— Por eso creímos que tú no tendrías este problema.
—¿Qué vamos a hacer?— los lobos ya habían estado en mi casa, temía que volvieran.
—Tenemos que salir de aquí ahora mismo.— la abuela se levantó, se dirigió hacia la puerta del armario y dio un paso adelante. Había vuelto a desorientarse.
—Yaya... — comprendí que sus palabras no eran fiables.— Tenemos que ir a ver al médico.
—Yaya, ponte el abrigo.— bajé las escaleras preparada para pasarme otra tarde en el hospital, y volver sin una solución para la enfermedad de mi abuela, como mucho con algún cambio en la medicación.—¡La escopeta!— la abuela estaba en la puerta, señalaba algo entre los árboles.—Venga, el bus está a punto de llegar.—ella me empujó para pasar dentro, tuve que sujetarla. Me dolía tener que hacer aquello, era horrible verla así.Forcejeó conmigo hasta llegar a la parada del autobús.—¡No te acerques!— le gritó histérica a un hombre que leía el periódico tranquilamente.—Lo siento mucho, señor.— murmuré tratando de hacer que se calmase.—No te preocupes preciosa.— la abuela hizo fuerza para dirigirse contra él pero conseguí sostenerla.—Es un placer volver a verte.— sonrió hacia mi abuela.Nuestro bus llegó y subimos, el señor se quedó leyendo en la parada. Pagué por las dos y nos sentamos en los asientos.—Lo siento, Ana.— tragué
—Hola.— abrí los ojos, me había quedado dormida en la sala de espera del hospital. Me despertó el mismo chico que había estado en mi casa aquella mañana.—Soy Ayax, ¿me recuerdas?—Hola...— empecé a temblar, la abuela me había contado cosas terribles y la primera vez que le vi actuaba muy raro.—Mira, no sé de qué vais tú y tus amigos, creo que os estáis equivocando de persona.—Sabía que no entendías nada.—se puso la mano en la cara avergonzado de sí mismo.—Reika, estamos... "enamorados" de ti.—Ni siquiera me conoces.— gruñí molesta.—Tu abuela te ha hablado de la historia de los lobos y tu familia ¿verdad?— asentí.— En esta generación, yo soy el lobo.—No te acerques a mí.— lo último que me apetecía era que mi cuello se cubriese de arañazos.—Por favor, a mí tampoco me hace ninguna gracia sentirme así... por ti.— se sentó a medio metro de distancia en el mismo banco.—Quiero que sea
Iria y Lúa vinieron al hospital para estar conmigo, la madre de Lúa es abogada así que ella se encargó de los trámites contra el hospital, tenían una seguridad muy deficiente si se les colaban lobos en las habitaciones de los enfermos.—¿Te encuentras bien? Tienes mala cara.— de pronto mi tía había venido a salvar el mundo. Odiaba su falsedad, probablemente había llegado atraída por el aroma de la herencia. Visitaba a mi abuela más o menos lo mismo que mi madre.—Llevo tres días en el hospital, la verdad es que no estoy en mi mejor momento.— gruñí con ironía. Iris puso la mano sobre mi hombro, la falta de sueño me estaba afectando.—Yo cuidaré de ella.—dijo mi tía, y miró a su madre como si fuese un geranio que se había comprometido a regar mientras yo no estuviese.—Tú...— estaba a punto de llamarla hipócrita o de soltar una bofetada de telenovela. Sin embargo, no había vuelto a casa desde aquel día y no me había duchado ni cambiado de ropa desde entonces.—V
Fue complicado asistir a seis horas de clases interminables sabiendo todo lo que me esperaba al salir. En mi mente se amontonaban decenas de escenarios posibles.Por eso, cuando sonó el timbre salí de clase sin que la profesora hubiese acabado de contarnos el fracaso de Amadeo de Saboya como rey.Llegué hasta la parada de autobús empujando niños de todas las edades, alturas, colores y olores. Me senté cerca de la puerta y me puse los cascos, preparada para un camino largo hasta el hospital.—Hola.— indudablemente, esa voz se dirigía a mí. Por alguna razón, mi apariencia me hace accesible para los demás, lo cual es una tortura para alguien tan introvertida como yo.Al ver su rostro di un salto sobre mí misma mientras tomaba aire estrepitosamente, era el otro chico.—¿Qué queréis de mí?— aquello sonó como si solo me estuviese quejando, pero era una pregunta sin ánimo retórico.—Eh... soy Max, creo que te merece
Llegué y en la recepción del hospital no había ni rastro de la enfermera que solía saludarme, no la había visto desde el incidente del lobo. El resto de personal me miró sin decir nada mientras yo entraba en la sala donde estaba mi abuela.—Ya he vuelto.—murmuré. Esperaba ver a mi tía jugando con su móvil o malgastando su tiempo de alguna otra forma. Pero o mi tía había cambiado mucho en un solo día, o ella no era aquel chico. Me encontré con Ayax sentado a los pies de la cama de la yaya.—Perdona, solo estaba vigilando, ya me voy.—levantó las manos de forma pacífica. Me resultó bastante difícil procesar toda aquella información, teniendo en cuenta que se me estaba acumulado.—Espera...— vi la calma en el rostro durmiente de mi abuela y le detuve agarrando su brazo.—¿Por qué?—Bueno, ya viste que tuve que detener a Javier antes de que le hiciese daño a tu abuela.— pestañeé muy fuerte y lento.—Por favor, no nos juzgues a todos por las acciones de uno. En reali
Ayax tenía algo que le hacía confortable, era como si a su lado todo se tranquilizase. Desde el momento en que le abracé por primera vez sentía que quería volver a hacerlo.—¿Estonces todos sois hombres lobo?—pregunté tratando de asimilar que la tarada de mi prima superfan de Crepúsculo iba a tener razón después de todo.—Algo así...— se notaba lo incómodo que le hacía sentir, pero era algo bastante importante para mí.— La definición de "especie" implica que sus individuos puedan aparearse entre sí dando lugar a descendencia fértil.— en este momento di gracias por haber estudiado biología en lugar de latín y griego.— Somos de la misma especie que los humanos, eso es seguro.— un escalofrío me recorrió la espalda, otra vez.— El licantropismo es un gen recesivo ligado al cromosoma Y, esto significa que...—Ya sé lo que significa.— le interrumpí ansiosa por saber más.— ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?—Tú eres una lobi
—Reika, despierta.— Ayax me obligó a abrir los ojos y levantarme del sillón.—Duke ha venido para llevarte a casa.—¿Tú te quedarás con la yaya?—él asintió y eso me hizo sentir suficientemente segura como para dejarla en sus manos.—Hola, Reika.— Duke resultaba terriblemente atractivo, sus rasgos parecían tallados en mármol, salvo sus ojos que reflejaban una mirada cambiante y muy profunda.—Hola.— me sentía un poco culpable por no haber respondido sus mensajes.—¿Estás lista?— asentí y él sujetó la puerta de la habitación para que yo saliese. Besé a mi abuela en la frente y le di un abrazo bastante incómodo a Ayax.En la puerta del hospital solo vi tres ambulancias, un Seat panda y un range rover negro.—¿Lo estás dudando?— era como si me hubiese leído la mente. Abrió el range rover con la llave a distancia y entramos.Encendió la radio y nos pusimos en marcha. Tenía esa pose
—Hola.— saludé al conductor del autobús, ya que las personas que no lo hacen tienen una esquina con olor a basura reservada en el infierno.—Buenos días...— como todas las mañanas en ese tramo, el vehículo iba casi vacío.— No deberías esperar tanto tiempo ahí.— fruncí el ceño, solía salir unos minutos antes por si acaso.— Ha habido ataques de lobos en la zona.—¿Cuándo?— conseguí preguntar a pesar del nudo en la garganta.—Lo he leído esta mañana, una chica de tu edad ha desaparecido y creen que han sido los lobos.— tragué saliva, estaba empatizando con ella.—¿Por qué creen que han sido los lobos?— esperaba que solo se hubiese escapado de casa o algo así.—Estaba hablando por teléfono con su padre cuando la atacaron, ella lo dice en la llamada.— quizá fuese por las curvas, pero se me estaba revolviendo el estómago.—Me bajo aquí... Adiós.— dije al llegar al instituto. El conductor