Próxima actualización el día lunes.
Anthony, al preparar la velada, se aseguró de que cada detalle en la suite reflejara lo especial de aquel encuentro. Optó por un traje azul marino claro, que le daba un aire fresco y elegante. Frente al espejo, ajustó la corbata y se contempló por un instante, dejando entrever una sonrisa de expectativa. Sabía que esa cena significaba más que una simple reunión para ponerse al día; era un intento sincero de reconectar y escuchar lo que María Elena tenía que decirle.Mientras tanto, en su apartamento, María Elena observaba su reflejo en el espejo de cuerpo entero. El vestido burdeos que había elegido envolvía su figura con elegancia y sutileza, resaltando su piel y sus facciones. Se colocó unos aretes brillantes y aplicó un toque de perfume en las muñecas y el cuello. Con un suspiro, intentó calmar la mezcla de nervios y emoción. No solo se trataba de una cena especial, sino también del momento en que finalmente le hablaría sobre su hijo.Al llegar al hotel, un nudo se formó en su estó
El vestido de María Elena se deslizó suavemente por su cuerpo, cayendo en silencio a sus pies. La mirada de Anthony se tornó intensa, casi reverente, al observarla. Frente a él, María Elena lucía la fina lencería negra que él tanto adoraba, y aunque el tiempo había pasado, su figura solo había ganado en belleza. Su esbeltez seguía allí, pero ahora sus caderas eran más definidas, sus piernas firmes y torneadas, y sus pechos, erguidos y perfectos, hablaban de una fuerza que la hacía aún más irresistible.Cada línea de su cuerpo parecía reclamar la admiración de Anthony, y él, sin poder apartar la mirada, dejó que sus ojos recorrieran cada curva, cada centímetro de ella. Sus manos temblaban levemente al acercarse, y una sonrisa llena de deseo asomó en sus labios.—Eres... hermosa —murmuró, su voz apenas un susurro cargado de emoción.Anthony la rodeó con sus brazos, atrayéndola con fuerza, y sus labios se fundieron en un beso lleno de pasión. Sus manos recorrían su rostro, sus hombros, c
El silencio entre ellos era profundo, y María Elena, aún enredada en los brazos de Anthony, sentía el peso de las palabras que debía decirle. Sus miradas se encontraron, y un destello de duda y anhelo cruzó su rostro. Se incorporó levemente, apartando un mechón de cabello de su cara, como si intentara reunir el valor para hablar.—Anthony, necesito contarte algo… —empezó en voz baja, casi en un susurro, mientras sus ojos buscaban los de él.Anthony la miró fijamente, con una leve sonrisa asomando en sus labios. Levantó una mano y acarició su mejilla, interrumpiéndola con un tono cálido y sereno.—Ahora no, Elena —murmuró, sosteniendo su mirada con una ternura que la dejó sin aliento—. Déjame disfrutar este momento, sin que nada lo interrumpa. No quiero que nada empañe lo que acabamos de recuperar.Él sonrió y la atrajo de nuevo hacia sí, dejando que sus labios rozaran su frente en un gesto lleno de afecto. María Elena, aun sintiendo el peso de lo que debía decirle, se dejó llevar por
Anthony dio un paso atrás, su mirada se endureció, y el desconcierto en su rostro se transformó rápidamente en furia.—¿Tuviste un hijo? ¿Ese era el secreto que pensabas decirme? —su voz era baja, pero cada palabra caía con fuerza, llena de incredulidad y rabia.María Elena apenas alcanzó a susurrar un “Anthony…” mientras él se daba la vuelta, caminando hacia la salida del edificio sin darle tiempo a explicarse.Sintiendo que se le escapaba el momento, María Elena reaccionó, salió al pasillo y le gritó, con la voz quebrada pero decidida:—¡Es tu hijo, Anthony! —Las palabras resonaron en el pasillo, y su mirada se encontró con la de él, llena de emociones que ya no podía contener—. Tuvimos un niño…Anthony se detuvo en seco, y sus ojos destellaron con una furia que apenas podía contener. Giró hacia ella, sus puños apretados, mientras su respiración se aceleraba.—¿Un hijo? ¿Nuestro hijo? —repitió, su voz cargada de incredulidad—. ¿Y tú decidiste mantenerme al margen de su vida todo est
Cuando Anthony lanzó esas palabras, la pregunta pareció atravesar a María Elena como un puñal. Su rostro palideció aún más, y sus labios temblaron mientras intentaba procesar el dolor que mostraban los ojos de él. Apenas podía sostener su mirada, sintiendo que cada reproche se hundía en ella, cargado de una verdad que ya no podía negar.Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras balbuceaba, tratando de explicarse.—Anthony... yo... —su voz se quebró, apenas logrando pronunciar su nombre, como si el peso de su culpa la aplastara.Pero antes de que pudiera continuar, la voz de Michael irrumpió con un tono serio y práctico, la voz de un niño que sabía tomar responsabilidad:—Mamá, si no apagas la estufa, la casa se va a incendiar. Yo iba a hacerlo, pero como no me dejas acercarme… —Encogió sus hombros, mirando a su madre con un aire de reproche infantil.María Elena sacudió la cabeza, reaccionando de inmediato.—Tienes razón, cariño. —Aprovechó el
Micky asintió con energía, sus ojos brillando con entusiasmo.—Sí, siempre me habla de ti, me cuenta que viajas mucho porque ayudas a gente, como ella. Me dijo que lo haces en otras partes del mundo y por eso te has demorado en venir. —El niño hizo una pausa, mirando hacia el suelo, como si tratara de expresar algo que llevaba guardado en silencio—. Pero a veces… los niños en el colegio dicen que no tengo papá.Anthony sintió una punzada en el pecho, una mezcla de dolor y ternura al escuchar esas palabras. Colocó una mano sobre el pequeño hombro de Micky, observándolo con ojos llenos de empatía.—Micky —dijo con voz suave—, lamento que no haya estado aquí antes. Pero quiero que sepas que eso no cambia lo mucho que significas para mí. No importa lo que otros digan, porque yo soy tu papá, y ahora estoy aquí contigo.Micky lo miró, procesando sus palabras mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.—¿De verdad? ¿Y no te volverás a ir mucho tiempo?Anthony le devolvió la sonris
María Elena parpadeó, regresando al presente, y una ola de emociones la invadió. El peso de su decisión de años atrás, del juicio y de esa separación tan abrupta, era una herida que aún no sanaba.Se secó las lágrimas y, con un nudo en la garganta, se vistió apresuradamente. Cuando salió a la sala, sus ojos se llenaron de una tristeza renovada al ver a Michael junto a Anthony. Su pequeño hijo sostenía un álbum de fotos, pasando las páginas con entusiasmo mientras Anthony observaba cada imagen con una mezcla de nostalgia y sorpresa.—Mira, papá —decía el niño con entusiasmo, señalando una de las fotos—. Aquí fue cuando cumplí cinco años. ¡La fiesta fue grandísima! —comentó con una sonrisa—. La hicimos en la hacienda del abuelo Joaquín en Colombia, y estaban ahí todos mis primos y tíos. —Michael le mostró la fotografía de la fiesta, donde se veían los rostros de los niños, la decoración festiva—. Fue muy divertido, hubo mucha gente y… ¡Un inflable gigante! Saltamos por horas, y hasta hi
María Elena y Anthony intercambiaron miradas, ambos sorprendidos por el comentario del niño. Anthony, con una leve sonrisa y las manos en los bolsillos, observaba a María Elena esperando su reacción, mientras ella intentaba ocultar el leve rubor en sus mejillas.—Bueno, Micky… —dijo ella, acariciándole el cabello—. Hay muchas formas de despedirse, pero esta vez… no es necesario.Anthony dejó escapar una pequeña risa, mirando a Micky con una expresión suave.—Nos veremos esta noche para hablar —añadió, dándole un vistazo más significativo a María Elena.Finalmente, ella asintió, dedicándoles una última sonrisa antes de salir del apartamento, dejando a padre e hijo solos.Anthony y Micky salieron del edificio, disfrutando del aire fresco de la mañana mientras caminaban. Anthony, atento a cada comentario de Micky, notaba cómo el niño se movía con confianza, como si llevara años explorando el mundo con su curiosidad despierta.—¿Entonces juegas de delantero? —preguntó Anthony, genuinament