101 Eran franceses

Una vez en frente del local leí el nombre en el letrero «El cerdo borracho » y tuve un dilema ético que me llevó a un momento de estar a solas con mis pensamientos pensando si de verdad estaba capacitada para enfrentarme a semejante crisis.

El local era pequeño y no de un modo acogedor, sino agobiante; además de viejo y sucio (vi una cucaracha correr hacia el baño cuando hice ruido al entrar, el bicho parecía huir asqueado de semejante antro). Por si fuera poco, estaba repleto de gente, algo que les aseguraba a los invasores que trataríamos de pasar desapercibidos.

Casi nos costó encontrarlos, pero su hedor debía ser inconfundible, porque Max me tomó la mano para que los acompañase hacia la mesa en la que estaban a los pocos segundos de entrar.

Tenían una mesa para ocho de la cual solo estaban ocupando un lado, como si fuese la última cena. Estaba el tip

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