El traslado de Luis Díaz al nuevo penal había sido silencioso pero significativo. Las medidas de seguridad eran estrictas, y las celdas más pequeñas, aisladas. Luis no se quejaba; después de todo, estar lejos de la constante amenaza del anterior penal era un alivio. Pero en su mente, las imágenes de una mujer rubia con carácter indomable no dejaban de perseguirlo.Dafne Duque.Recostado en la litera de su celda, con las manos detrás de la cabeza, miraba al techo mientras una sonrisa cínica se dibujaba en su rostro. Los besos que compartieron, las palabras filosas que se cruzaron… todo volvía a él como un torbellino."Eres una tormenta, Duque," pensó, mientras su sonrisa se desvanecía. Había sentido muchas cosas en su vida: rabia, frustración, incluso desesperanza. Pero lo que Dafne le hacía sentir era diferente. Ella lo retaba, lo desafiaba a seguir adelante. Pero ahora, su ausencia empezaba a calar hondo.—¿Será que me vendió falsas promesas? —murmuró para sí mismo, con un dejo de sa
Blair tomó asiento frente a ella, sacando una carpeta de su maletín y colocándola sobre la mesa de vidrio.—Estamos investigando el ataque que sufrió María Elena Duque en prisión. Y también… —hizo una pausa, midiendo el impacto de sus palabras— los eventos que llevaron a la muerte de su hija, Rachel.El rostro de Martha se endureció, aunque intentó mantener su compostura.—Eso es un tema muy delicado para mí, teniente. Perdí a mi hija y ahora estoy enfocada en cuidar a mis nietos.Blair asintió, inclinándose ligeramente hacia adelante con aparente comprensión.—Entiendo su dolor. Pero hay algunas cosas que no cuadran, señora Carlson. Por ejemplo, hemos descubierto que usted ha estado en contacto con un hombre llamado Juan García, alguien con antecedentes penales.La mención del nombre hizo que Martha parpadeara, pero su expresión no cambió.—¿Juan García? No tengo idea de quién me está hablando.Blair abrió la carpeta y sacó una fotografía, colocándola sobre la mesa. Era la imagen que
La noche era oscura y fría, las luces neón del bar parpadeaban con un tono rojizo, iluminando las caras endurecidas de los hombres que bebían en su interior. Blair Vanderbilt estaba afuera, en el vehículo del equipo del FBI, observando el lugar a través del cristal empañado. Habían pasado días esperando las grabaciones de las cámaras que había en el sitio donde ocurrió el ataque a Rachel. Alguien desde adentro había retrasado el proceso y todo apuntaba a Grant.Luego de mirar las escenas, sabían que el hombre al que buscaban era peligroso, un asesino a sueldo con un historial de violencia brutal.—Todos listos —ordenó Blair por el auricular, su tono calmado pero autoritario.El equipo respondió afirmativamente, sincronizados como una máquina bien engrasada. Blair bajó del vehículo, ajustándose el chaleco antibalas debajo de su chaqueta y asegurándose de que su arma estuviera cargada.—Entramos en tres… dos… uno.La puerta del bar se abrió de golpe, los agentes ingresaron como una ráfa
El ambiente en el hospital St. Luke’s estaba tranquilo, pero Juanes Duque caminaba con pasos decididos, casi desesperados, por los pasillos. Había llegado en tiempo récord y, tras consultar en recepción, supo que Blair Vanderbilt estaba en una habitación del ala de urgencias. El problema era que no lo dejaban pasar.—Señor, solo familiares directos pueden ingresar —le explicó la enfermera del mostrador con tono profesional, mirándolo con desaprobación.Juanes, sin perder su sonrisa encantadora, se inclinó ligeramente sobre el mostrador y bajó la voz.—Vamos, señorita, ayúdeme aquí. Viajé desde el otro lado de la ciudad solo para verla. Es… muy importante para mí.La enfermera lo miró, dudosa, pero no pudo evitar fijarse en la intensidad de sus ojos y el carisma con el que le hablaba. Él sonrió aún más, inclinándose un poco más cerca.—Solo quiero asegurarme de que está bien. Dígame, ¿de verdad alguien como yo puede causar problemas? —dijo con tono suave, gesticulando con una mano.La
El hombre exhaló con pesadez, como si estuviera cansado de la conversación.—Pagó para que yo hiciera lo mismo de siempre. Unos golpes bien dados, lo suficiente para dejarla "creíble". Pero algo salió mal.Blair no apartó la mirada, manteniendo la presión.—Define "salió mal".El hombre alzó las cejas y soltó una carcajada seca.—Esa noche estaba más loca que nunca. Gritaba como una maniática, no dejaba de moverse. Me puso tan de los nervios que... bueno, no me pude resistir. La maté.El silencio en la sala fue ensordecedor. Anthony, en la otra habitación, se quedó helado. Cada palabra del hombre era como una daga que se clavaba más profundamente. Rachel no había sido una víctima inocente. Su propio desequilibrio y obsesión habían provocado su muerte.Blair respiró hondo, recuperando la compostura.—¿Conoce a María Elena Duque? ¿Está tratando de encubrirla?El hombre negó con la cabeza, frunciendo el ceño.—¿Quién diablos es esa? No tengo idea de quién es. —Se quedó pensativo—. Creo
La puerta de la habitación de visitas conyugales se cerró detrás de Luis Díaz, quien llevaba las manos en los bolsillos, su rostro reflejando la mezcla perfecta entre curiosidad y sarcasmo que lo definía. Al cruzar el umbral, lo primero que vio fue a una figura femenina de espaldas, vestida con un hábito religioso.Luis arqueó una ceja, su mente pensó con rapidez para descifrar lo que estaba viendo. Dio un paso hacia adelante y habló con incredulidad:—¿Hermana?La figura se giró lentamente, y entonces la vio. Dafne Duque, con el hábito perfectamente colocado y una expresión que oscilaba entre el desafío y la diversión. Su sonrisa cínica apareció casi al instante.—Vaya, Duque. Veo que te gustan los juegos de roles, ¿eh? ¿Quieres que me convierta en sacerdote, juego a ser tu confesor? —Luis se recargó contra la pared, cruzando los brazos con una sonrisa burlona—. Aunque, sinceramente, no sé si confesar tus pecados sea suficiente para redimirte.Dafne rodó los ojos con exasperación.—E
Blake la observó por un momento antes de responder, su voz grave y cargada de reproche.—¿Por qué nadie nos avisó que te hirieron, Blair?Ella se tensó, tratando de ocultar su incomodidad.—Papá, no fue grave.—¿No fue grave? —repitió Blake, levantándose de la silla con movimientos lentos y deliberados—. Nos enteramos por la prensa, Blair. Tu madre está al borde de los nervios. Y yo…Se interrumpió, tomando aire como si las palabras lo pesaran. Blair apretó los labios, su postura firme como siempre.—Sabía que se preocuparían. No quise alarmarlos por algo tan menor.Blake se acercó a ella, su expresión severa.—Menor sería si hubieras vuelto a casa con un simple rasguño. Pero, Blair, estuviste en una operación contra un asesino, sola, herida. ¿Qué sigue?—Nada que no pueda manejar —respondió Blair, con una confianza que parecía irritar aún más a su padre.Blake negó con la cabeza.—No quiero que sigas en esto. Sabes cuáles son mis razones y las de tu madre.Blair lo miró con intensida
El teléfono de Anthony sonó justo cuando él y María Elena terminaban de organizar unos papeles en el comedor. Él contestó rápidamente, reconociendo el número del fiscal encargado.—¿Lennox? —preguntó una voz firme al otro lado.—Hable —respondió Anthony, dejando a un lado los documentos y centrando toda su atención en la llamada.—Le informo que la doctora María Elena Duque ha sido oficialmente exonerada de toda sospecha en el caso de Rachel Carlson.Anthony cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro de alivio. Una sonrisa se dibujó en su rostro.—Eso es lo correcto. Gracias por la noticia.—Sin embargo —añadió el fiscal—, presentaremos cargos contra Martha Carlson por su implicación en los atentados. Las pruebas son irrefutables.Anthony asintió, aunque sabía lo que esa declaración implicaba.—Gracias por el aviso. Colaboraremos en lo que necesiten.Colgó y levantó la mirada hacia María Elena, quien lo observaba con una mezcla de expectativa y preocupación.—Elena, ya