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—Dime, Terry, ¿cómo es? ¿Me va a amar?Terrance acarició suavemente su rostro, acercándose lentamente a ella.Su nariz rozó la de Paz en un gesto tierno, como si quisiera transmitirle toda la serenidad que sentía.—Ella ya te ama, Paz. Es imposible que alguien en este mundo no ame a mi Paz.Una sonrisa llena de esperanza apareció en los labios de Paz, pero también una sombra de nerviosismo.—¡Gracias, Terry! —susurró, con la voz quebrada por la emoción.Juntos caminaron hacia el restaurante, el ambiente cálido del lugar contrastaba con el torbellino de pensamientos que Paz sentía dentro de ella.¿Cómo sería su madre? ¿La reconocerá? ¿La amará como ella siempre soñó?Esas preguntas la acompañaban como un eco mientras cruzaban la puerta del restaurante.Cuando sus ojos encontraron a Amelia, todos sus miedos desaparecieron en un instante.Los ojos de su madre eran tan hermosos, tan llenos de amor, que Paz sintió como si todo el tiempo que había pasado buscándola finalmente hubiera valido
Cuando Paz regresó a casa, no pudo evitar detenerse antes de entrar a su habitación.La conversación con Terrance de esa noche todavía retumbaba en su mente, y necesitaba hablar.—Gracias, Terry… lo que hiciste por mí hoy… ¡Fue increíble! —dijo con la voz temblorosa, intentando controlar el nudo en su garganta.Terrance sonrió, su mirada suave, pero intensa, y tomó su mano, llevando su dorso hasta sus labios en un beso tierno.—Haré todo por verte feliz, Paz… te amo, sé que antes dije que nunca, pero ahora sé que te amo de una forma que no había experimentado antes. Y ahora, voy a reconquistar tu amor, paso a paso.Paz sintió su corazón acelerarse.Esas palabras… ese simple "te amo"… habían sido lo que más había deseado escuchar, pero también el mayor conflicto que sentía en su interior.El amor que Terrance le ofrecía ahora era diferente, era real, pero su pasado seguía presente, como una sombra al acecho.—Terry… yo… —sus palabras se ahogaron, el dolor aún latente.Él la miró, compr
—¡Cuide sus palabras, señor Leeman! Recuerde que decir eso son palabras mayores —sentenció el abogado de Terrance, su tono firme, casi amenazante.El ambiente estaba cargado de tensión. Deborah, furiosa, apretó los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos.La rabia brotaba de ella como si fuera una corriente imparable.No podía creer lo que estaba escuchando, cómo todo su mundo se desmoronaba a su alrededor, como si una fuerza invisible hubiera arrancado el suelo bajo sus pies.—¡Malditos! ¡Van a pagar por esto, Paz, ¡esto no va a quedar así! —gritó, su voz quebrada por la furia, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos sin poderse detener!Un silencio mortal se apoderó del lugar, y en ese instante, la figura de una mujer irrumpió en la sala como un huracán.La puerta se abrió, y Amelia Carter apareció, caminando con paso firme, como si no temiera nada, ni a nadie.David giró la cabeza rápidamente, la sorpresa reflejada en su rostro como un espejo roto. ¡Era ella!La mu
—¡¿Qué has dicho?! —David estalló, la furia en su pecho, desbordándose en un grito que resonó en la sala.En un impulso salvaje, se lanzó sobre el hombre, sus manos, aferrándose al cuello de la camisa de este con una fuerza que parecía capaz de romperlo. El aire se volvió espeso, tenso, como si cada segundo fuera una eternidad.—¡Mienten, David, no le creas! —Linda gritó, pero su voz, quebrada, no conseguía penetrar la tormenta de emociones que estallaban a su alrededor. Su cuerpo temblaba, suplicándole que no creyera lo que estaba por venir.Amelia, con una sonrisa que se deslizó entre sus labios, observaba la escena.Había esperado este momento, saboreaba cada segundo de la angustia que se reflejaba en los ojos de David.—¿De verdad quieres esto? —La voz del hombre cortó el aire como un cuchillo, mientras se soltaba del agarre de David y, con calma inquietante, sacaba su teléfono.Lo sostenía como una sentencia definitiva, como una prueba irrefutable.El brillo de la pantalla ilumin
El aire en la sala se volvió espeso, denso, casi insoportable.Un silencio pesado se coló entre las miradas de todos los presentes.Randall soltó a Bianca de inmediato, y su rostro se transformó en un torbellino de rabia y confusión. Su corazón latía con furia, su mente desbordada por la incomodidad de la situación.—¡Lárgate de aquí, Deborah! —rugió, su voz quebrada por la furia—. ¡No eres bienvenida! ¿Qué diablos haces aquí?La sonrisa de Deborah no era una sonrisa cualquiera. Era la sonrisa del caos, de la venganza y la malicia. Parecía disfrutar del dolor que acababa de sembrar.—¡No te casarás con Bianca! —gritó ella, mirando a los ojos de Randall con una intensidad que congelaba el aire—. Este es tu hijo, ¿lo recuerdas? Fuimos amantes, y nuestra intimidad tuvo consecuencias. ¡Tienes que darle una familia a tu hijo!Esas palabras resonaron como un eco profundo en el pecho de Bianca.La tierra se desplomó bajo sus pies, como si el suelo se hubiera tragado todo lo que alguna vez cr
—Yo siempre te amaré, Terry. ¿Por qué mi hermana nos impidió estar juntos? Prométeme que nunca me olvidarás —la voz de Deborah, teñida de alcohol y desesperación, resonó mientras se aferraba al micrófono en sus manos, todos creían que haría un brindis por los novios, pero su declaración fue atroz.Paz, aun con el velo de novia colocado y el vestido blanco ajustado a su silueta, sintió que su mundo se quebraba.Las palabras de su hermana eran como dagas, atravesando cada rincón de su ser.Miró a su alrededor y notó las miradas inquisitivas de los invitados, los murmullos que se multiplicaban, y el peso de la humillación la abrumó.Apretó los puños y sus ojos se llenaron de lágrimas que luchaba por contener.Era su boda, el día en que debía comenzar una nueva vida con el hombre que amaba, y allí estaba Deborah, robándose cada fragmento de protagonismo, abrazada al hombre que ahora era su esposo.La gente la miraba con rabia, era obvio, todos, incluso su propio esposo Terrance, creían q
Tres años después.Paz despertó temprano, como solía hacerlo cada día, y giró la cabeza hacia su esposo.Terry dormía a su lado, su rostro sereno contrastaba con la frialdad que solía mostrarle cuando estaba despierto.Paz se permitió observarlo, grabar cada línea de su mandíbula, la curva de sus labios, la forma en que el sol filtrándose por las cortinas delineaba su figura.Aunque su relación era de silencios y rechazos, había momentos como este que alimentaban su esperanza.«¿Por qué me tratas como si fuera nada cuando estás despierto, pero haces que me sienta deseada en la cama?», pensó con profunda amargura.La pasión que compartían parecía real, y aunque Terry pocas veces expresaba afecto, los gestos ocasionales, como los regalos que le traía, le daban pequeñas migajas de amor con las que sobrevivir.Paz recordó un día en que lo había seguido discretamente hasta una joyería.Él no lo sabía, pero ella había visto cómo examinaba minuciosamente cada pieza antes de decidirse. No era
Paz pasó el resto del día sin ver a Terry.La casa parecía más fría en su ausencia, como si cada rincón estuviera al tanto de la distancia que había crecido entre ellos.Al caer la noche, escuchó sus pasos en el pasillo. Él entró en la habitación en silencio, se cambió rápidamente y se metió en la cama.No hubo palabras, ni siquiera un murmullo. Paz sintió cómo el colchón se hundía bajo su peso, pero no hizo el mínimo esfuerzo por acercarse.Cuando Terry intentó rodearla con un brazo, ella se encogió en un rincón de la cama, apretando las piernas contra su pecho. El rechazo fue como una daga silenciosa para Terry, quien, con un bufido de frustración, se giró y le dio la espalda.La noche avanzó cargada de tensión y resentimiento, y el espacio entre ambos se sintió como un abismo infranqueable.***Al día siguiente.Paz observó cómo su esposo salía temprano sin despedirse, y justo cuando pensaba que podría tener algo de calma, el teléfono sonó.Al otro lado de la línea, una voz familia