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Asena tenía su propia vida, así que después de charlar un rato más, se marchó. Eché una primera ojeada a la guía de plantas. Al parecer, servían para potenciar las habilidades de lobismuller. 

En general, las semillas y el polen eran lo más fuerte, y el tallo apenas tenía efecto.

Me fijé en la planta a la que mi abuela no me dejaba acercarme. Se suponía que yo no debía ni tocar la Euphorbia amygdaloides. Naturalmente, para los humanos era un buen consejo, porque su látex es muy venenoso.

Pero lo que para los humanos era un laxante o un curaverrugas, en los apuntes de Asena decía que subiría mi libido y la sensibilidad en zonas erógenas.

Revisé todos los tarros y mi abuela no guardaba ni una triste hoja de esta planta.

—No lo puedo creer.—murmuré y salí de la cabaña. Sabía perfectamente dónde encontrar la maldita planta (por todas las veces que mi abuela me había hecho alejarme de allí) así que las recogí rápidamente

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