Aunque la mayoría de lo que había en aquel museo de odio hacia los lobos eran trozos de cadáveres como trofeos y amuletos contra ellos basados en supersticiones, resultó que pudimos encontrar algunas cosas útiles.
Había dos escopetas acompañadas de varias cajas de balas de plata. Además nos llevamos decenas de cuchillos de plata que pensaba repartir entre los nuestros cuando nos encontrásemos en Carballedo. Pero aún nos quedaban por reunir algunas de las armas más potentes.Por fin llegamos a mi casa, no podía soportar más a Hades y sus críticas acompañadas de miradas asesinas por haber arrastrado a María a esto.
Fui directa a la caseta donde mi abuela guardaba las plantas y allí encontré a Asena.
—Reika, ¿qué haces aquí?— preguntó sorprendida.—¿Ya hemos ganado?
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Yo iba apretada junto a las armas de plata y los tarros de hierbas nocivas, mientras que en los asientos estaban Asena conduciendo y Hades con María abrazados.—Hola, solo quiero recordaros lo mucho que os quiero.— me esforcé por contener las lágrimas, lo cierto es que nada me apetecía más que volver a esos momentos en los que estábamos tirados en la cama sin hacer nada más que querernos.— Y que nadie se acerque a la iglesia de San Xoán da Cova.De pronto llegó un olor a mí que era como una bofetada sucia hasta los pulmones, lo reconocí al instante. Todos en la furgoneta lo notamos y cerramos las ventanillas, pero fue inútil.—Son los pedos de lobo.— aclaró Asena.— Parece que está empezando.Al parecer los franceses también lo notaban porque podía escuchar maldiciones y hasta arcadas a mis espaldas.
—Perdóname, Reika,— al oír decir eso a María me temí lo peor.— pero tengo que preguntártelo.— respiré un poco más tranquila al saber que era una pregunta y no una confesión de que estaba secretamente aliada con los franceses y su verdadero nombre era Marie.— ¿Qué diablos te ha pasado en la cara?— me sentí un tanto acomplejada, no pensé que fuera algo tan evidente.—La verdad es que no tengo ni idea, llevo así desde que mataron al padre de Duke.— me sinceré, sin dejar de colocar un par de flores de acónito en cada pulverizador portátil.—Es una respuesta que tenemos las lobismuller más poderosas ante una situación extrema de estrés.— aclaró Asena mientras se colocaba uno de los pulverizadores a la espalda y se alejaba de nosotras para comenzar a rociar el suelo de la
—Agh, me pica todo.— se quejó María mientras se rascaba los brazos compulsivamente.—Pues imagínate lo que les hará a los hombres lobo.—contesté, mientras terminaba de fumigar a prueba de lobos el altar de la iglesia.Al verme haciendo semejante sacrilegio me disculpé mentalmente con Dios y con mi abuela, pero creo que estaba justificado.—Bueno, esto ya está conectado.— anunció Asena, y después me pasó el micrófono.— Adelante.—¿Qué quieres que haga?— pregunté confusa.—Tienes que atraerlos.— contestó y puse los ojos en blanco. Sabía perfectamente que nuestro plan era hacer que los hombres lobo franceses viniesen hasta nuestra trampa, donde entre el acónito y las balas de plata acabaríamos con ellos; pero no sabía qué decir ante ese micr&oac
—¿Se puede saber qué estáis haciendo ahí?— preguntó Ayax en un tono que no sabría descifrar.—Recordad que no podéis entrar, quedaos fuera por si alguno se escapa.— me ahorré los detalles de lo que acababa de pasar en aquella iglesia.María cerró la puerta y vino corriendo con nosotras, que ya estábamos esperando con una escopeta cargada cada una.Entonces el primer lobo entró por la puerta reventándola de un golpe, la fiera grisácea no consiguió dar más de dos pasos dentro del templo y se convirtió en un hombrecillo desnudo dando alaridos y retorciéndose sobre el suelo.Después llegó otro, pero se quedó mirando cómo sufría su compañero desde fuera de la iglesia.—¿Cantamos otra vez?— preguntó María inocentemente, pero en cuant
—¡Coño!— exclamó Asena al ver cómo se rompía una de las ventanas y aparecía en ella un hombre lobo a medio transformar.Entonces disparó tan mal que casi rebota la bala sobre nosotras. Realizó otros cuatro tiros nefastos ante la mirada incrédula del francés en la ventana.No quería intervenir porque estaba vigilando el resto de ventanas que había en mi lado de la iglesia ahora que sabía que era una posibilidad, pero tuve que hacerlo. Acerté a la primera, no porque yo tuviese un don innato, sino porque era un blanco objetivamente fácil y estaba muy cerca.—Asena, vaya desperdicio de balas.—se quejó María, tenía razón, además hay que tener en cuenta que estas balas eran ni más ni menos que de plata.—No es tan fácil.— se quejó ella.—Déjame a
—Parece que ya no entran más.— me atreví a decir, tras unos minutos en los que ninguno aparecía por la puerta o las ventanas.—¿Te parece que eso son dos mil hombres lobo?— preguntó María señalando el mejunje que Asena había estado disolviendo.—Puede ser.— contestó ella mientras lo seguía regando con acónito.María dejó la escopeta sobre el altar en el que estábamos sentadas, sé que es una falta de respeto pero llevábamos ahí un rato y aguantar el retroceso de una escopeta es sorprendentemente cansado.—Vamos a asegurarnos.— dijo mientras volvía a encender el micrófono. Y puso en su móvil la versión de Teen Wolf de Bad Moon Rising.—¿En serio?— puse los ojos en blanco mientras ella comenzaba a cantar.—¿Te
Automáticamente empecé a correr hacia ellos, estaba agotada, pero nada me apetecía más que estar pegada a ellos. Quería abrazarlos, acariciarlos, besarlos y no dejar de hacerlo nunca.Sin embargo cuando llegué a un metro de ellos, empezaron a retroceder.—Reika, de verdad que quiero abrazarte, pero estás cubierta de acónito.— aclaró Max.Entonces me detuve y pensé en el amasijo de carne que se habían convertido los hombres lobo que entraron en contacto con él, no era mi intención que eso les ocurriera a ellos.—Me alegro muchísimo de que estéis bien.— me dejé caer en el suelo.— No sé qué habría hecho si algo os hubiese pasado.—Reika... tu cara.— pese a la poca luz Duke se había percatado de los cambios.—No es nada, Asena dice que volverá a la normali
Salí de la ducha y los tres estaban esperando sentados en el borde de la cama. Me lancé sobre ellos y se dejaron caer para fundirnos en un abrazo.—He estado pensando.—era agradable poder anunciarlo, al fin y al cabo no había tenido tiempo para pensar en mí misma hasta que pude darme aquella ducha.—Y voy a necesitar vuestra ayuda.—Para lo que necesites.— Duke contestó inmediatamente agarrando mi mano. Le miré enternecida, acababa de perder a su propio padre y aún así estaba dispuesto a seguir dándolo todo por mí.Ayax y Max le apoyaron asintiendo con la cabeza, aunque debo admitir que no parecían encantados ante la idea de una nueva batalla justo después de salir de otra.—Para estudiar.— todos resoplaron y pusieron los ojos en blanco, reaccionaron mejor a tener que arriesgar sus vidas ante la invasión francesa.&m