Sujetaba la mano lánguida y fría de mi abuela mientras ella se esforzaba por mantener los ojos abiertos, así llevábamos más de dos horas.
—Yaya, puedes dejar de sufrir.—supliqué con la mirada emborronada por las lágrimas.—Por favor, descansa.— me dolía verla así, hablo de un dolor físico y real, una especie de tensión ardiente a lo largo de todo mi cuerpo que resultaba asfixiante.
Tomó una bocanada de aire más, llevaba demasiado tiempo pasándolo mal, ella no se lo merecía.
—Mamá.— me giré para encontrar a la mujer que me parió, junto a Max y Duke. Ella se acercó a la cama rápidamente y tomó la otra mano de mi abuela. La yaya cerró los ojos y soltó el aire por última vez. Se había ido.
Era como si lo hubiera sentido. Como si quisiera dejarnos un mensaje con su último suspiro. La abuela sabía cómo arreglarlo todo hasta el último segundo de su vida. Así fue cómo nos dejó la mujer a la que más he querido y querré siempre; en manos
—He comprado algo de beber para todos.— en realidad salir a la máquina expendedora solo fue una excusa para ir a airearme un poco. El tanatorio resultaba un lugar frío."No me gusta la Coca-Cola..." Oí cómo Max murmuraba.—Perdona, se me había olvidado, iré a por algo distinto para tí.— no estaba en mi mejor momento de concentración así que era comprensible que olvidara los gustos en bebidas de los demás.—¿Por qué?— preguntó visiblemente extrañado.—Porque acabas de decir que no te gusta.— respondí frunciendo el ceño, había elegido un mal momento para probar mi paciencia.—Él no ha dicho nada.— intervino Ayax, también parecía confuso.—Lo he pensado.—añadió Max."Parece que la supersensibilidad esa por fin sirve de algo." Me giré hacia Duke para fulminarle con la mirada.—¿Estabas pensando?— no sería una novedad que Max se estuviera riendo de él, p
Hades y María hacían una pareja de lo más extraña, él era totalmente devoto, pero ella a penas le miraba a la cara. La marca de María parecía un poco distinta, era más superficial y rectilínea, como si no fuera de verdad.No sé qué pintaban en el velatorio de mi abuela, tuve que presentarlos como si fueran mis amigos; bueno, a ellos, a Duke, a Max, a Ayax, a Lua y a Iris.Ante el cristal que nos separaba del cadáver de mi abuela estaban también mi madre y mi tío. Os preguntaréis quién era mi tío, yo también, porque era la primera vez que le veía en mi vida. No se parecía nada a nosotras, tenía el pelo rubio con canas y los ojos tan oscuros que casi parecían negros, además el traje de cuadros que llevaba le quedaba tan grande que resultaba ridículo. Mi otra tía no se tomó la molestia de presentarse.—¿Qué haces aquí?— oí cómo mi madre hablaba con su hermano. Pese a estar a más de siete metros, los oía con mucha claridad. Cerré los ojos apoyada
Entramos en la capilla, como ya he dicho, yo no era creyente, pero mi abuela sí.El padre se puso a hablar y hablar de las bondades de Dios, leyendo sobre la marcha los datos de mi abuela para poder rellenar huecos en su sermón.En el momento en que el cura se puso a cantar y todos los demás le siguieron, decidí dedicarme a mirar las cristaleras.Después salimos y echó agua bendita sobre la ventanilla de atrás del coche fúnebre. Una vez terminado todo esto, entramos a los coches para seguir el ataúd de mi abuela hasta la tumba.Yo iba con Max, Duke e Iris. Lua llevaba a mi madre y a Ayax. Y mi tío iba solo.Una vez allí, llegó la peor parte, dónde no pude contener las lágrimas. El adiós definitivo. Tomé una rosa de la corona de flores que habíamos comprado y la guardé en mi bolso. Fue terrible ver la caja en la que estaba lo último que quedaba de mi abuela ser sepultada rápidamente.Tomé aire y comencé a caminar ha
—A ver, Ramón, resume.— el notario se había puesto a leer todo de carrerilla y no me había enterado de nada.—Resulta que a sus hijos, solo les ha dejado la legítima.— ambos parecían muy decepcionados, pero pasaron décadas sin ni siquiera llamarla por teléfono, era obvio que les iba a desheredar. Mi abuela no tenía gran cosa, y el hecho de que les quedase un quinto de lo que tenían que haber heredado para compartir entre los tres, lo dejaba en una cifra bastante pequeña.— El resto es para Reika, salvo unas hectáreas en el bosque que son para Asena Rivera.—¿Quién es esa?— fruncí el ceño, ni siquiera sabía que mi abuela tuviera tierras allí.—Mi hijastra.— respondió mi tío, aparentemente igual de sorprendido.Mi tío me enseñó una foto en el móvil, pero no me sonaba su cara, no recordaba haberla visto nunca. Asena también tenía el pelo castaño y los ojos azules, era más alta que yo aunque parecía tener mi edad.
Max, Duke y Ayax habían escuchado todo lo que me había pasado manteniendo el interés, sin duda me querían, porque fue un monólogo de veinte minutos de reloj.—¿Sabes cómo es esa joya?— preguntó Ayax. Yo negué con la cabeza.—Voy a hablar con mi padre, luego nos vemos.Salió por la puerta furibundo, podría haberle leído el pensamiento, pero era una habilidad nueva y todavía no estaba acostumbrada a usarla así que no se me ocurrió hacerlo.—¿Qué le pasa?— me dejé caer sobre Max y él comenzó a acariciar mi pelo.—Ni idea.— Duke se encogió de hombros.— Creo que deberías contactar con Asena.—¿Debería enviarle un mensaje?— ambos negaron con la cabeza.—Mejor la llamo.Tecleé el número que me había dado mi tío y oí dos tonos hasta que ella contestó.—¿Sí?— solo era una sílaba, pero se podía apreciar lo suave que era, el equivalente sonoro a la melaza.—Hola
Llamaron a la puerta y fui a abrir. Sabía quién era, estaba esperando a Asena, pero no tenía ni la menor idea de lo que aquello iba a suponer.—Hola.— me abrazó efusivamente nada más entrar. Iba vestida totalmente de negro, supongo que ella también llevaba el luto; pero discretamente, nada de ropa escandalosamente gótica, la clase de vestimenta que sinceramente te apetece llevar cuando estás triste.—Hola.— contesté dando lugar a un silencio de apenas dos segundos, que se me hizo eterno— Oye, no te lo tomes a mal, pero ¿me puedes explicar quién eres?—Oh, claro, claro.— sacó una foto de su cartera.— Verás, conocí a tu abuela cuando tenía nueve años, tú aún no habías venido a vivir con ella.Miré bien la foto. En ella aparecían mi abuela y una niña más o menos de la edad que ella decía tener entonces, ambas recogiendo flores. Aquello era algo que mi abuela solía hacer, conocía todas las plantas de la zona y siempre s
—Es curioso que la yaya nunca me trajera aquí.— Asena me llevó hasta la cabaña que aparecía en el testamento de mi abuela. Lo cierto es que había pasado por delante montones de veces, pero nunca había llamado mi atención. Era como si el plano lo hubiese dibujado yo a los cinco años con el sol en la esquina del papel, y además la naturaleza la estaba devorando.—¿Pero te llevó a buscar hierbas?— asentí y ella sonrió.— Ahora verás.Tiró del pomo de la puerta un par de veces, pero la madera se había dado de sí y resultaba imposible moverla. Me coloqué a su lado para ayudarla, apuesto a que las dos estábamos deseando que los poderes de lobismuller conllevaran superfuerza.Por fin cedió y con un horrible chillido del roce con el suelo, Asena y yo pudimos entrar.Ella encendió la luz de su móvil dejando ver montones de tarros de cristal etiquetados, llenos de hojas, flores, polen, tallos, aceites vegetales, semillas, pétalos...<
Asena tenía su propia vida, así que después de charlar un rato más, se marchó. Eché una primera ojeada a la guía de plantas. Al parecer, servían para potenciar las habilidades de lobismuller.En general, las semillas y el polen eran lo más fuerte, y el tallo apenas tenía efecto.Me fijé en la planta a la que mi abuela no me dejaba acercarme. Se suponía que yo no debía ni tocar la Euphorbia amygdaloides. Naturalmente, para los humanos era un buen consejo, porque su látex es muy venenoso.Pero lo que para los humanos era un laxante o un curaverrugas, en los apuntes de Asena decía que subiría mi libido y la sensibilidad en zonas erógenas.Revisé todos los tarros y mi abuela no guardaba ni una triste hoja de esta planta.—No lo puedo creer.—murmuré y salí de la cabaña. Sabía perfectamente dónde encontrar la maldita planta (por todas las veces que mi abuela me había hecho alejarme de allí) así que las recogí rápidamente