Max, Duke y Ayax habían escuchado todo lo que me había pasado manteniendo el interés, sin duda me querían, porque fue un monólogo de veinte minutos de reloj.
—¿Sabes cómo es esa joya?— preguntó Ayax. Yo negué con la cabeza.—Voy a hablar con mi padre, luego nos vemos.
Salió por la puerta furibundo, podría haberle leído el pensamiento, pero era una habilidad nueva y todavía no estaba acostumbrada a usarla así que no se me ocurrió hacerlo.
—¿Qué le pasa?— me dejé caer sobre Max y él comenzó a acariciar mi pelo.
—Ni idea.— Duke se encogió de hombros.— Creo que deberías contactar con Asena.
—¿Debería enviarle un mensaje?— ambos negaron con la cabeza.—Mejor la llamo.
Tecleé el número que me había dado mi tío y oí dos tonos hasta que ella contestó.
—¿Sí?— solo era una sílaba, pero se podía apreciar lo suave que era, el equivalente sonoro a la melaza.
—Hola
Llamaron a la puerta y fui a abrir. Sabía quién era, estaba esperando a Asena, pero no tenía ni la menor idea de lo que aquello iba a suponer.—Hola.— me abrazó efusivamente nada más entrar. Iba vestida totalmente de negro, supongo que ella también llevaba el luto; pero discretamente, nada de ropa escandalosamente gótica, la clase de vestimenta que sinceramente te apetece llevar cuando estás triste.—Hola.— contesté dando lugar a un silencio de apenas dos segundos, que se me hizo eterno— Oye, no te lo tomes a mal, pero ¿me puedes explicar quién eres?—Oh, claro, claro.— sacó una foto de su cartera.— Verás, conocí a tu abuela cuando tenía nueve años, tú aún no habías venido a vivir con ella.Miré bien la foto. En ella aparecían mi abuela y una niña más o menos de la edad que ella decía tener entonces, ambas recogiendo flores. Aquello era algo que mi abuela solía hacer, conocía todas las plantas de la zona y siempre s
—Es curioso que la yaya nunca me trajera aquí.— Asena me llevó hasta la cabaña que aparecía en el testamento de mi abuela. Lo cierto es que había pasado por delante montones de veces, pero nunca había llamado mi atención. Era como si el plano lo hubiese dibujado yo a los cinco años con el sol en la esquina del papel, y además la naturaleza la estaba devorando.—¿Pero te llevó a buscar hierbas?— asentí y ella sonrió.— Ahora verás.Tiró del pomo de la puerta un par de veces, pero la madera se había dado de sí y resultaba imposible moverla. Me coloqué a su lado para ayudarla, apuesto a que las dos estábamos deseando que los poderes de lobismuller conllevaran superfuerza.Por fin cedió y con un horrible chillido del roce con el suelo, Asena y yo pudimos entrar.Ella encendió la luz de su móvil dejando ver montones de tarros de cristal etiquetados, llenos de hojas, flores, polen, tallos, aceites vegetales, semillas, pétalos...<
Asena tenía su propia vida, así que después de charlar un rato más, se marchó. Eché una primera ojeada a la guía de plantas. Al parecer, servían para potenciar las habilidades de lobismuller.En general, las semillas y el polen eran lo más fuerte, y el tallo apenas tenía efecto.Me fijé en la planta a la que mi abuela no me dejaba acercarme. Se suponía que yo no debía ni tocar la Euphorbia amygdaloides. Naturalmente, para los humanos era un buen consejo, porque su látex es muy venenoso.Pero lo que para los humanos era un laxante o un curaverrugas, en los apuntes de Asena decía que subiría mi libido y la sensibilidad en zonas erógenas.Revisé todos los tarros y mi abuela no guardaba ni una triste hoja de esta planta.—No lo puedo creer.—murmuré y salí de la cabaña. Sabía perfectamente dónde encontrar la maldita planta (por todas las veces que mi abuela me había hecho alejarme de allí) así que las recogí rápidamente
Ayax me abrochó el colgante desde atrás y besó mi nuca. Habían pasado dos horas, pero aún me costaba hasta respirar.—¿Qué lo hace tan especial?— pregunté viéndolo en mi cuello.—Podrás saber quién es un licántropo.— me dió la mano y el símbolo de la luna comenzó a iluminarse.—Tendría que estar muy cerca para darme cuenta.— Ayax se encogió de hombros, supongo que los collares mágicos detectores de hombres lobo, no son perfectos.—¿Te apetece...?Mi teléfono empezó a sonar. Era el teléfono del instituto, sabía lo que me iban a decir.—¿Sí?— contesté fingiendo no estar preocupada, no importaba, a estas alturas Ayax ya lo habría notado.—Reika, cielo, somos conscientes de tu situación pero hemos estado hablando en el claustro de profesores y no te has presentado a ningún examen.—Era mi profesora de literatura, me caía bien a pesar de haberme obligado a leer libros insoportables (sí, po
—Esto es una mierda.— gruñó Duke pasando las hojas de mis apuntes de matemáticas, y con "mis apuntes" me refiero a los que me había prestado Iris para que los fotocopiara.—Deja de quejarte, tú solo tienes que escribir unas cuantas fórmulas; yo tengo toda la literatura de los últimos tres siglos.— le contestó Max, que lo había llenado todo de subrayador verde fosforito.—Silencio, Isabel II y Fernando I se van a casar sin la bula papal.— Ayax parecía inmerso en la historia de España, aquello me sacó una sonrisa.Habíamos organizado un grupo de estudio. En realidad la única que tenía que esforzarse realmente era yo, pero les pedí que se leyesen los apuntes por encima para que al menos supieran de qué les hablaba.—No entiendo nada.—Duke no paraba de suspirar y cambiar de postura.— Estoy harto de tanto seno y coseno, es una gilipollez.—Por favor, tengo que aprobar matemáticas también.— me acerqué a é
—Ni viaje astral ni nada.— murmuré decepcionada. Quemar las hojas no había servido.Entonces me giré hacia aquel enorme perro amarillo, parecía muy suave. Así que, lo comencé a acariciar comprobando que sí era muy suave.Pero el animal no reaccionaba, no pensaba quedarme allí si iba a ignorarme.No tenía el equilibrio necesario para ponerme de pie, ni siquiera ganas de intentarlo. Tuve que ir a rastras por el suelo hasta la puerta de la casa.En cuanto abrí la entrada, tuve que taparme los glasos, la luz del sol era especialmente cegadora.—¿No podías haber buscado una hierba que te ayudase a estudiar en vez de esto?— gruñó mi abuela, que estaba sentada en medio del jardín sobre una manta de picnic.—Pues la verdad es que sí.— claramente, mi cabeza me estaba jugando una mala pasada. Pero llevaba demasiado tiempo sin ver a mi yaya tan bien, y aunque fuera producto de una alucinación, me alegraba de tenerla de vuelta
Me desperté con la cara metida en el césped, las briznas de hierba me habían dejado marcas por todo el lado derecho sobre el que estaba apoyada. Solo di gracias por no haberme quedado dormida sobre un hormiguero.Fui a dentro de la casa y encontré a Max abrazando a la fregona en la cocina.—Buenos días, princesa.— él se despertó y soltó la fregona con risas.—Joder, creía que eras tú.— fruncí el ceño, no me sentía muy alagada cuando me confundían con un palo con trapos en un extremo. Miró su móvil confundido.—¿Sabes dónde están los demás?—él negó con la cabeza.—Por favor, dime que no tenemos que estudiar ahora.— Duke apareció vestido con mi pijama. Había encontrado el baúl donde guardaba la ropa de invierno durante el verano.—¿A tí por qué te ha dado por disfrazarte de mí?— resultaba gracioso cómo se le ajustaba la tela con estampado de ovejitas.—Ni idea, pero creo que tam
—No olvides leer el enunciado despacio.— repitió Duke mientras pasaba las hojas de trigonometría nerviosamente.—Me vais a poner nerviosa.— gruñí con los ojos cerrados para intentar concentrarme en el ciclo de Krebs.Cuando los abrí, vi a Lúa a punto de llamar al timbre para entrar. Abrí la puerta del coche y salí lanzando tres besos al aire.—¡Lúa!— grité para que mantuviese la puerta abierta.—¿Estás lista?— asentí.Lúa solo tenía que hacer la recuperación del examen de matemáticas, que era el primero de la mañana. Iris había aprobado todas las asignaturas, y decía que iba a estar estudiando sin parar hasta la prueba de acceso a la universidad.Llegamos a la clase mirando los apuntes sin hablar, creíamos tener unos minutos más, pero la profesora ya estaba ahí.—Vamos a empezar el examen, solo podéis tener encima de la mesa bolígrafos azules y negros, y una calcula