—¡Coño!— exclamó Asena al ver cómo se rompía una de las ventanas y aparecía en ella un hombre lobo a medio transformar.
Entonces disparó tan mal que casi rebota la bala sobre nosotras. Realizó otros cuatro tiros nefastos ante la mirada incrédula del francés en la ventana. No quería intervenir porque estaba vigilando el resto de ventanas que había en mi lado de la iglesia ahora que sabía que era una posibilidad, pero tuve que hacerlo. Acerté a la primera, no porque yo tuviese un don innato, sino porque era un blanco objetivamente fácil y estaba muy cerca.—Asena, vaya desperdicio de balas.—se quejó María, tenía razón, además hay que tener en cuenta que estas balas eran ni más ni menos que de plata.
—No es tan fácil.— se quejó ella.
—Déjame a
—Parece que ya no entran más.— me atreví a decir, tras unos minutos en los que ninguno aparecía por la puerta o las ventanas.—¿Te parece que eso son dos mil hombres lobo?— preguntó María señalando el mejunje que Asena había estado disolviendo.—Puede ser.— contestó ella mientras lo seguía regando con acónito.María dejó la escopeta sobre el altar en el que estábamos sentadas, sé que es una falta de respeto pero llevábamos ahí un rato y aguantar el retroceso de una escopeta es sorprendentemente cansado.—Vamos a asegurarnos.— dijo mientras volvía a encender el micrófono. Y puso en su móvil la versión de Teen Wolf de Bad Moon Rising.—¿En serio?— puse los ojos en blanco mientras ella comenzaba a cantar.—¿Te
Automáticamente empecé a correr hacia ellos, estaba agotada, pero nada me apetecía más que estar pegada a ellos. Quería abrazarlos, acariciarlos, besarlos y no dejar de hacerlo nunca.Sin embargo cuando llegué a un metro de ellos, empezaron a retroceder.—Reika, de verdad que quiero abrazarte, pero estás cubierta de acónito.— aclaró Max.Entonces me detuve y pensé en el amasijo de carne que se habían convertido los hombres lobo que entraron en contacto con él, no era mi intención que eso les ocurriera a ellos.—Me alegro muchísimo de que estéis bien.— me dejé caer en el suelo.— No sé qué habría hecho si algo os hubiese pasado.—Reika... tu cara.— pese a la poca luz Duke se había percatado de los cambios.—No es nada, Asena dice que volverá a la normali
Salí de la ducha y los tres estaban esperando sentados en el borde de la cama. Me lancé sobre ellos y se dejaron caer para fundirnos en un abrazo.—He estado pensando.—era agradable poder anunciarlo, al fin y al cabo no había tenido tiempo para pensar en mí misma hasta que pude darme aquella ducha.—Y voy a necesitar vuestra ayuda.—Para lo que necesites.— Duke contestó inmediatamente agarrando mi mano. Le miré enternecida, acababa de perder a su propio padre y aún así estaba dispuesto a seguir dándolo todo por mí.Ayax y Max le apoyaron asintiendo con la cabeza, aunque debo admitir que no parecían encantados ante la idea de una nueva batalla justo después de salir de otra.—Para estudiar.— todos resoplaron y pusieron los ojos en blanco, reaccionaron mejor a tener que arriesgar sus vidas ante la invasión francesa.&m
—No puedo creer que se me hubiese olvidado.— me regañé a mí misma en voz alta mientras bajábamos las escaleras al piso de abajo.—Reika, creo que deberías ver esto.— Asena interrumpió nuestra discusión al vernos pasar, ella estaba sentada frente al televisor así que supuse que no tendría mayor importancia.—Ahora no puedo, tengo que pensar qué hacer con todos los hombres lobo franceses que tenemos capturados.— desde la ventana podía ver la furgoneta de la Floristería Tía Catuxa.—Estamos saliendo en televisión.— aclaró ella, nos miramos unos a otros ojiplaticos y después nos apresuramos a ir frente a la pantalla. Asena estaba viendo las noticias, estaban explicando que la iglesia había sido atacado por un grupo terrorista y se pedía máxima colaboración para poder ca
Había dejado a los chicos con el problema de los franceses secuestrados en la furgoneta robada, y yo me había ido al mercadillo de recaudación de fondos necesarios para la reparación de la iglesia de San Xoán da Cova.Iba a asegurarme de que nadie había visto lo ocurrido, pero ya que estaba allí me tomé unos instantes para valorar los daños con ayuda de la luz del día. No había mucho que lamentar teniendo en cuenta la batalla que había ocurrido allí mismo la noche anterior; dos ventanas de alabastro habían quedado inservibles, la puerta de madera estaba irremediablemente rota y habría que sustituirla, y por último, una de las campanas había sufrido daños pero fácilmente restaurables.—No puedo entender el porqué destruir un edificio con tanta historia y belleza.— murmuró Iris, mientras observaba la fachada de
—¿Quién podría hacer una cosa así?— repitió Iris, que parecía dispuesta a seguir haciéndolo hasta que alguien llevase a sus oídos una teoría decente.—Dicen que ha sido una secta.— como de la nada apareció una mujer con la edad de nuestras madres vestida completamente de negro cargando con unas cajas de cartón.— Ayudadme y os cuento.Iris y yo intercambiamos miradas y tomamos una caja cada una, era sorprendentemente pesada teniendo en cuenta que aquella mujer llevaba cuatro.—Pues eso, que dicen que fue una secta satánica de esas.— la seguimos hasta una mesa vacía.—Como esas de las películas de terror.Dejé la caja en la misma mesa que ella, temía no poder aguantarla en alto hasta llegar ahí.—Parece que hicieron un ritual de los suyos.— fruncí el ceño
Después de llamar a Asena y de que ella me jurase que no tenía una sola herida en todo el cuerpo, solo me quedaba una sospechosa.Todos los restos de hombre lobo habían quedado disueltos y nadie más en nuestro bando había podido entrar por el acónito, a parte de nosotras tres.—María, dime que anoche no sangrante, por favor.— me salté la formalidad del saludo, la situación requería malgastar el menor tiempo posible.—Bueno, me escondí un cuchillo de plata en la manga y al sacarlo me corté un poco.— cerré los ojos y me quedé en silencio, era lo que me temía.— Pero no es nada, además Hades me ayudó a curarlo.—Me alegro, pero tu sangre está en la escena del crimen.— oí cómo ella tragaba saliva y enmudecía.—Lo voy a solucionar.Lo solté muy a
A Iris y a mí nos habían encargado la ardua tarea de llevar uno de los puestecillos benéficos de comida. El nuestro estaba lleno de dulces que habían donado para venderlos a cambio de la voluntad y así pagar los arreglos de la iglesia. Teníamos tarta de Santiago, mantecadas As Pontes, larpeira, bola de nata, tarta de Mondoñedo, almendrados y empanadas dulces; además de café.—Ponme dos cafés solos y un par de almendrados.— pidió un hombre mayor, que venía con su mujer enlazados por el brazo.—Aquí tiene.— dijo Iris con una sonrisa; mientras ella colocaba los dulces en una servilleta, yo servía el café en vasitos de plástico.—¿Cuánto es?— el hombre tuvo que soltar a su mujer para rebuscar la cartera en el interior de su bolsillo.—La voluntad.— contesté acercando hasta su