Cuatro años después

Mil cuatrocientos sesenta y seis días después, puse la llave en la cerradura de mi propia casa.

Antes de que entrara, Melody se deslizó entre mis piernas, corriendo por el espacio vacío de la sala y la cocina, que estaban contiguas.

- ¿Y entonces? - Le pregunté.

- Me encantó... – sonrió, sus dientes blancos relucían y parte de sus encías se mostraban de tanto abrir los labios – ¡Me encantó! - Gritó.

- No grites, Medy.

- Pero hace eco, mamá... Pruébalo tú también.

- No.

-Ay mami...

Dio un grito agudo, que resonó en el vacío de la casa. Empezamos a reír. La agarré por detrás y comencé a hacerle cosquillas mientras intentaba escapar, aunque lo estaba disfrutando.

Se tiró al suelo y yo me arrodillé sobre ella, haciéndole cosquillas y luego colmándola de besos en la mejilla y el cuello.

Siempre pensé que ningún aroma era mejor que ciertos perfumes importados. Estaba equivocado. El olor de un hijo era la mejor esencia del mundo. Si pudiera, lo mantendría en una botella y lo usaría sin moder
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