Cerré la puerta del baño para asegurarme de que nadie entrase, aunque ya habían empezado las clases. Había intercambiado números de teléfono con Ayax, por si algo le pasaba a la yaya, así que le llamé a él.
—¿Sí?— contestó con tono preocupado.
—¿Qué le habéis hecho a esa chica?—estaba tan confusa que esa sensación en la garganta casi me impedía hablar.
—No es lo que crees, Reika...—me dejé caer en una esquina.—¿Reika? ¿Estás bien? Por favor, contesta.
—¿Dónde está?— sentía la necesidad de ayudarla.
—Max se quedará con tu abuela, llegaré al instituto en veinte minutos.— colgué.
Salí de allí con la excusa de un dolor de cabeza, ni siquiera tuve que esforzarme en pensar algo más complejo. Me senté en el bordillo de la acera, me sentía resacosa estos últimos días, decidí echar una ojeada a las redes sociales a falta de algo mejor que hacer.
Por resumir minutos y m
—¿Sabes qué? Da igual lo distintos que creáis ser tú y los otros dos, no sois más que monstruos.— me alejé hasta chocar contra la puerta, incluso me planteé bajar del coche en marcha.— Lo lleváis en la sangre.—¿Nosotros somos los monstruos?—parecía realmente dolido.— Mira en mi mochila, te he traído algo.Le hice caso, primero me encontré una carpeta llena de recortes de periódico sobre la caza furtiva y montones de fotos de lobos asesinados.—Ellos son los monstruos, nos asesinan y lo llaman deporte.— tragué saliva al ver la sangre derramada, ese podría ser uno de ellos.— Cazan con la excusa de que han matado un par de ovejas. Es cierto, esas ovejas debían haber terminado obstruyendo las arterias de algún turista y el resto en la basura, a cambio del dinero necesario para que se pudiese seguir explotando a sus descendientes.— ni siquiera intenté abrir la boca ante semejante discurso.— Ocupan todo nuestro hábitat y esperan no verno
—¿Te encuentras bien?— olvidé mi enfado, me preocupaba más que Ayax estuviese sano.—Sí, tranquila.— tenía mil preguntas más, pero mi teléfono empezó a sonar, era Lúa.LÚA: Por qué no has venido a clase?YO: Lo siento ☹️ Ayax ha venido para buscarme.LÚA: Que morro!!!YO: Se encuentra mal.LÚA: Pues se me ocurre una medicina alternativa.YO: ¿Cuál?LÚA: Tu saliva en su saliva.YO: Que asco. Adiós?LÚA: Ciao?—¿Has hablado sobre mí con tus amigas?— fruncí el ceño guardando en móvil en el bolsillo.— Perdona, tengo la visión y el olfato muy desarrollados.—Bueno... Saben quiénes sois, pero no les he contado la parte de los hombres lobo.— vi su cara cuando dije las últimas palabras, era entre vergüenza y asco.—¿Qué pasa?—Suena fatal, como u
—Mira a través del cristal.— estábamos en una especie de fábrica aparentemente abandonada desde el exterior. Por dentro estaba reformada, con las paredes desnudas y sin muebles.María estaba en una cama, llevaba un pijama de color rosa, en la mesilla tenía una bandeja con agua y un sandwich.—Es uno de esos espejos trucados que salen en los interrogatorios de las películas.— interrumpió Ayax. Tengo que admitir, que pese a estar atada, no parecía un secuestro.—¿Por qué la tenéis aquí?— no cuadraba con ninguna de las teorías. Si fuesen tan buenos, no habrían raptado a una chica, y si fuesen tan malos ella ya estaría muerta.—Me disparó cazando.— solté un sonido de sorpresa.— Duke estaba contigo cuando Max y yo la sentimos...—fruncí el ceño.— Huele casi como tú, dulce pero sin esa especie de picor refrescante al final.—¿Significa que es como yo?— no podía quitarle los ojos de encima.
—¡Suéltame!— aparté el brazo de Ayax de mi cintura.—¡Animal!—di un paso hacia atrás metiéndome en la habitación.— Deberían mataros a todos.Entonces él cerró la puerta de un golpe sin ni siquiera pestañear.—¿Reika?— María hizo un intento por acercarse pero estaba atada. El plan había funcionado, si fingía que también me secuestraban a mí ella estaría dispuesta a hablar conmigo.—¡María! ¿Qué haces aquí?— me apresuré a desatar sus muñecas.—Tengo un problema, es...— parecía querer decirme algo pero no atreverse a hacerlo.—¿Son los lobos?— ella asintió.—No entiendo nada, también estaban en mi casa.—¿No sabes nada de los lobos?—preguntó incrédula, yo negué con la cabeza.— En mi familia lo sabemos desde hace mucho tiempo, desde que mi tatarabuela—quien, aparentemente, también era familia mía.— fue asesinada en 1853.—¿Un lobo?— pregunté empatizando con la antecesora.
—Te vienes conmigo.— Ayax se metió en la habitación una media hora después de haber entrado yo.—No me toques.— dije de mala manera levantado las manos para no ofrecer resistencia.Una vez estábamos fuera, Ayax cerró la puerta.—Me merezco una puta explicación.— dije cruzando los brazos, esperaba que al menos la mitad de lo que María había contado fuese mentira.Ayax colocó el dedo índice sobre su labio inferior.—No está insonorizado.— murmuró. Señaló una puerta y tomó mi mano para conducirme hasta allí.Me recorrió un escalofrío acompañado de una sensación cálida en el bajo vientre.En la habitación diáfana solo había una cama con sábanas blancas. Las paredes del mismo color parecían muy gruesas según el tamaño esperado de la habitación, además la ventana era doble.Se dejó caer sobre el colchón y dio un par de toques a su lado, decidí sentarme también
Aún contemplaba el techo de aquella habitación, que se veía tan lejos desde donde estaba tumbada, junto a Ayax.Pero el techo siempre había estado a la misma distancia, el factor determinante aquí era la perspectiva.La perspectiva, la misma que hacía que para María los lobos fuesen bestias sanguinarias, pero, para mí unas criaturas bellas y misteriosas.La perspectiva hizo también que la entrada de Duke en aquella habitación fuese tan incómoda, ya que en este caso, le ofrecía un resumen de lo que allí había pasado.—Ayax...— temí cualquier reacción posible, ya que la mayoría de mis ideas contenían mordiscos y zarpazos.— la próxima vez avisa, hijo de puta.Aquello fue desconcertante, cuanto menos. Trataba de descifrar la cara del hombre que estaba desnudo a mi lado. En su cara no encontré nada más que una inmovilidad totalmente sólida.—Señorita, es mi turno.— tendió su mano hacia mí y y
—Solo una copa ¿no?— pregunté antes de salir del coche.—Las que desees.— Duke bajó y abrió mi puerta con caballerosidad.—Cuando digo que solo haré lo que pidas, lo digo en serio.Aquello me dio confianza, solo tenía que mantener la boquita cerrada, y eso no era tan complicado.Abrió la puerta y había un hombre MUCHO más alto que yo (insisto en su altura monstruosa), que debía medir un metro de ancho.—Los DNIs.— tuve que aguantarme la risa al oír su voz pitona pidiendo nuestra identificación. Duke hizo lo que pedía y le puso una pulsera de color negro con el logo del local.Saqué el carnet de dentro de la carcasa de mi teléfono y él se quedó mirándolo.—Aún eres menor de edad.— contra todo pronóstico, el eslabón perdido sabía contar y había visto mi fecha de nacimiento.—No hay problema, ¿verdad?— la mirada sanguinaria de Duke resultaba bastante convincente, pese a ser
Ya eran las tres de la madrugada. Se me había dormido la boca. Había meado en el segundo baño más sucio del mundo (el primero era el de al lado, en el que alguien había vomitado). Y estaba sentada en uno de los sillones con Duke poniendo una servilleta mojada en mi frente.—¿Estás bien?— preguntó él. Tuve que leer sus labios, entre la música y el zumbido constante en mis oídos, era imposible escuchar su voz grave.—Solo un poco mareada.— tengo que admitir que no había sabido controlar lo que bebía, no pensé que siendo solo un vaso de tubo aquello que el camarero me dió pudiese ser tan devastador.—¿Qué quieres que haga?— me miró intensamente. Mi perspectiva fallaba, todo se movía y el techo estaba muy alto.—¿Me das la mano?— asentí y comenzó a describir círculos con el pulgar sobre la palma de mi mano. — ¿Quieres que te bese?— volví a asentir de forma mecánica, ni siquiera sabía lo que decía exactamente. Hizo lo que pedí, movió sus