35 Ramera de perros

Noté lo mismo que cuando tomas un chocolate caliente en una mañana de invierno, así supe que ellos se acercaban.

—¡Suéltame, ramera de perros!— por muy creativos que fuesen, sus insultos comenzaban a molestarme.

—¿Quieres que te muerda la cara?— no podía hacer mucho más que eso, mis brazos y piernas estaban ocupados sosteniendo los suyos debajo de mí.

—Eso no será necesario.— detrás de mí aparecieron Ayax, Duke, Max y el otro chico. No me dio tiempo a girarme y comprobarlo, lo deduje por cómo gritaba María.

—Me vendría bien una ayudita.— respondí con cierta culpabilidad, había sido un fallo mío que María escapase.

—Tenemos que volver, esto es demasiado peligroso.— me di cuenta de lo difícil que iba a ser pasar desapercibidos.

—Si atravesamos el bosque no tardaremos en llegar a mi casa y no nos verá nadie.— asintieron y sujetando a María entre el chico y Max comenzamos a andar.—¿Cómo

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