Nina había tocado fondo… al menos, el fondo de lo que podía soportarNo tenía más fuerzas ni más excusasNegarse a ese hombre solo había servido para terminar rendida a sus pies¿Y qué se hace con lo que uno siente?Cuando lo que se siente es tan fuerte que puede desgarrar y doblegar incluso la propia voluntadLa decisión correcta... era dejar de resistirse Mientras lo negó a él, su existencia y sus propios sentimientos, solo sufrióY eso no terminaba bien, de nuevo, al menos tendría el consuelo de haberlo intentado... otra vez... ¿No?Lo olvidó y volvió a élLo odió y volvió a élLo resintió y volvió a élComo si Salvador fuera la única constante en su vida, entre tanto caos y olvidoComo si él fuera el único camino hacia ella misma y solo pudiera dejar de pensar cada vez que él la hacía sentirYa lo había notado antes de que la casa en el campo estallara en una lluvia de balasYa había tomado esa decisión aquella noche... la de dejarse convencerEs solo que el dolor tiene la capaci
Salvador reconoció el límite que Dante acababa de marcarEra su territorioPor Magnolia y por Nina, no podía permitirse levantar sospechas Aunque contaba con que su abuelo y aquella rubia que siempre le revoloteaba como las moscas a la leche supieran que él estaba allí, no podía darles el mínimo margen de acercarse a ellos y si la residencia Hatclifft se veía envuelta en un escándalo con la familia Domoniccie, esa estancia tendría la misma suerte que la casa en el campoPlanto un beso en la frente de Nina y con Magnolia en sus brazos, salióSe hizo un silencio en el cuarto que inquietaba a Nina, quien creía que para entonces, sus emociones ya estaban algo entumecidas después de tanto despertar y dormir, llorar y discutir¿Era por el embarazo?Todo eso de sentir una cosa y luego otra con tanta intensidad que su estómago pasaba de tener un hormigueo a ponerse tenso, la desconcertaba - ¿De verdad vas a volver con él? – le preguntó Dante, atravesándola con la miradaNina no sabía cómo r
Parado en la galería, Mauricio miraba como Nina se unía a Magnolia y Salvador en el areneroLos hombres uniformados del General Domoniccie que se corrieron de sus posiciones para que ella se acercara, volvieron a cerrarse en forma de círculo, formando una barrera entre la familia de tres dentro, y el resto - Relájate – palmeó el hombro de Dante – no eres el único que quedó fueraDante miró con desagrado la mano de Mauricio - ¿Siempre es así de engreído? – preguntó, señalando con el mentón hacia donde estaba Salvador- ¿Por qué lo dices?- Traer tantos soldados a mi casa… ¿Quiere presumir de su poder o qué?- ¿Puede presumir delante de Dante Hatclifft? – Mauricio levantó una ceja- ¿Tú qué crees?- Que tú no tienes nada que envidiarle – se oyó una risita de Nina a la distancia - ¿No?- Por supuesto que no… - apretaba los puños a sus costados con fuerza- Solo es algo… posesivo con sus cosas – Mauricio hablaba despacio, sin apartar los ojos de cada expresión de Dante- ¿A qué te refier
Cuando el avión descendió, Greco Domoniccie se levantó de su asiento con un hormigueo en el estómagoUna sensación que no embargaba desde hacía décadas, se dispersaba en su interior: ansiedad La comisa de sus labios se curvó hacia arribaEl gran día había llegadoLa tensión en el aire le resultaba incluso curiosa- Durante décadas hiciste lo que quisiste, Greco – Alfredo Mansilla lo recibió al bajar del avión – No puedo creer que a esta altura de la vida se te dé por pelear- Es todo o nada – se enderezó apoyando ambas manos en su bastón- Déjate de tanto teatro – le dijo, mirando el bastón – que estás mejor que todos nosotros juntos Greco hizo girar su bastón y lo acomodó debajo de su brazo, mientras lo seguía hasta el auto negro a un costado- Es por seguridad – dijo, refiriéndose al bastón- Si tú no tienes problemas de equilibrioGreco sonreía de oreja a oreja, como si todo aquello fuera divertido- ¿Cómo procedemos? – preguntó el anciano- Tenemos quince hombres para abordar el
Salvador miró por el rabillo del ojo cuando Mauricio se levantó y abrió la boca para decir algo cuando Nina también, pero Dante lo distrajo chasqueando los dedos delante de él.- Hey, aquí – le dijo – General, no tenemos tiempo que perder con sus escenas de celos- ¿Quién va a hacer una escena?- No se haga… que ya me enteré de que trajo tanta gente porque me tenía miedo – bromeo Con ambas manos apoyadas a los costados del escritorio, Salvador lo fulminó con la mirada.- ¿Quién te tiene miedo? – levantó la barbilla, pero seguía ligeramente inclinado hacia la puerta por la que su primo y su esposa habían salido- No sabía que el General Domoniccie era tan inseguro… ¿O es que desconfiado?- Confío en mi esposa- Entonces es inseguro…Salvador intentó concentrarse en los mapas con las rutas de la frontera y el aeropuerto hasta ellos.- Tenemos a Greco en el aeropuerto con estos… y estos otros se movilizarán por la frontera Dante pensó decir algo más sobre Nina, pero pensando en su conv
De un segundo a otro, Salvador, que tenía los ojos rojos de la ira y se sostenía de la pared para no perder el equilibrio, pasó a esa expresión fría e impenetrable que solía llevar cuando se jugaba la vida en alguna misión.Dante, que entendió que en ese preciso momento estaba viendo por primera vez en su vida al General Domoniccie, se aclaró la garganta e intento decir algo más, pero Salvador pasó por su lado con la espalda reta y los hombros hacia atrás.Mientras tanto, Mauricio se giraba de manera refleja para cubrir a Nina de Julieta.- Lo sabía – se burló ella – No me dejarás matarla… Pero… ¿De verdad te interpondrías entre una bala y ella? - Sí – soltó con una seriedad sin precedentes en él.Y si había algo que Julieta aborrecía hasta el punto de que sus entrañas se revolvieran, era que los hombres de la familia Domoniccie perdieran la cordura por esa bastarda.- Entonces será una tarde ocupada para ti – dijo mientras miraba su espalda con una expresión ausente.No pelearía. No
Mientras sostenía el arma con ambas manos, el corazón de Nina latía en sus oídos.Hay cosas que deben hacerse. Arrebatar el arma del hombre que la ata a una silla o disparar cuando la amenaza es inminente, es de esas cosas.No se planean.No se piensan.Son, simplemente, acciones desesperadas. — No te vas a exponer así.El General Domoniccie se ajustaba el chaleco antibalas e ignoraba a Dante.— Si los hombres de Greco te ven, no habrá manera de evitar que las cosas dentro se salgan de control.Pero Salvador disfrutaba tomar el control con sus propias manos, más cuando se ensuciaba con la sangre de sus enemigos. — Nina… — susurró Mauricio, con los ojos abiertos de par en par.Nina era embestida contra el suelo por los dos gorilas que intentaban amarrarla, pero ya era tarde.Ella había logrado tomar el arma que sobresalía del cinturón de uno de ellos y disparado en dirección a Julieta sin siquiera apuntar demasiado.Ensordecida por el estruendo del disparo, veía el rostro de Julieta
Greco sentía su cuerpo cada vez más pesado, pero no dejaba de asesinar con la mirada a la joven parada delante de él.Nina apretaba las manos alrededor del arma y hasta los dientes apretaba.Su estómago estaba tenso.Igual que cuando Julieta cayó delante de ella, mientras miraba a Greco, no podía pensar en absolutamente nada más, concentrada en distinguir el momento preciso en que la vida abandonara el cuerpo de esos dos.Solo se relajaría cuando la amenaza hubiera pasado, cuando su vida al fin estuviera fuera de peligro… Los hombres de Salvador corrieron en el interior del taller junto con los de Dante.Vidrios, balas, sangre… Para todos ellos, eso era normal, para ella, era inevitable.La cabeza de Greco colgó de su cuello con un movimiento brusco y el anciano se desplomó en el suelo con un ruido seco.Nina cerró los ojos con fuerza y soltó el aire contenido.Al fin.Estaba a salvo.Como alma que huye del diablo, Salvador corrió hacia ella y alcanzó a tomarla entre sus brazos antes