23 Purpurina

Ya eran las tres de la madrugada. Se me había dormido la boca. Había meado en el segundo baño más sucio del mundo (el primero era el de al lado, en el que alguien había vomitado). Y estaba sentada en uno de los sillones con Duke poniendo una servilleta mojada en mi frente.

—¿Estás bien?— preguntó él. Tuve que leer sus labios, entre la música y el zumbido constante en mis oídos, era imposible escuchar su voz grave.

—Solo un poco mareada.— tengo que admitir que no había sabido controlar lo que bebía, no pensé que siendo solo un vaso de tubo aquello que el camarero me dió pudiese ser tan devastador.

—¿Qué quieres que haga?— me miró intensamente. Mi perspectiva fallaba, todo se movía y el techo estaba muy alto.—¿Me das la mano?— asentí y comenzó a describir círculos con el pulgar sobre la palma de mi mano. — ¿Quieres que te bese?— volví a asentir de forma mecánica, ni siquiera sabía lo que decía exactamente. Hizo lo que pedí, movió sus

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