El teléfono de Anthony sonó justo cuando él y María Elena terminaban de organizar unos papeles en el comedor. Él contestó rápidamente, reconociendo el número del fiscal encargado.—¿Lennox? —preguntó una voz firme al otro lado.—Hable —respondió Anthony, dejando a un lado los documentos y centrando toda su atención en la llamada.—Le informo que la doctora María Elena Duque ha sido oficialmente exonerada de toda sospecha en el caso de Rachel Carlson.Anthony cerró los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro de alivio. Una sonrisa se dibujó en su rostro.—Eso es lo correcto. Gracias por la noticia.—Sin embargo —añadió el fiscal—, presentaremos cargos contra Martha Carlson por su implicación en los atentados. Las pruebas son irrefutables.Anthony asintió, aunque sabía lo que esa declaración implicaba.—Gracias por el aviso. Colaboraremos en lo que necesiten.Colgó y levantó la mirada hacia María Elena, quien lo observaba con una mezcla de expectativa y preocupación.—Elena, ya
Anthony y María Elena revisaron los últimos detalles con el fiscal encargado del caso. La orden de arresto para Martha Carlson ya estaba lista, pero ambos querían asegurarse de estar presentes cuando se ejecutara.—Vamos a ir con los oficiales para asegurarnos que los niños estén seguros —avisó Anthony al fiscal, miró a María Elena con una expresión que ella entendió al instante.—Yo me encargo de Samuel —dijo, alejándose unos pasos mientras marcaba su número.—¿Doctora Duque? —respondió Samuel con cierta sorpresa—. ¿Todo está bien con los niños?—Están bien, pero necesito hablar contigo —expresó ella con calma—. Mientras no haya un juicio que te devuelva la patria potestad, Ethan y Cloe estarán al cuidado de Anthony y mío.Hubo un silencio tenso al otro lado de la línea.—¿De ustedes? —preguntó finalmente Samuel, incrédulo.—Es lo mejor para ellos en este momento —afirmó María Elena, firme pero conciliadora—. Pero quiero que sepas que puedes visitarlos. Siempre con la supervisión de
El ambiente cálido y acogedor del apartamento recibió a María Elena, Anthony, y los niños con los brazos abiertos. Myriam, con una sonrisa maternal, los abrazó a todos, su calidez siendo un bálsamo para el largo y agotador día.—¡Mis amores! —exclamó Myriam, abrazando a Ethan y Cloe.Gerald, de pie cerca de la mesa, sonrió con su porte sereno y elegante.—¡Justo a tiempo! La cena está lista.María Elena respiró profundamente, cerrando los ojos por un instante.—Huele delicioso, suegro. ¿Qué preparó hoy?Gerald esbozó una sonrisa modesta mientras señalaba la mesa.—Lasaña al estilo Lennox, con un toque especial de mi salsa secreta. También hay pan de ajo y una ensalada fresca.Anthony alzó una ceja, divertido.—¿Salsa secreta? ¿Por qué yo nunca he oído de esto, papá?Gerald rió suavemente.—Porque para ti, doctor Lennox, hago la versión estándar. Esta es para ocasiones especiales.Entre risas y comentarios ligeros, todos se acomodaron en la mesa. Los niños, aún algo callados pero más t
La tarde era cálida, con una brisa ligera que movía las hojas de los árboles y llenaba el aire con el susurro de la naturaleza. Los rayos del sol se filtraban entre las ramas, iluminando el parque con una luz dorada que parecía señalar que algo especial estaba a punto de suceder.Samuel Benítez estaba de pie junto a un banco, su postura recta, pero sus manos traicionaban sus nervios al frotarse contra sus pantalones oscuros. Vestía una camisa azul clara, algo arrugada, como si hubiera pasado demasiado tiempo decidiendo qué ponerse. Aunque intentaba mantener la compostura, sus ojos, fijos en el sendero, reflejaban ansiedad y esperanza.A unos pasos de él, Anthony permanecía con los brazos cruzados y una mirada vigilante. Su presencia era tranquilizadora, pero también firme. Él no permitiría que nada comprometiera la seguridad de los niños.—Gracias por esto —murmuró Samuel, sin apartar la vista del sendero.Anthony respondió con un tono sereno, pero firme:—No es solo por ti. Es por el
Esa noche, en el restaurante, la alegría se apoderó del grupo. Micky relataba con lujo de detalles cada jugada del partido, imitando movimientos y haciendo reír a todos con sus expresiones dramáticas. Ethan y Cloe lo escuchaban fascinados, interrumpiendo ocasionalmente para contar sus propias impresiones. María Elena, sentada junto a Micky, no podía dejar de sonreír, disfrutando del orgullo y la felicidad que irradiaba su hijo. Anthony, al otro lado de la mesa, intercambiaba miradas cómplices con ella, compartiendo el orgullo de ver crecer a su hijo en un entorno lleno de amor.Al regresar al apartamento, los niños estaban agotados por la emoción del día. En la habitación de Micky, María Elena se aseguró de arropar a Cloe, quien se durmió de inmediato en la cama de su hijo, acomodando las mantas con cuidado y dedicándole una mirada llena de ternura. Luego, se inclinó hacia el colchón inflable donde Micky y Ethan descansaban juntos. Con una sonrisa tranquila, ajustó las cobijas de ambo
María Elena arqueó su cuerpo, invitándolo a más, sus labios se curvaron en una sonrisa que destilaba provocación. No se quedó atrás. Deslizó las manos hacia la camisa de Anthony, desabotonándola con una mezcla de urgencia y precisión, dejando al descubierto su pecho firme. Sus dedos trazaron los contornos de su musculatura, encendiendo cada rincón que tocaban, antes de atraerlo hacia ella en un beso cargado de hambre.Los besos se volvieron más intensos, más profundos, mientras el calor entre ellos crecía imparable. Anthony dejó que sus manos recorrieran cada parte de su cuerpo, explorando con una mezcla de ternura y posesión.Cuando sus cuerpos quedaron al desnudo. María Elena recibió su fuerte embestida con una intensidad que la sacó un gemido, sus piernas se enredaron en las caderas de él, atrayéndolo más cerca, fusionándose en un ritmo que parecía dictado por su conexión única.—Elena… vas a acabar conmigo —murmuró Anthony contra su cuello, mientras sus labios dejaban un rastro de
Anthony frunció el ceño.—Díaz, esto no es un juego.Luis alzó una mano, calmado pero firme.—Lo sé, Lennox. No voy a comprometer nada. Solo necesito que ella me diga algo sin ustedes dos encima.María Elena intercambió una mirada con Anthony, ambos incómodos con la idea, pero Dafne dio un paso adelante, encogiéndose de hombros con una actitud despreocupada.—Está bien. No me voy a derretir por quedarme a solas con él.Con una mezcla de desconfianza y resignación, Anthony y María Elena salieron, dejando a Dafne frente a Luis. Él la miró, esta vez sin rastros de su sonrisa cínica habitual.—Entonces, Duque. Dime la verdad. ¿Crees que hay esperanza? —preguntó, su tono mucho más serio que antes.Dafne se cruzó de brazos, evaluándolo con la mirada.—¿Esperanza para qué exactamente, Díaz? ¿Para qué te liberen? ¿Para que tengas una nueva oportunidad? Sé específico.Luis soltó un suspiro, apoyando los codos sobre la mesa.—Ocho años aquí son suficientes para quitarme las ilusiones. Pero si ha
Las semanas siguientes estuvieron marcadas por una mezcla de esfuerzos legales y reconciliaciones emocionales. La relación entre Samuel y sus hijos, Ethan y Cloe, comenzó a fortalecerse gradualmente. Las tardes compartidas en el parque, las conversaciones espontáneas y los momentos cotidianos ayudaron a romper las barreras que el tiempo y la distancia habían construido. Samuel se mostraba paciente y dedicado, encontrando pequeñas maneras de ganarse su confianza. Los niños, inicialmente reservados, empezaron a abrirse más, permitiendo que las risas y la complicidad fueran reemplazando la incomodidad inicial.Mientras tanto, María Elena trabajaba incansablemente en el caso de Samuel, revisando cada documento, apelando decisiones pasadas y enfrentando a un sistema que parecía decidido a mantenerlo alejado de sus hijos. Cada paso era un reto, pero su determinación nunca flaqueó. Para ella, devolverle la