Años atrás, o incluso tan solo unos meses antes de la muerte y la invalidez de Julieta, Magnolia no podía salir de la mansión por cuestiones de seguridad.Ser la hija del General Domoniccie, aún la definía de cierta manera como un blanco para quienes tuvieran diferencias con Salvador, al menos ya no tenían que temer a las personas más cercanas, así que luego de llevar a su terapia, Nina pasó la tarde con la pequeña en una plaza cercana.Lamentablemente, para Nina la panza de ocho meses de embarazo le volvía imposible seguirle el ritmo a la niña que, entusiasmada, corría por todo el lugar, así que luego de tan solo una hora, emprendió el regreso a casa.Claro que durante todo el camino se la pasó pensando cómo seguir evitando al General y optó por esconderse en su estudio.— Dani ¿Sigues ocupada? — Nina, ya son las doce de la noche.— No me puedo dormir.— Ponte a leer.— Dani ¿Puedo ir a verte?— No jodas Nina, estaba durmiendo.— Nunca duermes temprano.— No es temprano.— Pero… pero
Sentada sobre su falda, Nina sentía que todo su cuerpo se calentaba.— ¿Qué debo hacer, Eva? – le preguntó Salvador con la voz áspera por el deseo. Y a Nina se le secó la garganta.Tenía sed… de él.A dos centímetros de su boca, la tentación palpitaba dentro de ella.Rozó los labios del hombre con anhelo Hay cierta magia en el cuerpo humano, cierto misterio envuelto en tanto placer.Es instintivo, natural… primitivo.Trascendental.Y la hulla de Salvador en su cuerpo, llenaba a Nina de ansiedad.— Quiero… — susurró sin aliento.— ¿Quieres ir de a poco? – Salvador coló una mano debajo de la camiseta de Nina y la levantó hasta arriba de su busto.Un hormigueo recorrió la piel de la joven.Salvador estaba fascinado con la mujer sobre él, su piel parecía más suave y luminosa desde que estaba embarazada y el exceso de grasa corporal volvía más excitante cada una de sus curvas.Quería apretar, pellizcar y morder, sus mejillas, sus pechos, su cadera, sus muslos… Había notado cada cambio en
Nina despertó en el cuarto de Salvador en una mañana de ensueño.Entreabrió los ojos despacio, por la luz del sol que iluminaba la habitación entera, traspasando el ligero paño de la cortina blanca, supuso que no eran más de las diez.El aire gélido era una caricia sobre su piel descubiertaNo tenía idea de a qué hora se habían mudado allí, solo recordaba el calor del pecho de Salvador al cargarla entre sus brazos hasta esa cama.No pudo evitar sonreír al pensar en lo sucedido.Al principio fueron sugerentes, provocadores… e incluso competitivos, como si se tratara de ver quién tenía más poder sobre el cuerpo del otro. Pero luego de la segunda ronda, fue incluso divertido.“¿Eso es todo, General?” se burló… y entonces comenzaron a debatir sobre quién duró más la vez anterior, cuántas veces él se había detenido porque luego del sexto orgasmo, ella alcanzaba su límite e incluso sacó a relucir la capacidad natural de Nina para dormirse rápidamente.Y entre chiste y chiste, él la mantuvo
— Necesito cambiarme – Eva respiraba hondo, tratando de mantener la calma.— Tenemos que ir al hospital.— No voy a ir desnuda, Salvador – se cubrió con la sábana.— ¿Hace cuánto comenzaron los dolores? – Sara se cruzó de una habitación a otra para buscarle ropa.— Antes de dormir.— ¿Comenzó anoche? ¿Por qué no me lo dijiste? – Salvador estaba más pálido que ella.— Nos dormimos hace unas horas y no creí que fuera algo serio.— Aun así, por más mínimo que fuera el dolor…— Comparado con el dolor del parto de Magnolia, estos no eran nada... hasta ahora que son más fuertes… Oh, por Dios… — Eva se aferró al brazo de Sara, que la ayudaba a levantarse. — ¿Qué ocurre? – Salvador se acercó a ellas.— ¿Cada cuánto son las contracciones, Señora? – Sara no le prestó atención al hombre.— ¿Ves que tenga un reloj encima, Sara? – resopló Eva.— Señora, es importante saberlo.— Lo sé… Pero cómo quieres que te responda si apenas… Ay… otra… contracción.— General, pídale a Felipe que prepare el auto
Mauricio se quitó un guante, luego el otro.Quitarse el equipo de protección no era nada de otro mundo y siempre lo hacía de manera mecánica, sin pensar demasiado.Cuidar de que su piel no tocara las partes del equipo que estuvieron expuestas en el quirófano ya era un hábito en que no reparaba demasiado, había incorporado cómo hacerlo sin errores cuando apenas era un estudiante. Pero esa vez, lo hizo a conciencia, tomándose el doble de tiempo.Incluso ojeaba el interior del contenedor de residuos cuando tiraba cada prenda.- ¿Qué sigue? - preguntó a su secretaria con la misma distancia de siempre.- Es hora de ir a casa, Doctor.- ¿No hay nada más? - arrugó la frente.Estaba seguro de llenar su agenda.- Son las cuatro de la mañana, Doctor.- ¿No hay nada que podamos adelantar esta noche?- Nada que el comité del hospital apruebe- ¿Por qué no? - Se sentó en la silla de su oficina soltando el aire con fastidio.- Hay gente que duerme, Doctor.- Claro… por eso al otro día tienen tanta
- Lo siento, no sabía que Margarita planeaba emparejarme con usted. Sosteniendo el bolso con ambas manos, la joven agachó la cabeza.Mauricio la miró de la cabeza a los pies.Con un jean blanco y un blazer negro, no terminaba de coincidir con la imagen sencilla que tenía de su secretaria sin maquillaje, con su uniforme azul.Pero tampoco era tan malo que ella fuera su cita, de hecho, era todo lo contrario… al menos de esa manera, se quitaba de encima el compromiso de una cita a ciegas sin decepcionar a su madre por completo.- No te preocupes, yo tampoco imaginé que eras tú – se acercó más relajado – siéntate.- No tiene que hacer esto, Doctor – dijo extremadamente incómoda – le explicaré a mi madre que usted es mi jefe.- Ya estamos aquí, tomemos un café.- Doctor, debería descansar, estuvo en el hospital hasta hace unas horas…- ¿No quieres tomar un café conmigo?Desde que despertó esa mañana, no podía dejar de pensar en las palabras de la Doctora Capdevila.La mujer lo acusó de i
Daniela miraba las pinturas que Eva le mostraba, asombrada.- Y yo que creí que con la maternidad apenas tendrías tiempo de respirar, y tú te sales con una colección completa en dos meses.- Estoy inspirada – le dijo con el rostro radiante. - El amor, el amor – puso los ojos en blanco.- Estaba pensando que podríamos trabajar con esto este año- ¿Terminaste los pedidos del año pasado?- ¿No los enviaste aún? Julieta contuvo el aliento- ¿Ya los enviaste al estudio?- ¡Hace un mes, Daniela! - ¡Los enviaré mañana!- Esos cuadros los encargaron hace ocho meses… ¿Cómo puedes olvidarte de despacharlos en cuanto te los pasé?- Hace un mes estaba al pendiente de mis sobrinos – se excusó - con el nacimiento de Antonio y el cumpleaños de Magnolia ni siquiera fui al taller, debiste decirme cuando estaba aquí.Eva la miró seriamente y se cruzó de brazos.- ¿Y a dónde están mis sobrinos? – Daniela intentó distraerla - ¿A dónde crees que estén? Son las once de la noche, ya está dormida, mañana
- Solo me sorprendió que quisieras ser madre – Marcos intentó explicarse – en ningún momento cuestioné a otras mujeres.- Lo que dijo, dice mucho sobre lo que piensa – escupió Daniela, respirando ruidosamente por la nariz – que decepción, soldado…Daniela bajó del auto pegando un portazo- ¡No puedes tomar en serio algo así! – Marcos la miró alejarse, consternado.A unos metros de la puerta, un grupo de jóvenes envueltos en una nube de humo y nicotina, miraba a Daniela renegar con su cartera.Marcos apoyó la cabeza en el volante de su auto.No quería verla de nuevo.Si esos muchachos buscaban problemas, Daniela podía defenderse.Si se tratara de cualquier otra mujer, la habría acompañado hasta la puerta del edificio, pero Daniela no necesitaba su protección, ni la de nadie…Suspiró, encendió el motor… y esperó, resignado.Daniela buscaba en su bolso la identificación para ingresar al edificio. No le costaba nada esperar unos minutos a que entrara.- ¿Qué dijiste?La escuchó hablar y c