María Elena miró la escena con lágrimas en los ojos, sintiendo el peso del momento. Se inclinó para acariciar el cabello de Cloe, quien seguía aferrada a Anthony, y luego colocó una mano sobre el hombro de Ethan.—Vamos a estar juntos en esto —dijo suavemente—. No están solos.Micky se unió, colocando una mano sobre la de Ethan.—Tampoco voy a dejarlos solos. Somos una familia, ¿recuerdan?Ethan levantó la mirada, viendo a Micky a través de las lágrimas. Aunque no dijo nada, su agarre en Anthony se apretó aún más.Anthony, conmovido por las palabras de Micky, extendió un brazo y atrajo a su hijo hacia él.Lo abrazó con fuerza, como si quisiera transmitirle todo el amor que le tenía y que, por momentos, temía que no hubiera sido suficiente.—Gracias, campeón —murmuró Anthony, besándole el cabello—. Gracias por ser tan valiente.Micky levantó la mirada hacia su padre, con los ojos azules llenos de determinación.—No hay de qué, papá. Sé que no va a ser fácil, pero vamos a salir adelante
El silencio en el apartamento era casi insoportable, solo interrumpido por los sollozos de Micky. Sentado en el regazo de María Elena, con el rostro enterrado en su pecho, el niño temblaba de puro miedo y tristeza.—Yo sé que tú no eres una asesina, mamá —susurró entre hipidos—, pero… pero ellos gritaban cosas horribles.María Elena acarició suavemente su cabello oscuro, su propio corazón quebrándose al escuchar la angustia de su hijo.—Lo sé, mi amor, lo sé. Nada de lo que dijeron es verdad. Martha está confundida y lastimada, y por eso dijo esas cosas —murmuró, su voz temblorosa pero firme.Anthony, sentado junto a ellos, miraba a Micky con el corazón hecho pedazos. A pesar de que había intentado proteger al niño de todo esto, las palabras de Martha habían dejado su marca.—Micky —empezó Anthony suavemente, colocando una mano en el hombro del niño—, tu mamá es la persona más fuerte y valiente que conozco. Siempre lucha por lo que es justo, y nunca haría algo tan horrible como lo que
Al día siguiente, la oficina de María Elena tenía una atmósfera profesional y elegante. Los documentos legales y el tablero estratégico en la pared hablaban del enfoque meticuloso con el que abordaba cada caso.Anthony estaba sentado frente a ella, repasando los últimos puntos de la estrategia para la custodia de Ethan y Cloe. Micky había vuelto a la escuela, y consideraron que era lo mejor para tener a su hijo distraído mientras ellos solucionaban la hecatombe que se les venía encima.—Martha va a usar todo en mi contra —mencionó, con un suspiro frustrado—. Pero no puedo permitir que esos niños crezcan sin alguien que realmente los ame y proteja.María Elena se inclinó hacia él, colocando una mano sobre la suya para calmarlo.—Lo lograremos, Tony. Con pruebas sólidas y tu vínculo emocional con los niños, tenemos una oportunidad.Antes de que pudiera continuar, la puerta se abrió de golpe, y Dafne irrumpió en la oficina con su habitual energía. Su bolso colgaba del brazo, y su expresi
La puerta del apartamento se cerró de golpe, y el sonido resonó en la sala silenciosa. María Elena Duque estaba de pie, con el rostro endurecido por la rabia que no podía contener. Su cabello castaño claro, largo y ondulado, caía desordenado sobre su rostro. Sus ojos azules, normalmente calmados, ahora brillaban con incredulidad y furia. Alta y esbelta, irradiaba una energía contenida, lista para explotar.Cuando Anthony entró, sus miradas se encontraron. Los ojos dulces de María Elena, que él tanto conocía, ahora lo miraban con una mezcla de ira y decepción que jamás había visto en ella.—No puedo creerlo —espetó ella, su voz se quebraba por la rabia contenida—. ¿Cómo puedes defender a un asesino?Anthony detuvo el paso, su porte elegante y confiado comenzaba a tambalear bajo la presión. Alto, musculoso, con su cabello oscuro y ondulado enmarcando su rostro de facciones finas, intentó mantener el control. Sus ojos azules, que siempre transmitían serenidad, ahora reflejaban la tensión
El sol de la tarde se colaba por los ventanales del elegante despacho de Anthony Lennox, proyectando sombras sobre las paredes de madera oscura. La mesa de reuniones, de cristal y acero, estaba rodeada por los socios de su firma. La discusión giraba en torno a un caso penal complejo, uno de esos que podían marcar el destino de la firma y de las personas implicadas. Anthony, sentado al final de la mesa, escuchaba en silencio, sus dedos tamborileando sobre los documentos mientras sus colegas intercambiaban opiniones.—El caso es complicado —comentó uno de los abogados—. La evidencia no es concluyente y la presión mediática está en nuestra contra.—No hay manera de ganar esto sin un acuerdo —agregó otro socio—. Si forzamos el juicio, arriesgamos mucho.Anthony, siempre implacable y calculador, alzó la mirada. Con un gesto de la mano, indicó que era hora de hablar. El silencio en la sala fue inmediato. Todos sabían que cuando Lennox hablaba, había una dirección clara que seguir.—Un acuer
El reloj en la pared marcaba las 7:30 a.m., y el ajetreo matutino en el apartamento de María Elena Duque estaba en su apogeo. Mientras intentaba encontrar sus llaves y revisar su agenda para el día, su hijo Michael comía su cereal tranquilamente, completamente ajeno a la prisa de su madre.—Michael, cariño, apúrate con ese desayuno. El bus escolar ya casi llega, y no podemos llegar tarde —dijo María Elena, apresurándose de un lado a otro.Michael, siempre curioso, levantó la vista de su tazón y la observó con sus grandes ojos claros, tan parecidos a los de Anthony.—Mamá, en la escuela dijeron que hay un evento la próxima semana, y tienen que ir todos los papás. —Michael la miró directamente, sus palabras saliendo con total naturalidad—. ¿Por qué mi papá no está conmigo? ¿Cuándo va a venir?La pregunta de su hijo la descolocó por completo. Cada vez que Michael preguntaba por su padre, sentía el mismo nudo en el estómago. Anthony. El hombre que nunca supo que tenía un hijo. Michael se
El aire en la sala se volvía más denso con cada segundo. María Elena sentía cómo la adrenalina subía por su cuerpo, alimentada por la furia y el desconcierto. Sin pensarlo, dio un paso hacia el hombre que acababa de soltar esa confesión devastadora. Lo agarró del brazo y lo zarandeó, sus ojos azules llenos de rabia.—¿¡Qué dijiste!? —espetó, con la voz temblorosa de indignación—. ¡¿Vienes ahora, después de ocho años, a decirme que Luis Díaz es inocente?! ¡¿Por qué callaste todo este tiempo?!El hombre, visiblemente asustado, levantó las manos en un intento de defenderse, pero no se apartó. Sabía que merecía ese reclamo.—¡Tenía miedo! —respondió con la voz rota—. ¡Estaba amenazado! Si hablaba, iban a matarme... a mí, a mi familia. No podía hacer nada. Pero no puedo seguir con esto. No puedo dormir, doctora. Luis Díaz es inocente, ¡no fue él! El verdadero asesino fue su socio... Roberto Medina.María Elena sintió un frío recorrerle la espalda al escuchar el nombre. Recordaba a Medina,
El silencio en la sala era palpable. Todos sabían lo que esa decisión significaba para ella. Su familia asintió, respetando su valentía. El próximo paso sería el más difícil, pero María Elena estaba decidida a enfrentarlo.La llamada con Majo y Salvador fue cortada, y María Elena se quedó frente a sus padres, aun procesando todo lo que había ocurrido. Tomó el teléfono y llamó a su asistente.—Charlotte, necesito que me consigas el número del doctor Anthony Lennox. Tiene un despacho en Boston.Charlotte, siempre eficiente, respondió al instante.—Enseguida, doctora. Le avisaré cuando lo tenga.—¿Estás segura de enfrentarlo? —preguntó Lu.María Elena tragó saliva.—Sí mamá, estoy segura.—¿Le dirás acerca de Micky? —indagó Miguel.María Elena tenía la cabeza vuelta un caos. Apenas estaba procesando lo del caso de Díaz cuando la pregunta de su padre le cayó como una piedra encima.«¿Decirle a Tonny sobre la existencia de Micky?» Quizás no estaba preparada para eso.—No lo sé, primero ten