María Elena bajaba las gradas del edificio de la fiscalía, absorta en sus pensamientos, cuando se encontró de frente con dos figuras familiares. Gerald y Myriam Lennox, los padres de Anthony, subían las escaleras con expresión seria, pero al verla, Myriam se detuvo de inmediato, sorprendida.—¡María Elena! —exclamó, esbozando una sonrisa ligera.María Elena los miró, sintiendo una mezcla de nostalgia y sorpresa. Habían pasado años desde la última vez que los vio, pero ellos seguían viéndose tan elegantes y distinguidos como siempre.—Myriam, Gerald… —dijo, inclinando levemente la cabeza, en un intento de sonar casual y cordial—. Qué sorpresa verlos aquí.Myriam le dedicó una mirada cálida, con un toque de curiosidad, como si intentara leer más allá de sus palabras.—El gusto es nuestro, querida. Ha pasado mucho tiempo… ¿Qué haces aquí? —preguntó, manteniendo el tono amable, aunque sus ojos reflejaban una pizca de suspicacia.María Elena vaciló un segundo y luego esbozó una sonrisa con
Anthony bajó la mirada un momento, sin saber si debía compartir todos los detalles, pero al notar la expectación en los rostros de sus padres, esbozó una leve sonrisa.—Sí… vino a ayudarme. Se enteró de lo que pasó y actuó como mi abogada. Gracias a ella, me liberaron.Myriam le devolvió una sonrisa, satisfecha.—Sabía que María Elena no se habría aparecido aquí sin un buen motivo. Es una buena mujer, Anthony.Anthony asintió, sin revelar la oleada de emociones que había despertado el reencuentro. Mientras Gerald lo observaba con comprensión, Anthony pensó en todo lo que aún tenía que resolver, tanto de su pasado como en el futuro de los niños.Gerald, con una sonrisa y un brillo de curiosidad en sus ojos, no tardó en hacerle una pregunta directa.—Entonces, si María Elena vino a rescatarte, eso quiere decir que las cosas entre ambos han mejorado, ¿o me equivoco?Anthony se quedó en silencio unos segundos, sintiendo las miradas inquisitivas de sus padres.—No, papá. Por ahora, solo so
Al día siguiente, Anthony se presentó ante los medios, decidido a poner fin a los rumores que habían manchado su nombre en los últimos días. Los periodistas ya estaban reunidos en el salón de conferencias del despacho, con cámaras y grabadoras listas, cuando él entró con paso firme, flanqueado por su abogado y su asistente, quien sostenía una carpeta con documentos y pruebas.Al tomar posición frente al micrófono, Anthony se dirigió a los presentes con una calma que contrastaba con la tensión en la sala.—Buenos días —comenzó, mirando directamente a los periodistas—. Quiero aprovechar esta oportunidad para aclarar los rumores que han circulado acerca de mi persona en las últimas horas. Es completamente falso que haya sido detenido por violencia familiar. Mi arresto fue el resultado de un malentendido y de una orden de restricción de la cual, hasta el momento de mi detención, no tenía conocimiento.Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en la audiencia antes de continuar.—Alg
En los días siguientes, Anthony dedicó cada momento libre a estar con Ethan y Chloe mientras Phillip avanzaba con los trámites legales para la custodia compartida. Los encuentros con los niños estaban llenos de risas y cariño, una reconexión que lo fortalecía para enfrentar la situación. Tras un par de días, Phillip le informó que todo estaba listo y podía proceder con el trámite.Con los documentos en orden, Anthony decidió regresar a Nueva York sin avisarle a María Elena, pensando que una visita sorpresa sería perfecta. Al llegar, se dirigió directamente a su despacho, deseoso de verla.Al entrar en la recepción, escuchó voces provenientes de una de las salas de reuniones. Reconoció de inmediato la voz apasionada de María Elena y se acercó sigilosamente, quedándose en el pasillo lo suficientemente cerca para escuchar la conversación. María Elena parecía inmersa en un caso de divorcio, defendiendo con fuerza a la esposa.—No pretendo decirle cómo debe sentir, señor —replicó María Elen
Anthony, al preparar la velada, se aseguró de que cada detalle en la suite reflejara lo especial de aquel encuentro. Optó por un traje azul marino claro, que le daba un aire fresco y elegante. Frente al espejo, ajustó la corbata y se contempló por un instante, dejando entrever una sonrisa de expectativa. Sabía que esa cena significaba más que una simple reunión para ponerse al día; era un intento sincero de reconectar y escuchar lo que María Elena tenía que decirle.Mientras tanto, en su apartamento, María Elena observaba su reflejo en el espejo de cuerpo entero. El vestido burdeos que había elegido envolvía su figura con elegancia y sutileza, resaltando su piel y sus facciones. Se colocó unos aretes brillantes y aplicó un toque de perfume en las muñecas y el cuello. Con un suspiro, intentó calmar la mezcla de nervios y emoción. No solo se trataba de una cena especial, sino también del momento en que finalmente le hablaría sobre su hijo.Al llegar al hotel, un nudo se formó en su estó
El vestido de María Elena se deslizó suavemente por su cuerpo, cayendo en silencio a sus pies. La mirada de Anthony se tornó intensa, casi reverente, al observarla. Frente a él, María Elena lucía la fina lencería negra que él tanto adoraba, y aunque el tiempo había pasado, su figura solo había ganado en belleza. Su esbeltez seguía allí, pero ahora sus caderas eran más definidas, sus piernas firmes y torneadas, y sus pechos, erguidos y perfectos, hablaban de una fuerza que la hacía aún más irresistible.Cada línea de su cuerpo parecía reclamar la admiración de Anthony, y él, sin poder apartar la mirada, dejó que sus ojos recorrieran cada curva, cada centímetro de ella. Sus manos temblaban levemente al acercarse, y una sonrisa llena de deseo asomó en sus labios.—Eres... hermosa —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de emoción.Anthony la rodeó con sus brazos, atrayéndola con fuerza, y sus labios se fundieron en un beso lleno de pasión. Sus manos recorrían su rostro, sus hombros, c
El silencio entre ellos era profundo, y María Elena, aún enredada en los brazos de Anthony, sentía el peso de las palabras que debía decirle. Sus miradas se encontraron, y un destello de duda y anhelo cruzó su rostro. Se incorporó levemente, apartando un mechón de cabello de su cara, como si intentara reunir el valor para hablar.—Anthony, necesito contarte algo… —empezó en voz baja, casi en un susurro, mientras sus ojos buscaban los de él.Anthony la miró fijamente, con una leve sonrisa asomando en sus labios. Levantó una mano y acarició su mejilla, interrumpiéndola con un tono cálido y sereno.—Ahora no, Elena —murmuró, sosteniendo su mirada con una ternura que la dejó sin aliento—. Déjame disfrutar este momento, sin que nada lo interrumpa. No quiero que nada empañe lo que acabamos de recuperar.Él sonrió y la atrajo de nuevo hacia sí, dejando que sus labios rozaran su frente en un gesto lleno de afecto. María Elena, aun sintiendo el peso de lo que debía decirle, se dejó llevar por
Anthony dio un paso atrás, su mirada se endureció, y el desconcierto en su rostro se transformó rápidamente en furia.—¿Tuviste un hijo? ¿Ese era el secreto que pensabas decirme? —su voz era baja, pero cada palabra caía con fuerza, llena de incredulidad y rabia.María Elena apenas alcanzó a susurrar un “Anthony…” mientras él se daba la vuelta, caminando hacia la salida del edificio sin darle tiempo a explicarse.Sintiendo que se le escapaba el momento, María Elena reaccionó, salió al pasillo y le gritó, con la voz quebrada pero decidida:—¡Es tu hijo, Anthony! —Las palabras resonaron en el pasillo, y su mirada se encontró con la de él, llena de emociones que ya no podía contener—. Tuvimos un niño…Anthony se detuvo en seco, y sus ojos destellaron con una furia que apenas podía contener. Giró hacia ella, sus puños apretados, mientras su respiración se aceleraba.—¿Un hijo? ¿Nuestro hijo? —repitió, su voz cargada de incredulidad—. ¿Y tú decidiste mantenerme al margen de su vida todo est