Entré en mi cuarto de baño, porque seré todo lo lobismuller que quiera pero hago pis igual que todos los humanos.
Al pararme junto al fregadero, miré al frente y me vi en el espejo. Los ojos se me fueron directos a las cicatrices en mi cuello, eran más que las de mis ancestras. Saqué la crema que había comprado para los tatuajes de los chicos y la usé en mis heridas, al parecer, curarme rápido no era uno de los superpoderes que había ganado.
No es que fuesen preciosas, pero estaba orgullosa de mis cicatrices, fue hasta bonito recibirlas. Por eso no quería que María recibiese las suyas de mala manera. Era un gran compromiso, uno enorme, y yo me había atrevido a aceptarlo con ni más ni menos que tres personas.
—¿Reika?— cuando Ayax apareció me di cuenta de que no había cerrado la puerta, me estaba acostumbrando a vivir sola.—No te preocupes, no tardarán en curarse.
Debió notar qué estaba observando y se acercó con una
—No seas tan dura con él.— por fin Max intervino en mi monólogo sobre lo mal que se había comportado Ayax.—No tiene sentido que se ponga así porque yo huela a algo que él no conoce.— cerré el grifo y abrí la cortina de la ducha.— Pásame el albornoz, porfa.—Está estresado, es el alfa y... se siente responsable de tu bienestar.— terminé de secarme y comencé a vestirme, Max parecía distraído y me hacía gracia, pero no por ello iba a olvidar mi enfado.— No quiere parecerse a su padre.—¿De qué hablas?— él se mordió el labio, no sé si era porque había hablado demasiado o encontraba irresistibles mis bragas del monstruo de las galletas.—Su familia está muy ligada a la tuya.— fruncí el ceño de nuevo, si seguía ejercitando así ese músculo iba a terminar pareciendo un cromañón.—Su abuelo marcó a tu abuela y su padre marcó a tu madre.—¿Eso significa que somos hermanos?— sentí náuseas al decirlo en voz alt
No mentiré, estaba realmente dolida. Lo de Ayax era increíble, ¿cómo se atrevía? Era horrible para mi autoestima. No podía creer que mi ropa le quedase mejor a él que a mí.Había elegido uno de esos vaqueros holgados que se pusieron de moda en algún momento en los noventa y una de las camisetas que me regalaron por participar en una carrera (fui amenazada con un suspenso en educación física si no iba) y lo había combinado con sus propias zapatillas.—¿Crees que me tienes que proteger?— Ayax se giró hacia mí confuso.— No soy tan tonta, sé que crees que me lo debes, pero no es así.—abrió la boca para decir algo pero lo ignoré y seguí hablando.—No soy una damisela en apuros, puedo cuidar de mí misma, hasta tengo malditos superpoderes.—Lo sé.— admitió con una sonrisa que yo le devolví.—Sé que puedes lograrlo tú sola, pero no quiero que tengas que hacerlo.— se acarició el tatuaje en su cuello como acto reflejo y yo sentí una especie de
—¿Listos?— Duke, Max y Ayax asintieron.—¡Corred!— se transformaron y salieron en direcciones distintas para cubrir más terreno.—¿Estás segura de que funcionará?— Hades parecía nervioso.—Para nada.— no pude evitar reír, no es que tuviéramos una opción mejor.— Venga, sal de aquí y escóndete.— él asintió con la cabeza y se fue.Abrí muy despacio la puerta de la habitación en la que estaba María y me quedé detrás, no sé si era porque estaba en pánico o porque no era muy lista, pero ni siquiera se molestó en comprobar porqué se había abierto de repente. María salió corriendo adentrándose en el bosque, aquí comenzaba la parte del plan que yo no presencié.Mientras yo me cubría de heridas falsas y me revolvía el pelo (no podría haberlo hecho antes, corría el riesgo de que me descubriera al sacarla de la habitación y la hubiese tenido que acompañar en su huída). Si todo iba como debía, María debía estar aterrada al ver a
—No sé porqué te empeñas en curarnos, nuestras heridas desaparecen en horas y en aún menos tiempo si estás a nuestro lado.— sonreí, supersanación para otros, otro poder que es una mierda porque no funciona conmigo misma.—Déjame, me gusta jugar a ser doctora.— mucho me temo que jugar sería lo único que podía hacer porque con mi media de bachillerato no me daba ni para enfermería.—¡Auch!— se me escapó una risita al ver cómo se quejaba por tan solo un poco de desinfectante para la herida.—Hey, ahora verás.— yo estaba sentada sobre su regazo en sentido contrario, pero de pronto se volvió sobre mí, me dejó tumbada sobre la cama y comenzó a hacerme cosquillas.—¡Me rindo! ¡Me rindo!—conseguí balbucear entre risa y risa.—No aceptamos la rendición.—murmuró Max, que en cuanto vio lo que allí ocurría no tardó en unirse.—¡Dos contra una! ¡No es justo!— sentía como si me estuvieran haciendo cosquillas hasta
Me giré un poco más hacia la ventanilla del bus, porque el hombre que se había sentado a mí lado no paraba de intentar observar mi conversación con Ayax.—Veo que no te acuerdas de mí.— de pronto se dirigió a mí, haciendo que diese un bote del susto.—Perdone, ¿qué?— me quité los cascos para oírle mejor.—Soy un viejo amigo de tu madre.— fruncí el ceño, mi madre no tenía amigos en este pueblo, no después de haberme abandonado de mala manera.— Nos vimos en el hospital hace poco, le hice una visita a tu abuela.—Eso no es cierto.— sabía de muy buena tinta que me informaban de todas las visitas que mi abuela recibía. Irónicamente, iba en el bus hacia el hospital, Ayax estaba esperándome allí.—No seas insolente, te digo que es verdad.— apoyó la mano sobre mi muslo y yo se la aparté de un golpe.La pura rabia en mi rostro solo logró que él se mordiera el labio de forma vomitiva.Por suerte l
—...Y por eso ahora tengo un problema enorme.— mi abuela estaba sedada así que aproveché para contarle todo el asunto.Aunque solo me encontrase con sus ojos cerrados y una respiración tranquila como respuesta, era reconfortante estar contándole mis problemas sentada a los pies de su cama.— Quizá estés preocupada por tu hija, está a salvo.— llevaba bastante tiempo metida en aquella habitación sin contacto alguno (yo les pedí a los chicos que no hablasen con ella), estaba a salvo, pero dudo que fuera feliz.—Sabes perfectamente que no puedo perdonarla, ni a mi padre tampoco.— me comenzaba a frustrar no recibir respuesta.— Sé que lo entiendes porque tú también les guardas rencor.Llamaron a la puerta y Ayax apareció entrando tímidamente, estaba cabizbajo.—Max ya ha comprado el test.— le hice un gesto y se sentó a mi lado, uno más y la cama del hospital se nos quedaría pequeña.—Lo sé.— apoyé la cabeza en su hombro.— ¿Qué tal con
—¡¡¡Síííí!!!— gritamos Lúa, Iris y yo al unísono.—¡Esto hay que celebrarlo!—dijo Iris mientras soltaba su subrayador rosa, parecía haberse rendido con lo de estudiar historia aquella tarde.—Claro, como si esta perra tuviera tiempo para nosotras.— fruncí el ceño ante el comentario de Lúa, no porque me hubiera llamado "perra" que se queda en nada al compararlo con "ramera de perros", me dolió porque tenía algo de razón. Estaba descuidando a mis amigas y estaba descuidando mis estudios.—Escuchad, intentaré veros pronto.—oí cómo llamaban al timbre, pero como lo hicieron al ritmo de la marcha imperial de Star Wars supe que era Max.—Bueno, tengo que colgar ya.Pulsé el botón rojo para finalizar la videollamada antes de que pudiesen enfadarse. Bajé al piso de abajo, ya estábamos todos.—He traído un regalo.— murmuró Max con una sonrisa mientras dejaba una caja de 144 condones sobre la mesa del comedor.<
—¿Sí?— cogí mi teléfono de las manos de Duke, me lo pasó porque estaba sonando en la mesilla junto a él. Era un número desconocido.—Hola, llamo del hospital, este es el número de contacto que dejaron para los familiares de María ¿correcto?— de pronto se me encogió el corazón, el estado de mi abuela no hacía más que empeorar y no me solían llamar para darme buenas noticias.—Sí, soy su nieta.— respondí con la voz temblorosa, al igual que todo mi cuerpo.—Reika, cielo, van a darle la extremaunción.— yo no era practicante, pero mi abuela lo hubiese querido y así pedí que fuera en caso de que la cosa se pusiera fea.— Haz el favor de traer a tu madre.—De acuerdo.— fruncí el ceño y colgué el teléfono.—¿Qué ocurre?— el tono tranquilo de la voz de Ayax no logró consolarme, y si eso no había funcionado, nada podría hacerlo.—Mi abuela se va a morir.— mi yaya tenía 97 primaveras, el alzhei