Esa noche, en el restaurante, la alegría se apoderó del grupo. Micky relataba con lujo de detalles cada jugada del partido, imitando movimientos y haciendo reír a todos con sus expresiones dramáticas. Ethan y Cloe lo escuchaban fascinados, interrumpiendo ocasionalmente para contar sus propias impresiones. María Elena, sentada junto a Micky, no podía dejar de sonreír, disfrutando del orgullo y la felicidad que irradiaba su hijo. Anthony, al otro lado de la mesa, intercambiaba miradas cómplices con ella, compartiendo el orgullo de ver crecer a su hijo en un entorno lleno de amor.Al regresar al apartamento, los niños estaban agotados por la emoción del día. En la habitación de Micky, María Elena se aseguró de arropar a Cloe, quien se durmió de inmediato en la cama de su hijo, acomodando las mantas con cuidado y dedicándole una mirada llena de ternura. Luego, se inclinó hacia el colchón inflable donde Micky y Ethan descansaban juntos. Con una sonrisa tranquila, ajustó las cobijas de ambo
María Elena arqueó su cuerpo, invitándolo a más, sus labios se curvaron en una sonrisa que destilaba provocación. No se quedó atrás. Deslizó las manos hacia la camisa de Anthony, desabotonándola con una mezcla de urgencia y precisión, dejando al descubierto su pecho firme. Sus dedos trazaron los contornos de su musculatura, encendiendo cada rincón que tocaban, antes de atraerlo hacia ella en un beso cargado de hambre.Los besos se volvieron más intensos, más profundos, mientras el calor entre ellos crecía imparable. Anthony dejó que sus manos recorrieran cada parte de su cuerpo, explorando con una mezcla de ternura y posesión.Cuando sus cuerpos quedaron al desnudo. María Elena recibió su fuerte embestida con una intensidad que la sacó un gemido, sus piernas se enredaron en las caderas de él, atrayéndolo más cerca, fusionándose en un ritmo que parecía dictado por su conexión única.—Elena… vas a acabar conmigo —murmuró Anthony contra su cuello, mientras sus labios dejaban un rastro de
Anthony frunció el ceño.—Díaz, esto no es un juego.Luis alzó una mano, calmado pero firme.—Lo sé, Lennox. No voy a comprometer nada. Solo necesito que ella me diga algo sin ustedes dos encima.María Elena intercambió una mirada con Anthony, ambos incómodos con la idea, pero Dafne dio un paso adelante, encogiéndose de hombros con una actitud despreocupada.—Está bien. No me voy a derretir por quedarme a solas con él.Con una mezcla de desconfianza y resignación, Anthony y María Elena salieron, dejando a Dafne frente a Luis. Él la miró, esta vez sin rastros de su sonrisa cínica habitual.—Entonces, Duque. Dime la verdad. ¿Crees que hay esperanza? —preguntó, su tono mucho más serio que antes.Dafne se cruzó de brazos, evaluándolo con la mirada.—¿Esperanza para qué exactamente, Díaz? ¿Para qué te liberen? ¿Para que tengas una nueva oportunidad? Sé específico.Luis soltó un suspiro, apoyando los codos sobre la mesa.—Ocho años aquí son suficientes para quitarme las ilusiones. Pero si ha
Las semanas siguientes estuvieron marcadas por una mezcla de esfuerzos legales y reconciliaciones emocionales. La relación entre Samuel y sus hijos, Ethan y Cloe, comenzó a fortalecerse gradualmente. Las tardes compartidas en el parque, las conversaciones espontáneas y los momentos cotidianos ayudaron a romper las barreras que el tiempo y la distancia habían construido. Samuel se mostraba paciente y dedicado, encontrando pequeñas maneras de ganarse su confianza. Los niños, inicialmente reservados, empezaron a abrirse más, permitiendo que las risas y la complicidad fueran reemplazando la incomodidad inicial.Mientras tanto, María Elena trabajaba incansablemente en el caso de Samuel, revisando cada documento, apelando decisiones pasadas y enfrentando a un sistema que parecía decidido a mantenerlo alejado de sus hijos. Cada paso era un reto, pero su determinación nunca flaqueó. Para ella, devolverle la
Samuel estaba sentado en la sala del apartamento que alquiló en New York, el lugar aún estaba adaptándose para recibir a Ethan y Cloe. El ambiente era modesto pero acogedor, reflejando su esfuerzo por ofrecerles un hogar seguro. Frente a él, María Elena y Anthony estaban de pie, listos para dar la noticia. Samuel intentó mantener la calma, pero el ligero tamborileo de sus dedos contra el brazo del sillón delataba su nerviosismo.María Elena fue la primera en hablar, con su tono sereno y profesional.—Samuel, ya es oficial. El juez ha restituido la patria potestad. Ethan y Cloe podrán vivir contigo.Por un instante, el silencio llenó la habitación. Samuel parpadeó varias veces, como si las palabras tardaran en asentarse. Luego, una sonrisa lenta pero sincera se formó en sus labios, acompañada de un suspiro que parecía liberar meses de tensión acum
Anthony cerró los ojos por un momento, rodeándola con sus brazos. Sentía su dolor como si fuera propio, pero sabía que esto era lo correcto para ellos.—Lo sé, Cloe. Yo tampoco quiero que se vayan. Pero esto no es un adiós. Vamos a seguir viéndonos, y siempre van a tener un lugar aquí, con nosotros.Ethan finalmente se levantó del sofá y se acercó, abrazándolo también. Era un gesto silencioso, pero lleno de emociones contenidas. Anthony los sostuvo a ambos, permitiendo que ese momento fuera suyo.Cuando los niños se separaron, Anthony les sonrió con suavidad, aunque sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.—Voy a estar con ustedes cada paso del camino, chicos. Prometo que nunca estarán solos.Micky, que había permanecido callado, rompió el silencio con su voz clara y decidida.—Ethan, Cloe,
El viaje a Chicago había sido emocionante para todos. La casa de los padres de Anthony, un lugar lleno de recuerdos y momentos compartidos los recibió con los brazos abiertos. Para Micky, era la primera vez en un espacio que conectaba con las raíces de su papá, y su entusiasmo era contagioso. Anthony, por su parte, sentía una mezcla de nostalgia y emoción, sabiendo lo que este reencuentro significaría para María Elena.Cuando Axel, Anne y Hellen llegaron, la sala se llenó de energía en un instante. Los trillizos, siempre exuberantes y cálidos, se apresuraron a saludar. Sin embargo, sus miradas no solo estaban fijas en Anthony o en Micky, sino en María Elena.—Bueno, bueno —dijo Axel con una sonrisa amplia—, mírenla. Si es que no ha cambiado nada.Anne cruzó los brazos, fingiendo un tono de reproche.—¿Por qué nos abandonaste, María Elena? Siempre fuimos tus fans número uno, mucho antes de este idiota. —Señaló a Anthony con un gesto.Hellen sonrió ampliamente, su expresión llena de cal
La sala de la casa de los Lennox estaba llena de voces y risas. Axel, Anne y Hellen estaban inmersos en una discusión animada sobre un recuerdo de la infancia cuando Anthony entró, acompañado por María Elena y Micky. La expresión de felicidad en el rostro de Anthony y la sonrisa radiante de María Elena captaron la atención de todos al instante.Gerald y Myriam, los padres de Anthony, se giraron hacia ellos desde sus asientos. Aunque conocían bien a María Elena, el brillo en sus ojos sugería que sospechaban que algo importante estaba por venir.—¿Pasa algo? —preguntó Myriam, entrecerrando los ojos con una sonrisa curiosa.Anthony tomó la mano de María Elena, entrelazando sus dedos, mientras Micky se colocaba entre ellos.—Sí, mamá. Papá, chicos… Tenemos una noticia que compartir. —Hizo una pausa breve, disfrutando de la anticipación que llenaba la sala—. María Elena y yo… nos vamos a casar.Por un instante, el silencio pareció envolver la habitación antes de que las emociones explotara